P. Fernando Gioia, EP.
Entrando en la Basílica Nuestra Señora del Rosario de los Heraldos del Evangelio, en mi último viaje a la ciudad de San Pablo (Brasil), me detuve en un pequeño local de venta de libros y variados artículos religiosos.
Mirando y mirando –poco compré– encontré unos lindos cartones postales con fotos que mostraban la belleza del interior de la misma. Los tomé en mis manos pero, al mirar su reverso, me fijé que… ¡eran para escribir a mano!
De inmediato me vino a la memoria, que hacía mucho, pero mucho que no escribía, que no enviaba una postal, y más aún, ¡que hacía años que no mandaba una carta manuscrita! Había dejado de escribir a mano, había abandonado el encanto de hacer una carta escrita. La computadora estaba siendo un complemento de mi accionar diario.
Quedó rondando en mi pensamiento este tema. Me venían a la memoria mis tiempos de niño, en que escribíamos en la escuela con pluma y tinta, claro, manchando mucho nuestros guardapolvos, y ni que hablar de los cuadernos. En aquellos tiempos llegamos a ser encargados de guardar los tinteros, vasitos de porcelana que entraban por razones obvias en un agujero del pupitre de cada uno, en un lugar seguro hasta el día siguiente. El tiempo pasó. Pero, ¿qué pasó en ese tiempo?
Me interesé en profundizar, pues me parecía de suma importancia que en los días de hoy no solo para educadores sino principalmente para los jóvenes y niños, fui encontrando afirmaciones que me dejaban aún más pensativo: “La escritura a mano nos diferencia a unos de los otros”, “la pluma y el papel impone una actitud reflexiva”, “es un lenguaje del alma que hace únicas a las personas”, “el ocaso de la escritura cursiva responde a la nostalgia (como en cierta forma es lo que sentí) o constituye una emergencia cultural”.
En mi afán de investigar el tema encontré un “grito” de alerta publicado en el conocido diario alemán Bild. En letras, garabateadas a mano, en rojo y negro, en la primera página decía: “¡Alarma! La escritura manual se extingue”. Era miércoles 27 de junio de 2012. Buen susto me llevé cuando me descubrí a mí mismo al leer: “Uno de cada tres adultos no ha escrito nada a mano en los últimos seis meses”.
Encontré que, años antes, en la revista Time (3/8/2009), la escritora Claire Suddath aparecía en escena con un esclarecedor artículo intitulado: “Mourning the Death of Handwriting”, “Duelo por la muerte de la escritura a mano”.
“Estamos cambiando de manera importante la forma en la que trabajan nuestras mentes –explica la autora–, cuando escribimos en letra cursiva (ligada y ligera) estamos dibujando mentalmente la palabra e incluso la frase entera, los pensamientos fluyen, mientras que con la escritura de imprenta los caracteres están ‘desligados’ y la mente trabaja de una forma similar al lenguaje ‘binario’ de la informática, escindimos la palabra en letras sueltas interrumpiendo el ritmo de la palabra, de la frase, del pensamiento”, destacando también cómo la letra escrita a mano es tan personal y única como cada uno de nosotros, transmite parte de nuestra esencia, estado anímico y preferencias. Más grave aún, alertaba que el “dejar de escribir a mano es una forma más de homogeneizarnos, de aceptar calladamente la uniformidad”.
Otros autores han considerado la letra escrita como una pieza “clave para el aprendizaje”, según afirmaba, en el artículo “The Writing On The Wall” de Raina Kelley, publicado inicialmente en la revista Newsweek el 12 de noviembre de 2007. Comenta en su artículo: “Un nuevo estudio del profesor Steve Graham, Universidad de Vanderbilt, indica que la mayoría de los maestros de escuela primaria creen que los estudiantes con letra manuscrita fluida produjeron trabajos escritos que fueron superiores en cantidad y calidad, con calificaciones más altas, además de ser más fáciles de leer”.
La preocupación, principalmente de los educadores pero también de escritores, ensayistas, literatos, ante el desaparecimiento de la caligrafía, escritura, letra de mano, manuscrita o cursiva; viene de lejos.
El conocido escritor Umberto Eco afirmaba en un singular artículo en el diario La Repubblica, el 7 de agosto de 2009: “Lo malo es que la tragedia empezó mucho antes de que aparecieran la computadora y el celular”; destacando también: “El arte de la caligrafía educa al control de la mano y a la coordinación entre la muñeca y el cerebro”.
Es lo que también recordaba el periodista italiano Stefano Bartezzaghi en artículo en La Repubblica, que “la escritura a mano requiere que se componga mentalmente la frase antes de escribirla, pero, en cualquier caso, la escritura a mano, con la resistencia de la pluma y del papel, impone una demora reflexiva”.
Para terminar comento el hecho singular de que muchos escritores, aunque estén acostumbrados a escribir en la computadora, saben que a veces les gustaría poder grabar una tablilla de arcilla como los sumerios, para poder pensar con calma.
Investigando más sobre el tema encontramos un autor que compendia claramente este fenómeno. Fue solo leer su afirmación de que hay que educar a los niños para que “comprendan que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable”, pues “es un lenguaje de alma que hace únicas a las personas”, que me sorprendí. Percibí la profundidad con que aborda este tema. Se trata del Dr. Guillermo Jaim Etcheverry, médico argentino, miembro de la Academia Nacional de Educación de su país.
“Las computadoras –afirma– son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros”.
Al respecto de cómo se vinculan entre sí los pensamientos, comenta que “en la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel”, “hay que componer las frases antes de escribirlas”, lo que la computadora no sugiere.
Esto lo confirmamos con la explicación del neurólogo infantil argentino León Benasayag, que nos dice: “Si cada vez se usa menos la escritura manual, hay riesgo de que el cerebro funcione distinto. La escritura permite la organización de estructuras a nivel cerebral que hacen memorizar las palabras, la sintaxis; una cantidad de datos que luego van a ser elaborados para estructurar el pensamiento”. Vemos en este comentario otro aspecto de los efectos desfavorables de la pérdida de la escritura a mano.
¿Será que una carta manuscrita, con el pasar del tiempo, podría llegar a ser considerada una “obra de arte” en extinción? No lo sabemos. Pero sí podemos afirmar que, por los ritmos modernos, “hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia”.