Un Niño de Luz

Nevaba. De los labios brotaban sonrisas; de las miradas, alegría; y de los corazones, cariño. Era Navidad. En una pequeña ciudad suiza de los idos años de 1850, un niño llama do Guillermo vivía plácidamente en la confortable casa de su padre, un próspero comerciante.

Con 10 años de edad, disfrutaba el paraíso interior que sólo proporciona la inocencia. La noche anterior había ido con sus padres a la Misa de Gallo. La iglesia parecía una joya, llena de luces y adornos. Un hermoso pesebre despertaba la piedad de todos. Contemplando la imagen del Niño Dios en la cuna de paja, Guillermo se sintió de pronto como elevado en una nube dorada. Todo se había desvanecido a su alrededor y sólo que daba el Dios Infante, que con bondad infinita le hacía una invitación irresistible:

 –Naciste para cosas más grandes. ¡Ven y sígueme!

 Esa sonrisa divina caló en su alma. ¡Claro que lo seguiría! ¿Pero cómo?

Algunos días después, su padre lo llamó para decirle con aire solemne:

–Hijo mío, deseo para usted algo más importante que comprar y vender tejidos como su padre. Deberá convertirse en un ilustre profesor, en la gloria de nuestra familia. A partir del lunes, irá a estudiar en la escuela del maestro Zuquim.

Para Guillermo, los deseos de su padre eran ley, pero, por otra parte, sentía en el interior de su alma la llamada a una misión muy superior. ¿Cuál sería? ¿Y cómo conciliar la con la voluntad paterna?

Sin saber resolver la encrucijada, hizo como tantos niños de su edad: se olvidó de ella.

 ¿Quieres darme tu corazón?

Así pasaron los seis primeros meses de estudio. Caminando un día despreocupado rumbo a la escuela, le pareció ver a corta distancia un brillante globo moviéndose en su dirección.

Una vez frente a él se abrió, sirviendo de moldura a un deslumbrante niño de rostro luminoso. No tuvo dificultades para reconocer la misma fisonomía del Niño Jesús que había llenado de alegría su alma aquella noche de Navidad.

–Guillermo, ¿quieres darme tu corazón?

–¡Sí, por supuesto que sí! ¿Pero cómo?

–Muy fácil: de aquí en adelante me amarás solamente a mí, y harás todo lo que Yo quiero.

 –¡Mi corazón es todo tuyo! Pero mi padre me manda estudiar para que sea un gran profesor…

–Haré de ti un profesor famoso, con la misión de ser mi apóstol. Si te ocupas principalmente de la salvación de las almas, yo cuidaré tus intereses mucho mejor que tú. ¿Aceptas?

 –¡Sí! ¿Pero cómo sabré qué hacer?

–Permaneceré en tu alma y te orientaré cada vez que me lo pidas. No dejes de rezar mucho.

El globo se cerró y lentamente se fue. ¿Habría sido un sueño? ¿Un espejismo?

Lleno de luz y de felicidad, a Guillermo no le interesó esta pregunta.

Se sentía muy amado por Dios

A partir de ese día, su mayor cuidado era obedecer la voz que le hablaba “dentro del alma”. Siguiendo siempre su orientación, terminó el curso básico del Maestro Zuquim y se matriculó en la Escuela Parroquial. Fue un alumno ejemplar.

Historia, lenguas, matemáticas… ninguna materia era difícil para su inteligencia excepcional. Las clases de religión despertaban su avidez; quería expandir los horizontes de la fe para ser un buen apóstol de Jesús, y no perdía ocasión de conquistar almas para la Santa Iglesia.

Así pasaron algunos años en que todo le salía bien. Frente a cualquier dificultad, se recogía en oración y “oía” claramente la respuesta en el fondo de su alma. Se sentía muy amado por Dios y eso constituía su mayor alegría.

Sordera de alma, la peor desgracia

Por deseo del padre, Guillermo se trasladó a París e ingresó a la Universidad. Los primeros meses corrieron normalmente. Poco a poco, sin embargo, se dejó seducir por la carrera… Quería más tiempo para estudiar, así que disminuyó las actividades de apostolado con sus compañeros. Y desgracia aún mayor, comenzó a reducir cada vez más el tiempo dedicado a las oraciones. Ahora su corazón estaba dividido, pues no pertenecía exclusivamente al Niño Jesús. Éste lo seguía amando tal como siempre, pero Guillermo se había cerrado a ese amor.

