Nuevos Consagrados a la Santísima Virgen

consagracion 134Este sábado 27, fiesta de la Medalla Milagrosa, se vivieron momentos de mucha emoción y gracia sobrenatural en la Casa de los Heraldos del Evangelio en El Salvador, ya que un grupo de amigos y papás de jóvenes que frecuentan las actividades de los Heraldos, en una solemne Eucaristía, presedida por el P. Fernando Gioia EP, se consagraron a Jesucristo como esclavos de Amor por las manos de María, según las enseñanzas de San Luis Maria Grignon de Monfort.

Después de un profundo estudio del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, de San Luis, y de haber cumplido con las prescripciones de las oraciones y meditaciones durante los 33 días de preparación, se escogió esta fecha mariana para realizar la tan esperada consagración y con esto servir a Dios de una manera más perfecta, es decir, haciéndose todo dependientes de Aquella que es la Medianera de todas las Gracias.

También  en este bendecido día los nuevos Esclavos de Amor recibieron, de la manos del sacerdote celebrante, la Medalla Milagrosa.

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Florecimiento de Nuevos Grupos, esperanza del Papa

CapturaCiudad del Vaticano (Martes, 23-11-2010, Gaudium Press) En el tan comentado libro-entrevista del periodista alemán Peter Seewald con el Papa, lanzado oficialmente hoy en una rueda de prensa en el Vaticano, hay una referencia directa del Pontífice a los Heraldos del Evangelio, como ejemplo de “grandes renacimientos católicos”.
La respuesta se encuentra en la primera parte del libro sobre “I segni dei tempi” (Las señales de los tiempos), que versa sobre el tema de la “dictadura del relativismo”. Respondiendo a una pregunta sobre un supuesto agotamiento del cristianismo, Benedicto XVI observa que en Brasil, “si de un lado se registra un fuerte crecimiento de las sectas (…); por otro lado, se asiste también a grandes renacimientos católicos, a una dinámica de florecimiento de nuevos movimientos, como por ejemplo los Heraldos del Evangelio, jóvenes llenos de entusiasmo por haber reconocido en Cristo al Hijo de Dios y deseosos de anunciarlo al mundo”.
“El obispo de San Pablo – continuó el Santo Padre – me dijo que en aquella ciudad se asiste a un nacimiento de siempre nuevos movimientos católicos. Hay entonces una fuerza de cambio y una nueva vida”.