Tarde Navideña con los Heraldos del Evangelio

El pasado sábado 28 de diciembre, en la Casa de los Heraldos se tuvo un convivio familiar de Navidad.

La mismo comenzó con la Santa Misa con todos los papás y jóvenes que participan de las actividades de los fines de semana. En la homilía, el P. Álvaro Mejía,EP., ya estando en las vísperas de la fiesta de la Sagrada Familia, versó sobre la importancia de que la familia tome como modelo el sagrado Hogar de Nazaret. Luego de la Misa, se pasó unas diapositivas sobre las actividades más relevante de los Heraldos realizadas en el año de 2013, mientras los más jóvenes se preparaban para una sorpresa para los papás, que consistió en una emocionante obra de teatro titulada “El rey triste y el niño feliz”, que fue seguido con mucha atención por el selecto público y que no sólo arrancó aplausos sino también lágrimas.

Un Niño de Luz

Nevaba. De los labios brotaban sonrisas; de las miradas, alegría; y de los corazones, cariño. Era Navidad. En una pequeña ciudad suiza de los idos años de 1850, un niño llama do Guillermo vivía plácidamente en la confortable casa de su padre, un próspero comerciante.

Con 10 años de edad, disfrutaba el paraíso interior que sólo proporciona la inocencia. La noche anterior había ido con sus padres a la Misa de Gallo. La iglesia parecía una joya, llena de luces y adornos. Un hermoso pesebre despertaba la piedad de todos. Contemplando la imagen del Niño Dios en la cuna de paja, Guillermo se sintió de pronto como elevado en una nube dorada. Todo se había desvanecido a su alrededor y sólo que daba el Dios Infante, que con bondad infinita le hacía una invitación irresistible:

 –Naciste para cosas más grandes. ¡Ven y sígueme!

 Esa sonrisa divina caló en su alma. ¡Claro que lo seguiría! ¿Pero cómo?

Algunos días después, su padre lo llamó para decirle con aire solemne:

–Hijo mío, deseo para usted algo más importante que comprar y vender tejidos como su padre. Deberá convertirse en un ilustre profesor, en la gloria de nuestra familia. A partir del lunes, irá a estudiar en la escuela del maestro Zuquim.

Para Guillermo, los deseos de su padre eran ley, pero, por otra parte, sentía en el interior de su alma la llamada a una misión muy superior. ¿Cuál sería? ¿Y cómo conciliar la con la voluntad paterna?

Sin saber resolver la encrucijada, hizo como tantos niños de su edad: se olvidó de ella.

 ¿Quieres darme tu corazón?

Así pasaron los seis primeros meses de estudio. Caminando un día despreocupado rumbo a la escuela, le pareció ver a corta distancia un brillante globo moviéndose en su dirección.

Una vez frente a él se abrió, sirviendo de moldura a un deslumbrante niño de rostro luminoso. No tuvo dificultades para reconocer la misma fisonomía del Niño Jesús que había llenado de alegría su alma aquella noche de Navidad.

–Guillermo, ¿quieres darme tu corazón?

–¡Sí, por supuesto que sí! ¿Pero cómo?

–Muy fácil: de aquí en adelante me amarás solamente a mí, y harás todo lo que Yo quiero.

 –¡Mi corazón es todo tuyo! Pero mi padre me manda estudiar para que sea un gran profesor…

–Haré de ti un profesor famoso, con la misión de ser mi apóstol. Si te ocupas principalmente de la salvación de las almas, yo cuidaré tus intereses mucho mejor que tú. ¿Aceptas?

 –¡Sí! ¿Pero cómo sabré qué hacer?

–Permaneceré en tu alma y te orientaré cada vez que me lo pidas. No dejes de rezar mucho.

El globo se cerró y lentamente se fue. ¿Habría sido un sueño? ¿Un espejismo?

Lleno de luz y de felicidad, a Guillermo no le interesó esta pregunta.

Se sentía muy amado por Dios

A partir de ese día, su mayor cuidado era obedecer la voz que le hablaba “dentro del alma”. Siguiendo siempre su orientación, terminó el curso básico del Maestro Zuquim y se matriculó en la Escuela Parroquial. Fue un alumno ejemplar.

Historia, lenguas, matemáticas… ninguna materia era difícil para su inteligencia excepcional. Las clases de religión despertaban su avidez; quería expandir los horizontes de la fe para ser un buen apóstol de Jesús, y no perdía ocasión de conquistar almas para la Santa Iglesia.

Así pasaron algunos años en que todo le salía bien. Frente a cualquier dificultad, se recogía en oración y “oía” claramente la respuesta en el fondo de su alma. Se sentía muy amado por Dios y eso constituía su mayor alegría.