Como consecuencia, se apagó la luz de su alma. La felicidad de su infancia desapareció, al punto que se preguntaba si habría sido real o una mera ilusión infantil. Ya no escuchaba esa voz que le hablaba con suavidad.

Le había ocurrido la peor de las desgracias: ¡quedar sordo a la voz de la gracia!

En esa triste situación espiritual, llegó a ser realmente un profesor de gran fama, ocupó altos cargos, amasó una buena fortuna.

Pero había cambiando la inocencia por los fugaces placeres del pecado; la vocación, por las treinta monedas de Judas. A los 74 años, cuando menos se lo esperaba, la muerte le hizo llegar su negra tarjeta de visita. Un ataque cardíaco –cuya gravedad le advirtió su médico– le anunciaba que la partida a la eternidad podía llegar en cualquier momento.

En un golpe de vista el Prof. Guillermo vio frente a sí la escena de su vida: el Bautismo, la Primera Comunión, el Niño Jesús que le sonreía, su promesa de entregarle exclusivamente su corazón, todos los inmundos pecados que ensuciaban su alma. Nada había quedado fuera de la “contabilidad” de la justicia divina. Una terrible voz redobló en su interior:

–Guillermo, Guillermo, ¿de qué te vale ganar el mundo entero si pierdes tu alma?

Era la voz de la gracia que le rompía los tímpanos para hacerse oír.

Aterrorizado, hizo lo que llevaba décadas sin hacer: recordó el Inmaculado Corazón de María, refugio de los pecadores, y rezó: “Sálvame Reina, Madre de misericordia…”

Confianza restauradora

En ese instante se abrió al frente suyo el mismo globo visto sesenta años atrás, pero esta vez servía de moldura al Hombre-Dios crucificado. Su augusta mirada era de reproche, pero también de clemencia.

–Señor, aunque yo no lo merezco, te pido por intercesión de tu Madre que me des algunos años de vida para hacer penitencia y reparar mi vocación frustrada.

–Tienes menos de una semana. Pero puedes repararlo todo en esos pocos días si practicas una penitencia. ¿Aceptas?

–¡Sí Señor! ¿Cuál es?

–Tener confianza. Confianza completa en la infinita misericordia de mi Sagrado Corazón, en la intercesión omnipotente de la Virgen María y en el amor que ambos tenemos por ti.

La Madre de Dios derramó gracias inimaginables sobre el Prof. Guillermo; su alma restaurada recobró la lozanía. Pidió un sacerdote y se confesó con verdadera contrición. Pocos días después recibió la Unción de los Enfermos y la Sagrada Eucaristía. Sus últimas palabras fueron: –¡Ay, si pudiera decirle a los hombres cuánto nos aman Dios y la Virgen a cada uno individualmente, sin excluir a nadie! ¡Cuántas personas se convertirían si lo supieran!

Fuente:http://es.natal.arautos.org/

Estrella de la Mañana

 En la Solemnidad de La Inmaculada Concepción, ofrecemos a nuestros lectores un pequeño trecho del “Pequeño Oficio de la Inmaculada, Comentado“, de autoria de Nuestro Fundador, Mons. Juan Clá Dias,

La evocadora belleza de este cuerpo celeste, refulgiendo en los albores del día constituye una expresiva representación del esplendor de la verdadera Estrella de la Mañana, María Santísima.

María es símbolo de la estrella

El Pe. Jourdain nos da algunas razones por las que Nuestra Señora está representado por el símbolo de la estrella: “El símbolo de la estrella encaja perfectamente en María. Nos hace comprender mejor sus inefables grandezas y lo que Ella representa para nosotros. «El sol es Jesucristo y María es la estrella», dice Hugo de San Víctor (…)

“Algunos astros sacan su luz del sol. María Santísima declara que Ella también sacó su luz del Sol de Justicia, Jesucristo. «Aquel que es poderoso -dice Ella- hizo en mí maravillas y su nombre es santo». Ella refleja tan perfectamente la luz divina, que la Iglesia no duda en aplicarle varios pasajes de la Sagrada Escritura que La conciernen, en primer lugar, la Sabiduría increada. (…)

