¡Regina Coeli, Aleluya!

El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.

Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

fra angelico - san Marco Museum - firenze, Italy

                          Fra Angélico – San Marco Museum – Firenze, Italia

En este período del tiempo de Pascua no se reza el Ángelus sino el Regin Coeli.

¿Por qué rezamos el Regina Coeli y no el Ángelus en tiempo Pascual?

Durante el tiempo pascual, la Iglesia Universal se une en la oración del Regina Coeli o Reina del Cnuestra_señora1_006ielo por la alegría, junto a la Madre de Dios, por la resurrección de su Hijo Jesucristo, hecho que marca el misterio más grande de la fe católica.

El rezo de la antífona de Regina Coeli fue establecida por el Papa Benedicto XIV en 1742 y reemplaza durante el tiempo pascual, desde la celebración de la resurrección hasta el día de Pentecostés, al rezo del Ángelus cuya meditación se centra en el misterio de la Encarnación.

De la misma manera que el Ángelus, el Regina Coeli se reza tres veces al día, al amanecer, al mediodía y al atardecer como una manera de consagrar su día a Dios y la Virgen María.

No se conoce el autor de esta composición litúrgica que se remonta al siglo XII y era repetido por los Frailes menores Franciscanos después de las completas en la primera mitad del siguiente siglo popularizándola y extendiéndose por todo el mundo cristiano.

La oración:

G: Reina del cielo, alégrate, aleluya.

T: Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.

G: Ha resucitado según su palabra, aleluya.

T: Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

G: Goza y alégrate Virgen María, aleluya.

T: Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.

Oremos:

Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. (tres veces)

 

 

Semana Santa

Después del Domingo de Ramos comienza la Semana Santa, donde la Iglesia celebra de modo especial el Tridua Pascual, que inicia con el Jueves Santo, que está centrada en la Cena del Señor. Ofrecemos a los lectores unas breves reflexiones de estas celebraciones.

Domingo de Ramos

Domingo_de_ramosRecibieron a Cristo mientras entraba a la ciudad con palmas y ramos en muestra de que era el Mesías.

Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey…”

Después del domingo de Ramos comienza la Semana Santa.

Triduo Pascual

Con el Jueves Santo comienza el Triduo Pascual

Todos los años en el “sacratísimo triduo del crucificado, del sepultado y del resucitado” o Triduo pascual, que se celebra desde la Misa vespertina del Jueves en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra, “en íntima comunión con Cristo su Esposo”, los grandes misterios de la redención humana.

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                                                   Fra Angélico, La Últim Cena

Jueves Santo

La celebración del Jueves Santo está centrada en la institución de la Eucaristía en la que la Iglesia descubre y celebra la actitud de amor de Cristo.

Jesús instituyó el Sacramento de la Eucaristía en la Última Cena, cuando mandó “hacer eso en memoria suya”

La piedad de los hombres es especialmente sensible a la adoración del santísimo Sacramento, que sigue a la celebración de la Misa en la cena del Señor. El lugar de la reserva se ha considerado como “santo sepulcro”; los fieles acuden para venerar a Jesús que después del descendimiento de la Cruz fue sepultado en la tumba, donde permaneció unas Cuarenta horas.

Viernes Santo

viernes_santoEl Viernes Santo la Iglesia celebra la Muerte salvadora de Cristo. En el Acto litúrgico de la tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la salvación del mundo, adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado abierto del Salvador. Hoy es un día donde especialmente se reza el Vía Crucis.

Sábado Santo y Vigilia Pascual

sabado_santo_vigilia_pascualDurante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el ayuno su Resurrección.

En María, conforme a la enseñanza de la tradición, está como concentrado todo el cuerpo de la Iglesia ya que era la única que conservó intacta su fe en la Resurrección del Señor. Por esto la Virgen María, que permanece junto al sepulcro de su Hijo, tal como la representa la tradición eclesial, es imagen de la Iglesia Virgen que vela junto a la tumba de su Esposo, en espera de celebrar su Resurrección. según una tradición muy antigua, ésta es una noche de vigilia en honor al Señor. Los fieles, llevando en la mano velas encendidas, se asemejan a quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando Él vuelva los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa.