Sordera de alma, la peor desgracia

Por deseo del padre, Guillermo se trasladó a París e ingresó a la Universidad. Los primeros meses corrieron normalmente. Poco a poco, sin embargo, se dejó seducir por la carrera… Quería más tiempo para estudiar, así que disminuyó las actividades de apostolado con sus compañeros. Y desgracia aún mayor, comenzó a reducir cada vez más el tiempo dedicado a las oraciones. Ahora su corazón estaba dividido, pues no pertenecía exclusivamente al Niño Jesús. Éste lo seguía amando tal como siempre, pero Guillermo se había cerrado a ese amor.

Como consecuencia, se apagó la luz de su alma. La felicidad de su infancia desapareció, al punto que se preguntaba si habría sido real o una mera ilusión infantil. Ya no escuchaba esa voz que le hablaba con suavidad.

Le había ocurrido la peor de las desgracias: ¡quedar sordo a la voz de la gracia!

En esa triste situación espiritual, llegó a ser realmente un profesor de gran fama, ocupó altos cargos, amasó una buena fortuna.

Pero había cambiando la inocencia por los fugaces placeres del pecado; la vocación, por las treinta monedas de Judas. A los 74 años, cuando menos se lo esperaba, la muerte le hizo llegar su negra tarjeta de visita. Un ataque cardíaco –cuya gravedad le advirtió su médico– le anunciaba que la partida a la eternidad podía llegar en cualquier momento.

En un golpe de vista el Prof. Guillermo vio frente a sí la escena de su vida: el Bautismo, la Primera Comunión, el Niño Jesús que le sonreía, su promesa de entregarle exclusivamente su corazón, todos los inmundos pecados que ensuciaban su alma. Nada había quedado fuera de la “contabilidad” de la justicia divina. Una terrible voz redobló en su interior:

–Guillermo, Guillermo, ¿de qué te vale ganar el mundo entero si pierdes tu alma?

Era la voz de la gracia que le rompía los tímpanos para hacerse oír.

Aterrorizado, hizo lo que llevaba décadas sin hacer: recordó el Inmaculado Corazón de María, refugio de los pecadores, y rezó: “Sálvame Reina, Madre de misericordia…”

Confianza restauradora

En ese instante se abrió al frente suyo el mismo globo visto sesenta años atrás, pero esta vez servía de moldura al Hombre-Dios crucificado. Su augusta mirada era de reproche, pero también de clemencia.

–Señor, aunque yo no lo merezco, te pido por intercesión de tu Madre que me des algunos años de vida para hacer penitencia y reparar mi vocación frustrada.

–Tienes menos de una semana. Pero puedes repararlo todo en esos pocos días si practicas una penitencia. ¿Aceptas?

–¡Sí Señor! ¿Cuál es?

–Tener confianza. Confianza completa en la infinita misericordia de mi Sagrado Corazón, en la intercesión omnipotente de la Virgen María y en el amor que ambos tenemos por ti.

La Madre de Dios derramó gracias inimaginables sobre el Prof. Guillermo; su alma restaurada recobró la lozanía. Pidió un sacerdote y se confesó con verdadera contrición. Pocos días después recibió la Unción de los Enfermos y la Sagrada Eucaristía. Sus últimas palabras fueron: –¡Ay, si pudiera decirle a los hombres cuánto nos aman Dios y la Virgen a cada uno individualmente, sin excluir a nadie! ¡Cuántas personas se convertirían si lo supieran!

Fuente:http://es.natal.arautos.org/

Estrella de la Mañana

 En la Solemnidad de La Inmaculada Concepción, ofrecemos a nuestros lectores un pequeño trecho del “Pequeño Oficio de la Inmaculada, Comentado“, de autoria de Nuestro Fundador, Mons. Juan Clá Dias,

La evocadora belleza de este cuerpo celeste, refulgiendo en los albores del día constituye una expresiva representación del esplendor de la verdadera Estrella de la Mañana, María Santísima.