“La estrella permanece siempre en el firmamento y jamás desciende a la tierra. La Santísima Virgen siempre llevó una vida sobrenatural: todos sus afectos estaban en el Cielo; nunca puso su espíritu en cosas terrenas y mundanas. Así el Esposo alabó su rostro diciendo que «Ella es como el Monte Carmelo» (Cánt. VII,5). Así como la cumbre del Carmelo nunca se cubrió de nubes y gozó siempre de un aire puro, así el alma de María jamás se inquietó por afectos terrenos y desordenados: Ella resplandecía con celestial serenidad. (…)

“Los antiguos veían la vida de las estrellas como incorruptible, inaccesible; de igual modo la destrucción que el tiempo proporciona a las cosas de la tierra. María estuvo exenta de toda corrupción: su carne no conoció la ruina del sepulcro, porque no tuvo origen en su alma el pecado.

“Una estrella extiende su luz con gran resplandor, sin menoscabo de su esencia. La Bienaventurada Virgen María, del mismo modo, sin detrimento de su virginidad, concibió en sus purísimas entrañas a Cristo, la Luz del mundo. (…)

“Las estrellas influyen sobre las criaturas terrenas, iluminándolas y contribuyendo a su desarrollo. Sin la luz del sol, de la luna y las estrellas el universo caería en una especie de caos. La bienaventurada Virgen María influye del mismo modo sobre el mundo oscurecido por las tinieblas del pecado: Ella lo ilumina, lo protege y lo conserva bajo su autoridad, de tal modo que, si Ella no existiera, hace ya mucho tiempo que el mundo habría desaparecido. (…)

“Una estrella, a pesar de su aparente inmovilidad, recorre con gran rapidez y perfecta regularidad distancias inimaginables. Así también, la Santísima Virgen recorrió una larguísima trayectoria en la vida de perfección y de los méritos, que sobresalió sobre todos los Santos y los Ángeles. (…) María es igualmente de una tal perseverancia, de una firmeza tan inconmovible, que siguió la voluntad de Dios sin apartarse jamás de Ella.

“Las estrellas dirigen a los que viajan, sobretodo a los navegantes; lo mismo nos dirige María en esta tierra de exilio y conduce a buen puerto a los que navegan por este ancho mar del mundo.

Jóvenes se consagran a Nuestra Señora

El domingo, 8 de diciembre,  se vivieron momentos de mucha emoción y gracia sobrenatural en la Casa de los Heraldos del Evangelio en El Salvador, ya que un grupo de jóvenes participantes de las actividades de los Heraldos, en una solemne Eucaristía, presidida por el P. Michael Carlson EP, se consagraron a Jesucristo como esclavos de Amor por las manos de María, según las enseñanzas de San Luis Maria Grignon de Monfort.

Después de un profundo estudio del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, de San Luis, y de haber cumplido con las prescripciones de las oraciones y meditaciones durante los 33 días de preparación, realizaron la tan esperada consagración y con esto servir a Dios de una manera más perfecta, es decir, haciéndose todo dependientes de Aquella que es la Medianera de todas las Gracias, la Virgen Inmaculada.

 

Gran Concierto Navideño con los Heraldos del Evangelio

En el primer domingo de Adviento, 1º de diciembre los Heraldos del Evangelio de El Salvador dieron, el Gran Concierto Navideño en los salones del  Hotel Sheraton Presidente, el cual se llenó de alegría, espíritu y regocijo para la celebración navideña, que conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén.

La quinta edición del concierto navideño de los Heraldos del Evangelio debutó su primer relato cantado llamado “Oratorio de Navidad”, escrito por el compositor alemán, Heinrich Schütz, y a seguir con los cantos de los más bellos villancicos de todo el mundo.

El “Oratorio de Navidad” transmitió la belleza, la dulzura y la suavidad del ambiente navideño, por medio de la música, contando la versión de los Evangelios del nacimiento de Cristo, la anunciación del ángel, la huida a Egipto y el retorno a Tierra Santa.