Domingo de Resurrección

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El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.

Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

 

¿Cómo habrá sido la figura personal de nuestro Señor Jesucristo?

LOS EVANGELIOS NADA NOS TRAEN SOBRE SU FIGURA. MUCHOS VIDENTES TRANSMITIERON LO QUE CONTEMPLARON. PERO, DIFÍCIL ES DESCRIBIR A QUIEN, DOTADO DE TODAS LAS CUALIDADES HUMANAS, ERA INCONCEBIBLEMENTE BELLO.

coDesde los primeros tiempos de la era cristiana los hombres bregaban en imaginar cómo habrá sido la figura personal de Nuestro Señor Jesucristo. Su porte, su caminar, su fisonomía, su mirada, su voz. Lo que se tenía, y también hoy, son meras conjeturas. Incontables son las formas en que ha sido representado Jesús a lo largo de estos veinte siglos del Cristianismo. Ninguna puede considerarse la original. En aquellos tiempos no era permitido hacer cuadros o esculturas, la ley se lo impedía a los judíos por temor a la idolatría.
Los Evangelios nada nos traen sobre su figura. Todo nos viene a través del arte y de la literatura. Jesús naciendo, enseñando, curando, expulsando demonios, calmando las aguas, transfigurado, flagelado, en la Cruz, resucitado, ascendiendo a los Cielos.
Muchos videntes transmitieron lo que contemplaron.
Pero, difícil es describir a quien, dotado de todas las cualidades humanas, era inconcebiblemente bello. Las multitudes iban detrás de Él, su atractivo era avasallador. El Salmo 44 lo describe como “el más hermoso de los hijos de los hombres”. Estas consideraciones nos llevan a imaginar y admirar la figura Divina del Hijo de Dios hecho hombre.
El arte lo representó acentuando sea su dulzura, sus momentos de oración, en el dolor. Tantas maravillas tiene el Señor Jesús que se hace imposible reconstruir su personalidad.
Vestía como todos sus compatriotas, ajeno a la ostentación pero sin desaliño, nunca como la afectación de los fariseos. Con su túnica, obra de manos de su Santísima Madre, a la cintura una sencilla correa. Su manto adornado en los extremos con borlas como mandaba el Deuteronomio y, en sus pies, unas simples sandalias.
Dice el conocido comentarista de los Evangelios, Fillion, que “era dotado de un privilegio
único: el de ser extraordinariamente santo, extraordinariamente puro, pues el Espíritu Santo mismo lo había formado en el seno de la Virgen”.
Otros escritores afirman su parecido con su Santísima Madre. Sus sagradas manos son las que más los Evangelios nos presentan, si bien que no las describen. Cuando acariciaba a los niños que le presentaban, cuando distribuye el pan, manos que tocan y curan, manos que hacen un látigo para expulsar los vendedores del templo, que paran la tempestad, que lavan los pies de los apóstoles, que levantan el cáliz en la Última Cena. 1762_M_1d57b903Manos… que acaban clavadas en la cruz.
Las multitudes se admiraban de sus palabras, “todo el pueblo le oía pendiente de sus labios” pues “jamás hombre alguno ha hablado como este hombre”. Cuando Pedro trata de disuadirle de la Pasión, lo increpa: “Apártate de mí, Satanás”. Al recriminar la hipocresía farisaica de “raza de víboras”. Sus palabras tienen la fuerza de exhortar indicando el camino: “Quien quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”. O expresan dolor al decir: “¡Jerusalén, Jerusalén!… ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!” En el Huerto de los Olivos al responder “Ego sum” (Yo soy), haciendo caer por tierra a los alguaciles.
En su agonía en la Cruz responde a la súplica del ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Su voz tenía todos los timbres y tonalidades.
Sobre su sagrado rostro es de lo que los Evangelios menos nos relatan. San Agustín confesaba: “Ignoramos por completo cómo era su rostro”. Mismo teniendo la reliquia de la Sábana Santa de Turín, en la que se refleja el rostro de Jesús; así como también el Velo de la Verónica, la mujer que enjugó su rostro en el camino al Calvario; se hace difícil considerar cómo era la fisonomía de Jesús.
De la mirada del Salvador tantos momentos nos relatan los evangelios. Cuando vio por primera vez a Simón: “Tú, te llamarás Cefas”. Al joven rico que invitaba a seguirle: “Fijando su mirada en él, le amó”. Cuando el Sermón la Montaña: “Alzando los ojos a sus cenizas3discípulos decía: ‘b i e n av e n t u r a d o s . . . ’”. Al curar a quien tenía la mano paralizada en sábado: “Mirándoles con ira (a los fariseos), apenado por la dureza de su co r a z ó n ”. Al sentir que alguien lo había tocado, “miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho”, pone sus ojos bondadosos sobre la hemorroísa, recién curada. Los vendedores que profanaban el templo huyen ante el celo ardiente que chispea de sus ojos y de su boca, “no hagáis de la casa de mi Padre una cueva de bandidos”.
Eran miradas de bondad, de misericordia, tristes, dulces, hasta de santa cólera. Memorable fue al cruzarse con San Pedro que lo había traicionado, lo miró y el Príncipe de los Apóstoles comenzó a llorar de arrepentimiento; mirada que expresaba palabras de perdón. Destacadamente célebre fue, sin duda, cuando cruzó su mirada con la de su
Santísima Madre en el camino del Calvario.
Forzoso nos es renunciar a la semejante dicha de tener al menos un retrato auténtico de Jesús. Solo en el Cielo nos será dado ver a Jesús cara a cara y conocer sus sagrados rasgos y su personalidad por entero. Pues, ni los Evangelios, ni los demás libros del Nuevo Testamento, ni los escritores eclesiásticos más antiguos –concluye el escritor Fillion– nos han transmitido noticias ciertas sobre este particular.