María es símbolo de la estrella

El Pe. Jourdain nos da algunas razones por las que Nuestra Señora está representado por el símbolo de la estrella: “El símbolo de la estrella encaja perfectamente en María. Nos hace comprender mejor sus inefables grandezas y lo que Ella representa para nosotros. «El sol es Jesucristo y María es la estrella», dice Hugo de San Víctor (…)

“Algunos astros sacan su luz del sol. María Santísima declara que Ella también sacó su luz del Sol de Justicia, Jesucristo. «Aquel que es poderoso -dice Ella- hizo en mí maravillas y su nombre es santo». Ella refleja tan perfectamente la luz divina, que la Iglesia no duda en aplicarle varios pasajes de la Sagrada Escritura que La conciernen, en primer lugar, la Sabiduría increada. (…)

“La estrella permanece siempre en el firmamento y jamás desciende a la tierra. La Santísima Virgen siempre llevó una vida sobrenatural: todos sus afectos estaban en el Cielo; nunca puso su espíritu en cosas terrenas y mundanas. Así el Esposo alabó su rostro diciendo que «Ella es como el Monte Carmelo» (Cánt. VII,5). Así como la cumbre del Carmelo nunca se cubrió de nubes y gozó siempre de un aire puro, así el alma de María jamás se inquietó por afectos terrenos y desordenados: Ella resplandecía con celestial serenidad. (…)

“Los antiguos veían la vida de las estrellas como incorruptible, inaccesible; de igual modo la destrucción que el tiempo proporciona a las cosas de la tierra. María estuvo exenta de toda corrupción: su carne no conoció la ruina del sepulcro, porque no tuvo origen en su alma el pecado.

“Una estrella extiende su luz con gran resplandor, sin menoscabo de su esencia. La Bienaventurada Virgen María, del mismo modo, sin detrimento de su virginidad, concibió en sus purísimas entrañas a Cristo, la Luz del mundo. (…)

“Las estrellas influyen sobre las criaturas terrenas, iluminándolas y contribuyendo a su desarrollo. Sin la luz del sol, de la luna y las estrellas el universo caería en una especie de caos. La bienaventurada Virgen María influye del mismo modo sobre el mundo oscurecido por las tinieblas del pecado: Ella lo ilumina, lo protege y lo conserva bajo su autoridad, de tal modo que, si Ella no existiera, hace ya mucho tiempo que el mundo habría desaparecido. (…)

“Una estrella, a pesar de su aparente inmovilidad, recorre con gran rapidez y perfecta regularidad distancias inimaginables. Así también, la Santísima Virgen recorrió una larguísima trayectoria en la vida de perfección y de los méritos, que sobresalió sobre todos los Santos y los Ángeles. (…) María es igualmente de una tal perseverancia, de una firmeza tan inconmovible, que siguió la voluntad de Dios sin apartarse jamás de Ella.

“Las estrellas dirigen a los que viajan, sobretodo a los navegantes; lo mismo nos dirige María en esta tierra de exilio y conduce a buen puerto a los que navegan por este ancho mar del mundo.

Jóvenes se consagran a Nuestra Señora

El domingo, 8 de diciembre,  se vivieron momentos de mucha emoción y gracia sobrenatural en la Casa de los Heraldos del Evangelio en El Salvador, ya que un grupo de jóvenes participantes de las actividades de los Heraldos, en una solemne Eucaristía, presidida por el P. Michael Carlson EP, se consagraron a Jesucristo como esclavos de Amor por las manos de María, según las enseñanzas de San Luis Maria Grignon de Monfort.

Después de un profundo estudio del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, de San Luis, y de haber cumplido con las prescripciones de las oraciones y meditaciones durante los 33 días de preparación, realizaron la tan esperada consagración y con esto servir a Dios de una manera más perfecta, es decir, haciéndose todo dependientes de Aquella que es la Medianera de todas las Gracias, la Virgen Inmaculada.

 

Gran Concierto Navideño con los Heraldos del Evangelio

En el primer domingo de Adviento, 1º de diciembre los Heraldos del Evangelio de El Salvador dieron, el Gran Concierto Navideño en los salones del  Hotel Sheraton Presidente, el cual se llenó de alegría, espíritu y regocijo para la celebración navideña, que conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén.

La quinta edición del concierto navideño de los Heraldos del Evangelio debutó su primer relato cantado llamado “Oratorio de Navidad”, escrito por el compositor alemán, Heinrich Schütz, y a seguir con los cantos de los más bellos villancicos de todo el mundo.

El “Oratorio de Navidad” transmitió la belleza, la dulzura y la suavidad del ambiente navideño, por medio de la música, contando la versión de los Evangelios del nacimiento de Cristo, la anunciación del ángel, la huida a Egipto y el retorno a Tierra Santa.

Los villancicos en diferentes idiomas: español, alemán, francés, latín, portugués, italiano, entre otros, se oyeron en el Salón, “Adeste Fideles”, “El niño del tambor”, “Stille” (Nacht-Noche de paz), “Campanas sobre campanas”, “Les Anges”, conocida como “Gloria in Excelsis Deo”,  “Arre Burriquita”, “Los peces en el río” y “Oh Holy Night”.

Más que una velada musical, ha sido  una preparación navideña para festejar el nacimiento de nuestro Salvador.