Los villancicos en diferentes idiomas: español, alemán, francés, latín, portugués, italiano, entre otros, se oyeron en el Salón, “Adeste Fideles”, “El niño del tambor”, “Stille” (Nacht-Noche de paz), “Campanas sobre campanas”, “Les Anges”, conocida como “Gloria in Excelsis Deo”,  “Arre Burriquita”, “Los peces en el río” y “Oh Holy Night”.

Más que una velada musical, ha sido  una preparación navideña para festejar el nacimiento de nuestro Salvador.

 

 

 

 

Una Mañana con María en San Pedro Masahuat

El domingo 3 de noviembre, los Heraldos del Evangelio en conjunto con la parroquia San Pedro de Masahuat, diócesis de Zacatecoluca, departamento de La Paz, se llevó a cabo una “Mañana con María”. El evento comenzó con una procesión, desde la entrada de la ciudad hasta la parroquia, con la imagen del Inmaculado Corazón de María, que era esperada por el Párroco, el P. Juan Fernando Echaverría y junto con él una multitud de fervorosos fieles.  También tuvieron una participación toda especial el Apostolado del Oratorio de las diversas comunidades de la parroquia. La procesión fue acompañada por la banda constituida por los jóvenes de la parroquia, que animaban la peregrinación con sus toques entre misterio y misterio del Santo Rosario.

Al llegar al templo la imagen peregrina entró en triunfo hasta el altar donde fue solemnemente coronada como reina de todos los corazones de los fieles de San Pedro Masahuat.

El P. Juan Fernando dio unas palabras de bienvenida a Nuestra Señora y quiso que la imagen se pasease por las naves de la iglesia para así los feligreses poder venerar mejor a tan augusta Madre, al término de la cual fue llevada a un hermoso altar preparado para la ocasión.

A seguir de siguió una charla sobre la importancia del mensaje de la Virgen de Fátima en Portugal, mostrando como lo que dijo Nuestra Señora a los pastorcitos, hace 96, años continúa siendo de mucha actualidad. Se recalcó el valor del  rezo del Rosario, de la conversión y de la penitencia.

Para ilustrar la charla, a seguir se puso en escena la parábola del Hijo pródigo, que fue seguida con mucha atención por los asistentes.

La “Mañana con María” fue coronada con broche de oro con la Solemne Misa de clausura celebrada por el P. Javier Pérez, EP., y con-celebrada por el P. Juan Fernando,dentro de la celebración, después de la homilía, los Coordinadores del Apostolado del Oratorio, pudieron recibir el pin y las capas distintivas de su apostolado y también el P. Juan Fernando le obsequió al P. Javier una hermosa casulla. Al finalizar la misa la feligresía pudo acercarse a la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María, para besar sus pies y pedirle gracias espirituales y materiales.

Peregrinación a Chalatenango

Con motivo del 96º aniversario de la última aparición de la Virgen de Fátima, los Heraldos del Evangelio en conjunto con la Diócesis de Chalatenango, El Salvador, promovieron una peregrinación de la imagen del Inmaculado Corazón de María de Fátima  a la Ciudad de Chalatenango. El acto comenzó con una procesión con la Imagen, acompañada por  medio millar de fieles, que terminó en la Catedral dedicada a San Juan Bautista, donde fue recibida por Mons. Luis Morao Andreazza, OFM. Obispo de Chalatenango, Mons. Marco Tulio León, párroco de la Catedral y una multitud de devotos llenos de entusiasmo y entre aplausos. La imagen fue solemnemente coronada por el Obispo de Chalatenango como reina de todos los corazones de los presentes y de toda la Diócesis, y a seguir se celebró la Santa Misa. La imagen visitó, por la tarde, inúmeros hogares y la Peregrinación finalizó con una Misa de clausura y una emotiva procesión de velas dentro de la Catedral.

Milagro Eucarístico de Alboraya

Aquel día de julio de 1348 llovía a cántaros en Alboraya, poblado de la región de Valencia (España). Numerosos relámpagos, seguidos de truenos aterradores, acentuaban el peligro del fuerte aguacero. Sentado junto a la ventana, el párroco preparaba el sermón de la misa dominical, confiado en que la inclemencia del tiempo lo libraría de interrupciones.

