¿Por qué abstenerse de comer carne durante Cuaresma?

 La Iglesia Católica ha determinado varias formas de penitencia que ayudan a los fieles a educar su alma, para alejarse del pecado y permanecer o regresar al camino de Dios. Una de estas maneras penitenciales es la abstinencia de comer carne, que más allá del tipo de alimento, es un signo que ofrece la Iglesia para recordar y vivir el tiempo de la Cuaresma en preparación a la Pascua de Resurrección.

cenizaSobre la penitencia el Código de Derecho Canónico, en su numeral 1249, dice: ” Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen”.

Estos tiempos penitenciales, determinados por la Iglesia Universal (cánones del 1250 al 1253) son todos los viernes del año y todo el tiempo de Cuaresma. Por su parte la abstinencia de carne ha de guardarse todos los viernes de Cuaresma -siempre y cuando éstos no coincidan con alguna solemnidad litúrgica; y el ayuno más la abstinencia cada Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

La Conferencia Episcopal de cada país también puede determinar el modo de observar tanto el ayuno como la abstinencia, sustituyendo en todo o en parte otras maneras penitenciales, como lo hizo el Episcopado Estadounidense que obtuvo permiso de la Santa Sede para que los católicos pudiesen sustituir la penitencia de los viernes del año por un acto de caridad.

Pero no a todos obliga la ley de abstinencia, de acuerdo con el Código de Derecho Canónico ésta sólo es obligatoria a partir de los 14 años de edad, mientras que el ayuno es obligatorio para todos los mayores de edad, a partir de los 18 hasta los 59. Pero para todos la Iglesia recomienda: “cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno y la abstinencia”.

En últimas, como se subraya en uno de los blogs de infocatolica.com, la abstinencia como el ayuno son signos penitenciales que “nos despiertan de nuestro letargo, para que no se nos pase este tiempo maravilloso de conversión sin pena ni gloria (…) porque quizá no tengamos otro momento para volvernos a Dios”.

 Fuente: Redacción (Miércoles, 18-02-2015, Gaudium Press)

CUARESMA: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”

QUE EL CAMINO CUARESMAL PRODUZCA CAMBIOS DE ACTITUD, TAN NECESARIOS EN EL MUNDO DE HOY RUMBO AL ORDEN Y LA PAZ, NO SOLO EN LA FAMILIA SINO ESPECIALMENTE EN LA SOCIEDAD.

5011_M_fa921190aQuien impone las cenizas al inicio de la Cuaresma al papa, pronunciando: “Conviértete y cree en el Evangelio” o “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, es el cardenal sacerdote de la parroquia de Santa Sabina, en Roma.

Especial situación, y no menor preocupación, fue para el cardenal Jozef Tomko que sería, en su momento, quien las impondría a Juan Pablo II. Eran dos frases, una u otra, difíciles de decir, reconocía el purpurado en entrevista al L’Osservatore Romano (6-2-2008).

La primera frase, aludía este prelado, era el papa quien se la tendría que decir: “¿cómo puedo recordárselo yo al papa?” Más difícil era pronunciar la segunda, pues Juan Pablo II estaba en edad avanzada y “era como recordarle de nuevo lo que él no solo sabía, sino que lo sentía en su cuerpo”. Ante difícil elección, optaría por una fórmula que sabía no era suya, “sino las palabras de Dios ante las que todos debemos inclinar la cabeza”.

Lo narrado nos introduce en el camino de la Cuaresma, tiempo de combate espiritual, en que rechazando el mundo secularizado, nos invita a “escuchar la Palabra de verdad; vivir, hablar y hacer la verdad; evitar la mentira, que envenena a la humanidad y es la puerta de todos los males” (Benedicto XVI, 1-3-2006).

Las cenizas -bendecidas por el sacerdote- tienen su origen en los ramos quemados del año anterior. El ministro las coloca en la frente en forma de cruz. Permanecen así, durante el día, los católicos, con la marca de la cruz de Cristo en sus frentes, proclamando su fe con ufanía, ante el mundo descreído que los rodea.

Trae a la memoria, este ceremonial de luto y de dolor, nuestra fragilidad, el pecado, el fin de hombre y lo pasajero de los bienes de este mundo; nos compenetra de cómo debemos humillarnos y hacer penitencia.

El “conviértete y cree en el Evangelio” hace presente el caminar rumbo a una conversión auténtica y profunda. El “recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, evoca lo efímero de nuestra naturaleza; pues, queramos o no, seremos transformados en polvo. Algunos sacerdotes pronuncian una u otra, sucesivamente, como que dejando en la mano del propio Dios, las palabras que recibirá el fiel al aproximarse.

cenizasProfundo es el simple rito, signo de verdadera penitencia, del deseo de una profunda “metanoia” espiritual, de un cambio de mentalidad que transforme y renueve al hombre. Iniciando el Miércoles de Ceniza y concluyendo el Jueves Santo, 40 días, de ahí el título de Cuaresma.

En este itinerario se nos invita a practicar con más intensidad tres obras de piedad: el ayuno, la limosna y la oración.

Ayunar. Abstenernos de comida, no es la única privación a practicar. Lo principal, decía Benedicto XVI, será “abstenernos del mal y de vivir el Evangelio. No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de la Palabra de Dios” (9-3-2011). Será renunciar al amor propio, a las faltas de paciencia, a las actitudes violentas con relación al prójimo, a la mentira, al consumismo.

La limosna deberá estar marcada por la prodigalidad hacia las necesidades de nuestro prójimo, especialmente de los que sufren. Mucho nos impactamos con la pobreza material, poco comprendemos que hay una mucho más dolorosa: “la pobreza espiritual”.

La oración. Tengamos una oración más fiel, que surja de nuestro corazón, que no sea apenas de los labios: “no todo el que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7, 21): orar, meditar, vivir la Palabra de Dios.

El tiempo cuaresmal invita a que cada familia, cada comunidad, aparten de sí todo lo que aleje de las cosas espirituales. Que se alimenten de la oración en familia, de la lectura de la Palabra de Dios, se acerquen al sacramento de la reconciliación, participen de la Eucaristía dominical, y siempre que puedan de la semanal.

Conversión, no apenas por estos 40 días, ni superficial, sino profunda. Que produzca cambios de actitud, tan necesarios en el mundo de hoy rumbo al orden y la paz, no solo en la familia, también y especialmente, en la sociedad. Que tengamos, por lo tanto, un sincero y profundo propósito de arrepentimiento y cambio de vida. Es lo que les deseo a todos y cada uno.