¿Por qué abstenerse de comer carne durante Cuaresma?

 La Iglesia Católica ha determinado varias formas de penitencia que ayudan a los fieles a educar su alma, para alejarse del pecado y permanecer o regresar al camino de Dios. Una de estas maneras penitenciales es la abstinencia de comer carne, que más allá del tipo de alimento, es un signo que ofrece la Iglesia para recordar y vivir el tiempo de la Cuaresma en preparación a la Pascua de Resurrección.

cenizaSobre la penitencia el Código de Derecho Canónico, en su numeral 1249, dice: ” Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen”.

Estos tiempos penitenciales, determinados por la Iglesia Universal (cánones del 1250 al 1253) son todos los viernes del año y todo el tiempo de Cuaresma. Por su parte la abstinencia de carne ha de guardarse todos los viernes de Cuaresma -siempre y cuando éstos no coincidan con alguna solemnidad litúrgica; y el ayuno más la abstinencia cada Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

La Conferencia Episcopal de cada país también puede determinar el modo de observar tanto el ayuno como la abstinencia, sustituyendo en todo o en parte otras maneras penitenciales, como lo hizo el Episcopado Estadounidense que obtuvo permiso de la Santa Sede para que los católicos pudiesen sustituir la penitencia de los viernes del año por un acto de caridad.

Pero no a todos obliga la ley de abstinencia, de acuerdo con el Código de Derecho Canónico ésta sólo es obligatoria a partir de los 14 años de edad, mientras que el ayuno es obligatorio para todos los mayores de edad, a partir de los 18 hasta los 59. Pero para todos la Iglesia recomienda: “cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno y la abstinencia”.

En últimas, como se subraya en uno de los blogs de infocatolica.com, la abstinencia como el ayuno son signos penitenciales que “nos despiertan de nuestro letargo, para que no se nos pase este tiempo maravilloso de conversión sin pena ni gloria (…) porque quizá no tengamos otro momento para volvernos a Dios”.

 Fuente: Redacción (Miércoles, 18-02-2015, Gaudium Press)