Por esto mismo, no fue pequeña su sorpresa al ver que el molinero de Almácera, la aldea vecina, se acercaba a toda carrera:

–¿Qué pasa, hijo mío?

–¡Padre, lo necesitamos con urgencia! ¡Un pobre enfermo de Almácera está muy mal y ruega que le den el Santo Viático!

El párroco titubeó un momento. Salir con el Santísimo Sacramento bajo aquella tempestad desatada parecía un acto de gran imprudencia; pero su corazón sacerdotal amante de la Eucaristía no podía dejar morir a un parroquiano sin ese consuelo en la hora decisiva, y respondió con aplomo:

–¡Vamos, hijo mío!

Se revistió con sobrepelliz y estola, montó en la mula traída por el molinero y lo siguió a casa del agonizante.

Para llegar hasta Almácera era necesario vadear un pequeño río llama llamado Carraixet. Si la travesía era incómoda en condiciones normales, en época de lluvias llegaba a ser francamente peligrosa.

No obstante, lograron pasar sin gran esfuerzo y llegaron a tiempo para oír en confesión al feligrés moribundo y darle el Santísimo Sacramento.

Pero a la vuelta esperaba el Carraixet desbordado. La impetuosa corriente derribó al sacerdote de la mula, el copón se escapó de sus manos y fue tragado por las aguas, ¡todavía con tres Hostias consagradas!

Al párroco de Alboraya no le faltaba energía ni valor. Se lanzó al torrente para recuperar el copón, pero fue en vano. La noticia del accidente se divulgó con rapidez y muchos campesinos de los alrededores llegaron para ayudar al rescate. Tras una noche entera de búsqueda, el copón fue encontrado al alba vacío y destapado.

Llenos de fe y de amor al Señor Sacramentado, aquellos campesinos no desmayaron; unos nadando y otros a lo largo de las orillas, prosiguieron la búsqueda hasta llegar a la desembocadura del río en el mar.

Ahí fueron testigos de un espléndido milagro: tres grandes peces bañados por una luz resplandeciente permanecían inmóviles en el tumulto de las aguas, levantando sus cabezas y sujetando cada uno en su boca una de las preciosísimas Hostias.

Los vecinos de Alboraya cayeron de rodillas y se quedaron en adoración al Santísimo Sacramento, mientras alguien corrió a comunicar la buena noticia al párroco. Éste no tardó en llegar vestido con sobrepelliz, estola y capa pluvial, seguido por una multitud de hombres, mujeres y niños. Entonces, los peces se acercaron a la orilla para depositar las tres Formas en las manos del sacerdote.

El párroco colocó las Hostias en un rico cáliz y se reunió con los fie­les, que cantaban himnos al Señor Sacramentado, y junto a ellos partió en procesión hacia la iglesia de Alboraya, donde celebró una solemne mi­sa en acción de gracias.

Seguidamente redactó un infor­me al obispo de Valencia, Mons. Hugo de Fenollet, sobre el prodi­gioso acontecimiento. El obispo mandó investigar la veracidad de los hechos mediante las declaracio­nes de los testigos ante el notario eclesiástico.

En memoria del milagro se edifi­caron dos capillas, una cerca del lu­gar en donde cayó el párroco y otra junto al mar. El copón recuperado del río fue obsequiado al obispo de Almácera.

En otro hermoso copón quedó grabada la escena de los tres peces tomando las santas Hostias, con la si­guiente inscripción:

Quis divina neget Panis Mysteria quando muto etiam piscis praedicat ore fidem? – “¿Quién negará de este Pan el Misterio, cuando un mudo pez nos predica la fe?”

Santos Ángeles Custodios

Mucho antes que las definiciones teológicas de los últimos siglos, la enseñanza sobre los ángeles encuentra su fundamento en la autoridad de las Sagradas Escrituras y de los Padres de la Iglesia. Tanto en el Antiguo como el Nue­vo Testamento hay numerosos pasajes que muestran a los ángeles en la ta­rea de proteger y guiar a los hombres o sirviendo como mensajeros de Dios. El versículo 11 del Salmo 90 mencio­na claramente a los ángeles de la guar­da: “Él te encomendó a sus ángeles pa­ra que te cuiden en todos tus caminos” .

