Visita al Hospital Benjamín Bloom

hospitalbloom0011En el ámbito de las fiestas de Navidad del Hospital Benjamín Bloom, los Heraldos del Evangelio ofrecieron un concierto de Villancicos para los niños y papás de los mismos.  A continuación se hizo un recorrido por las diferentes salas de este centro, llevando la adorable imagen del Niño Jesús y la imagen del Inmaculado Corazón de María de Fátima, llenando de esperanza y alegría a quienes allí se encontraban.

Deseando que la Santísima Virgen y San José intercedan ante el Divino Niño, para que derrame sus más abundantes gracias,  bendiciones y fortaleza a todos los niños, como también a sus papás,  a todos sus seres queridos y al personal del Hospital Bloom, en esta Navidad y en los días del Año 2012 que se aproxima.

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Noche de Paz

Noche de Paz

5369_M_fd65b8fd0Cuenta la tradición que esta famosa canción nació del corazón de dos hombres. Uno de ellos fue el padre Joseph Mohr, a quien podemos imaginar en el pequeño poblado austríaco de Obendfort, en el año 1818, preparando su sermón para la misa del Gallo. He aquí que, en cuanto se encontraba inmerso en la lectura de la Sagradas Escrituras, prestando toda su atención sobre ellas, tocó a la puerta una campesina pidiendo que bendiga el bebé recién nacido de un leñador.

El sacerdote acompañó a la buena mujer hasta la humilde cabaña. Bañado por una débil luz y calentado por una estufa de leña, un lecho simple acogía a la joven madre con el recién nacido que dulce y serenamente dormía en sus brazos, esperando a ser bendecido.

¡Cuánta paz! ¡Cuánta inocencia! ¡Cuánta presencia de lo sobrenatural había en esa sencilla escena!

Al regreso, un poema brotó con extrema facilidad de su pluma describiendo los sentimientos que llenaron su alma en la pobre cabaña. Estaba escrito el “Stille Nagth”, que conocemos como “Noche de Paz”

En la mañana siguiente, el padre Morh buscó a su amigo, Franz Gruber, profesor de música, y le mostró las líneas que había escrito. Gruber se encantó con la poesía y enseguida compuso una melodía para las mismas. Y desde entonces fue siendo difundida, poco a poco, por el mundo entero y traducida en incontables idiomas.

Dejemos que los acordes del Noche de Paz nos transporten místicamente hasta la gruta de Belén, donde Dios se hizo Hombre en una Noche de Paz.

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Gran Concierto Navideño y Obra de Teatro

concierto_20110095En todo un ambiente de mucha unción y alegría, en su tercer año consecutivo, los Heraldos del Evangelio ofrecieron un sublime concierto de Villancicos navideños y la  inolvidable obra de teatro “Noche de Navidad, noche de conversión”.

La representación teatral, que desde su inicio suscitó una ola de aplausos, nos relataba la conversión de un hombre duro de corazón y reacio en creer en el nacimiento del Divino Infante pero que al final, tocado por una gracia del Redentor, hecho niño que se les aparece, se convierte en un fervoroso católico.

A seguir tuvo lugar el Concierto, seguido por el numerosísimo público  con mucho interés y entusiasmo. Las bellas melodías consiguieron ser un preludio del nacimiento del Divino Niño deseoso de nacer, sobre todo, en el corazón de todos.

Nos honraron con su presencia Mons. José Elías Rauda Gutiérrez , OFM,  Obispo de San Vicente, Mons. Luis Morao Andreazza, OFM,  Obispo de Chalatenango y Mons. Tulio Manuel Chirivella Varela, Arzobispo Emérito de Barquisemeto, Venezuela, los cuales, después de sus palabras de aliento, dieron la bendición a todo el público presente.

Los Heraldos del Evangelio le pedimos a la Santísima Virgen y a San José  que intercedan ante el Niño para que nos otorgue sus más abundantes gracias y bendiciones en esta navidad y en todos los días del Año Nuevo que ya está en nuestras puertas.

(Fotos de estudio Galiano de Mario Díaz)

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El Árbol de Navidad

El árbol de Navidad siempre apunta al cielo, y su ramaje perpetuamente verde nos recuerda Aquél que nos concedió la vida eterna.

Navidad-Christmas-RoomLa historia del festivo árbol comienza en los densos bosques de Alemania, en el siglo VIII. El gran San Bonifacio, obispo y apóstol de aquellas tierras, había estado atrayendo un buen número de tribus paganas al rebaño de Jesucristo. Pero su labor no era fácil. A veces, los conversos, cuya fe todavía era vacilante, recaían en las perversas costumbres de sus antepasados.

En cierta ocasión, Bonifacio tuvo que realizar un largo viaje a Roma, donde fuera para pedir consejo al Papa Gregorio II. Meses después, al volver a la región del Bajo Hesse, sorprendió horrorizado a algunos nativos que estaban a punto de realizar uno de los holocaustos humanos exigidos por la religión primitiva. Liberando a los nueve niños que iban a ser víctimas, el celoso obispo quiso entonces dar un testimonio público de lo impotentes que son los falsos dioses delante del Cordero de Dios.

Mandó talar un enorme roble de Thor, bajo el que se iba a realizar el sangriento sacrificio. Los sacerdotes paganos le amenazaron con ser fulminado por los rayos del dios del trueno. Sin embargo, derrumbado el árbol, nada sucedió, para humillación de los paganos.