Si en algunas ocasiones los encarga­dos de misiones en la tierra son ángeles de la más alta jerarquía celestial –los casos de san Gabriel y san Rafael–, en muchas otras se trata de una actuación del ángel guardián de la persona invo­lucrada, aunque la Biblia no lo mencio­na específicamente. Esa es la impre­sión que deja, por ejemplo, la lectura del profeta Daniel, salvado de las fie­ras hambrientas en la cárcel, cuando declara ante el rey Darío: “Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la bo­ca de los leones para que no me hiciesen mal” (Dn6,   22). Del mismo modo, en los Hechos de los Apóstoles vemos a san Pedro liberado de la prisión por un ángel (Cf. Hch12, 1-11).

Nuestro Señor hace una referencia muy clara a los ángeles de la guarda cuando dice: “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Pa­dre que está en los cielos” (Mt18, 10).

San Pablo, en la Epístola a los He­breos, enseña que todos los ángeles son espíritus al servicio de Dios, quien les confía misiones a favor de los herederos de la salvación eterna (Cf. Heb1, 14).

Los Padres de la Iglesia

Siguiendo la huella de las Sagra­das Escrituras, la mayoría de los Pa­dres de la Iglesia habla de los ángeles como custodios del hombre. San Ba­silio Magno declara en la obra Adver­sus Eunomium “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor, para conducirlo a la vida”.

En el siglo II, Hermas, en la obra “El Pastor”, dice que todo hombre posee un ángel de la guarda que lo inspira y aconseja para practicar la justicia y huir del mal. En el siglo III la creencia en los ángeles custodios echaba raíces en el espíritu cristiano, tanto que Orígenes le dedica varios pasajes, y sobre la misma materia encontramos hermosos textos de san Basilio, san Hilario de Poitiers, san Gregorio Nacianceno, san Grego­rio de Nisa, san Cirilo de Alejandría, san Jerónimo. Todos ellos enseñan que: el ángel custodio preside las oraciones de los fieles, ofreciéndolas a Dios por medio de Cristo; como nuestro guía, le pide a Dios que nos libre de los peligros y nos lleve a la bienaventuranza; es co­mo un escudo que nos rodea y protege; es un preceptor que nos enseña el culto y la adoración; nuestra dignidad es más grande por disponer de un ángel pro­tector desde el nacimiento.

Los ángeles, en relación a nosotros, son como hermanos mayores, encargados por el Padre común para conducirnos rumbo a la Patria Celeste. Tienen la misión de guiarnos y de apartar de nosotros, en misteriosa medida, los obstáculos del camino. Su “custodia” no consiste en asistirnos y defendernos como lo haría un subalterno, sino en una especie de tutela protectora que se adapta a nuestra libertad humana y que será tanto más eficaz cuanto más nos apoyemos en ella con confianza y buena voluntad.

La principal ocupación del ángel de la guarda, nos dice Santo Tomás, es iluminar nuestra inteligencia: “La guarda de los ángeles tiene como último y principal efecto la iluminación doctrinal” (Suma Teológica I, 113, 2).

El Catecismo de la Iglesia Católi­ca se refiere a la misión del ángel de la guarda con nosotros: “Desde la infan­cia a la muerte, la vida humana está ro­deada de su custodia y de su intercesión” (n. 336); y el Papa Juan Pablo II, en la Audiencia General del 6 de agosto de 1986, acentúa que “la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y re­comendando que se recurra a su protec­ción con una oración frecuente, como la invocación ‘Ángel del Señor’.”

Oración al Ángel de la Guarda

Ángel de la Guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, no me dejes solo, que me perdería. Hasta que me pongas en paz y alegría, con todos los santos, Jesús, José y María.

 

Para saber más

Consuelo en San Martín Jilotepque, Guatemala

El 9 de septiembre 2013, en San Martín Jilotepeque, Guatemala, un bus de pasajeros sufrió un terrible accidente, cayendo a una hondonada en el kilómetro 64 de la ruta hacia la cabecera departamental.
Los Heraldos del Evangelio, fueron invitados por el Padre Delfino López (párroco de San Martín Jilotepeque), para participar en las actividades programadas por cumplirse 9 días del trágico accidente, en el cual, fallecieron 48 personas y hasta el día 18 de septiembre, la cifra era de 54 fallecidos. Los Heraldos del Evangelio llevaron la imagen del Inmaculado Corazón de Maria de Fátima, al llegar al lugar, la Imagen de Nuestra Señora como también el Patrono del lugar (San Martín), familiares y pobladores se acercaron lo más posible al sitio del percance, como un acto simbólico de fraternidad y consternación ante la tragedia.
Al llegar al lugar del accidente, el Padre Delfino (párroco del lugar) rezó el Responsum y luego, bendijo la placa en la base de una cruz que será colocada, que contiene los nombres de los fallecidos y Los Heraldos del Evangelio, con autorización del Padre Delfino, dejaron una medalla de la Virgen de Fátima, como símbolo de unión de fe y esperanza a los deudos.
Se continuó con La Santa Misa, celebrada por el Padre Delfino, la Homilía estuvo a cargo del Padre Javier Pérez, EP (Heraldos del Evangelio). Las Imágenes de Nuestra Señora y el patrono del lugar, fueron colocados juntos en el altar improvisado en el sitio del siniestro.
Seguidamente, tuvo lugar la procesión hacia la Parroquia de San Martín. El recorrido de la procesión fue de aproximadamente 8 Km. A pesar del largo tramo de la procesión, las personas se mostraban fuertes y perseverantes, trataban de cargar la imagen de Nuestra Señora, una y otra vez.
Se recorrió parte del pueblo hasta llegar a la Iglesia Parroquial y se ingresó a esta de manera muy solemne y respetuosa. La cantidad de personas sobrepasó la capacidad de la del templo, por lo que muchos quedaron a las afueras de la misma, escuchando a través de un equipo que auxilio el sonido durante el evento.
El Padre Delfino dio la bendición y agradecimiento a todos los participantes y colaboradores, exhortando a la reflexión y a guardar nuestras almas en gracia de Dios.
Familiares de algunas de las victimas fallecidas, se acercaron al Padre Javier para agradecer las gracias recibidas por la Imagen de Nuestra Madre Santísima y la participación de los Heraldos del Evangelio.

Letanías a Santa Teresita del Niño Jesús

Letanías a Santa Teresita del Niño Jesús

Santa Teresita del Niño Jesús, ruega por nosotros

Señor ten piedad de nosotros,

R/. Por las lágrimas de María, vuestra Hija poderosísima.

Jesucristo, ten piedad de nosotros.

R/. Por las lágrimas de María, vuestra Madre amadísima,

Señor ten piedad de nosotros,

R/. Por las lágrimas de María, tu Esposa amorosísima y misericordiosísima.

 

Santa María, ruega por nosotros

Santa Teresita del Niño Jesús, ruega por nosotros

Ángel de inocencia, ruega por nosotros

Alegría de tus padres, ruega por nosotros

Modelo de la infancia, ruega por nosotros

Esposa de Jesucristo, ruega por nosotros

Espejo de los que hacen la Primera Comunión, ruega por nosotros

Devotísima del santo escapulario, ruega por nosotros

Fidelísima a la regla Carmelitana, ruega por nosotros

Ejemplo de pobreza, ruega por nosotros

Ejemplo de castidad, ruega por nosotros

Ejemplo de obediencia, ruega por nosotros

Ejemplo de la vida monástica, ruega por nosotros

Aurora de renovación de la vida espiritual, ruega por nosotros

Guía seguro de las almas, ruega por nosotros

Que prometiste una lluvia de rosas, ruega por nosotros

V/. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,

R/. Perdónanos, Señor.

V/. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,

R/. Escúchanos, Señor

V/. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,

R/. Ten piedad de nosotros.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria (tres veces).

V/. Ruega por nosotros, Santa Teresita del Niño Jesús.

R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

Oremos: ¡Oh Dios que te dignaste designar a tu sierva Santa Teresita del Niño Jesús, como ejemplo para nosotros, concédenos la gracia de imitarla y de, por su intercesión, alcanzar lo que te pedimos!

¡Oh Corazón Sapiencial e Inmaculado de María que abrasaste con el fuego de tu amor el alma de Santa Teresita del Niño Jesús, concédenos la gracia de amarte y de hacerte amar siempre! Amén.