Los relapsos se arrepintieron entonces, y muchos idólatras pidieron el sacramento del bautismo. La caída del árbol de Thor representó la caída del paganismo en aquellas regiones.

Los germanos, ya pacificados y convertidos, adoptaron entonces el pino como símbolo cristiano. Él siempre apunta al cielo y su ramaje eternamente verde nos recuerda Aquél que nos concedió la vida eterna. Bajo sus ramas ya no hay ofrendas crue les, sino los regalos en honra de Cristo recién nacido.

Años y años más tarde, el árbol de Navidad traspuso las fronteras de Alemania. En los siglos XVIII y XIX se hizo habitual entre la nobleza europea, alcanzando las cortes de Austria, Francia e Inglaterra, hasta la lejana Rusia. De los palacios se extendió al pueblo de Europa, y, por fin, en los días de hoy, lo encontramos por todo el orbe.

En el centro de la cristiandad, en plena Plaza de San Pedro, todos los años, es levantado un árbol de grandes proporciones, elegantemente adornado, como corresponde a la dignidad del lugar. Tocado por su belleza y simbolismo, el recordado Papa Juan Pablo II se refirió a él, en Diciembre de 2004:

“La fiesta de Navidad, tal vez la tradición popular más querida, es extremadamente rica en símbolos, unidos a las diferentes culturas. Entre todos, el más importante es, sin duda, el Nacimiento […].

Al lado de éste, como en esta Plaza de San Pedro, encontramos el tradicional ‘árbol de Navidad’. También ésta es una antigua tradición, que exalta el valor de la vida, porque durante el invierno, el árbol siempre verde se convierte en una señal de la vida que no perece. Generalmente, es un árbol adornado y a los pies del mismo son colocados los dones de Navidad.

Así, el símbolo se vuelve elocuente también en un sentido típicamente cristiano: evoca a nuestra mente el ‘árbol de la vida’ (Cf. Gn. 2,9), figura de Cristo, supremo don de Dios a la Humanidad.

Por consiguiente, el mensaje del árbol de Navidad es que la vida permanece ‘siempre verde’, si ella se vuelve don; no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el cariño sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíprocaQue María nos ayude a vivir la Navidad como una ocasión para saborear la alegría de darnos a nosotros mismos a los hermanos, especialmente a los más necesitados” (Ángelus, 19/12/2004)

(Revista Heraldos del Evangelio, dic./2007, No. 72)

El Primer Pesebre

view¿Cómo surgió la piadosa costumbre de hacer pesebres en Navidad?

Corría el año de 1223. La nieve cubría con su albo manto la pequeña ciudad de Greccio, en el centro- sur de Italia. Las campanas repicaban festivamente, anunciando la noche de Navidad.

Todos los habitantes, campesinos en su mayoría, se encontraban reunidos alrededor de San Francisco de Asís, quien intentaba explicarles el misterio del nacimiento del Niño Dios. Ellos escuchaban con respeto, pero…no daban muestras de haber comprendido realmente.

¿Qué hacer?

San Francisco buscó algún modo más didáctico de explicar a los iletrados aldeanos la historia de Navidad. Mando traer una imagen del Niño Jesús, una cunita, pajas, un buey y un burro.

Los asistentes se miran entre sí, sorprendidos, pero salen a buscar todo rápidamente.

En poco tiempo, el santo compuso la escena: en el centro, la cuna con las pajas; al fondo, los dos pacíficos animales. Faltaba apenas la imagen del Niño Dios. Con gran devoción, San Francisco la tomo en los brazos, para depositarla en la cuna.

¡Se da entonces el gran prodigio!

Ante los ojos maravillados de todos, la imagen toma vida y el niño sonríe para San Francisco.

Este abraza tiernamente al Divino Infante y lo acuesta sobre las pajas de la cuna, mientras todos se arrodillan en una actitud de adoración.

El Niño Dios sonríe una vez más y bendice a aquellos campesinos allí postrados a sus pies.

Pocos instantes después, había sobre las pajas una simple imagen inanimada… pero en el alma de todos permaneció el recuerdo vivo del Niño Jesús. ¡Él les había sonreído!

A partir de entonces, el pueblo de Greccio armaba todos lo años el “pesebre de San Francisco”, con la cándida esperanza de que el milagro se renovase. No fueron engañadas sus esperanzas.

Aunque la imagen no volvió a tomar vida, la Virgen María le hablaba especialmente al alma en esas ocasiones, con gracias sensibles.

¿Qué gracias? Las gracias propias a la Liturgia de Navidad.

¿Sólo para los aldeanos de Greccio? ¡No!, en todos los pesebres del mundo está presente el Niño Jesús —Con María su Madre, y San José— a la espera apenas de que nos acerquemos para, también nosotros, recibir una sonrisa y una bendición.

Es justamente por ese motivo que se esparció por todo el universo católico la costumbre de armar pesebres por ocasión de Navidad.

Haga, lector, como los habitantes de Greccio. Arrodíllese piadosamente delante del Niño Jesús en el pesebre y, por intersección de la Santísima Virgen María, pida para Ud. y para todos sus seres queridos esta sonrisa que comunica felicidad, esa bendición que trasmite paz.