El Arte Salcro: Camino para el encuentro con Dios

Desde su origen, el cristianismo comprendió el valor de las Artes, y usó sus multiformes lenguajes pra comunicar el inmutable mensaje de salvación.

P. Fernando Gioia, EP.

basilicaLa manifestación de la fe, en la Iglesia y por la Iglesia, no se restringe a una actitud interior, se refleja también a través de expresiones externas. Aunque los actos litúrgicos, principalmente la Santa Eucaristía, podrían llevarse a cabo con dignidad en cualquier sitio, no obstante, lo artístico, importa ser tomado en consideración. Pues, la exteriorización del culto debe ir al encuentro de lo digno y decoroso.

A través de los objetos que se utilizan se puede fomentar la compenetración ante el misterio que se está viviendo. Por eso importa buscar que el arte sacro evite lo vulgar, lo que no tenga armonía o sea irreverente.

La belleza ejerce una acción evangelizadora a través de los elementos destinados al culto divino, los cuales deben ser “dignos, decorosos y bellos, signos y símbolo de las realidades celestiales” (Sacrosanctum Concilium, 122).

San Pío X destacaba el primordial papel del arte afirmando cómo la Iglesia ha ido “admitiendo en el servicio del culto, cuanto en el curso de los siglos el genio ha sabido hallar de bueno y bello” (Tra le sollecitudini, 5).

También Pío XI destacaba la importancia de “que las artes sirvan verdaderamente como nobilísimas siervas al culto divino” (Divinis cultus sanctitatem, 5).

Sublimando la dimensión litúrgica, decía Pío XII (Musicæ sacræ, 11), que el arte religioso se propone “llevar a Dios por medio del oído y de la vista”

San Juan Pablo II mostraba cómo, en los últimos siglos, ha ocurrido “una cierta separación entre el mundo del arte y el de la fe” (Carta a los Artistas, 10).

En este delicado tema, no fue pequeño el choque entre dos marcadas tendencias durante los últimos decenios. Unos en contra de lo que podría suponer un gasto en la construcción, ornamentación de las iglesias, confección de bellos ornamentos o vasos sagrados, y pensaban, sería mejor destinar a los pobres esos recursos.

maria magdalenaOtros, en sentido opuesto, alegaban que habría que disponer de lo mejor para el servicio de Dios, basando sus argumentos en la respuesta que el Señor le dio a Judas Iscariote — a quien en realidad no le importaban los pobres, sino el dinero, porque era ladrón (Jn 12, 6) — en el episodio de la mujer que derramó sobre la divina cabeza un perfume muy caro de nardo; y en el hecho de que Él no rechazó tan “lujoso” homenaje. Al contrario, Cristo, que se hizo pobre y pedía la pobreza a los Apóstoles, elogió ese gesto: “Jesús replicó: dejadla, ¿por qué la molestáis? Una obra buena ha hecho conmigo. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre” (Mc 14, 6-7). Por consiguiente, ¿no es legítimo — preguntaban los de esta corriente — practicar la virtud de la magnificencia en el culto divino?, esto en nada hiere el espíritu de pobreza.

El Concilio Vaticano II (S.C., 124), a respecto de la liturgia y el arte sacro, acabó recomendando que “busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también a las vestiduras y ornamentación sagrada”.

Ocurre que se confunde erróneamente belleza con lujo y, al tratar de evitar la mera suntuosidad o el esplendor fastuoso, se termina optando por una falta de esmero, el mal gusto y la vulgaridad. So pretexto de simplicidad evangélica, se empobrece el culto divino, tanto en una arquitectura desprovista de encanto, como en una música alejada de lo sagrado, o en unas imágenes de formas extrañas y artísticamente pobres, en el uso de objetos de gusto discutible y hechos de material de calidad inferior al noble sacramento que se celebra.

Desde la Antigüedad el ser humano, ha ofrecido en los actos de adoración a Dios los mejores utensilios que poseía, como nos lo demuestra el Antiguo Testamento. En el cristianismo, idéntico sentimiento se manifestaba en los primeros siglos, atestiguado en la construcción de majestuosos templos.

coponCristo no pidió que se practicara la pobreza con relación al culto divino. Desposado místicamente con ella, San Francisco de Asís comprendió muy bien el consejo evangélico y rogaba a los seguidores que honraran las cosas referentes al Santísimo Sacramento y a la liturgia: “los cálices, los corporales, los ornamentos del altar y todo lo que concierne al sacrificio, deben tenerlos preciosos(1ª Carta Custodios, 3-4). Ejemplo concreto de tal mentalidad lo apreciamos en el exterior rústico de la basílica de Asís, que contrasta con su interior lleno de esplendor.

cantoLa bella celebración litúrgica, sus ornamentos, el ceremonial, el canto, las construcciones, arrebatan las almas hacia lo sobrenatural y las animan a abandonar las vías del pecado y progresar en la virtud. Si hay medios económicos, en el arte sacro, no hay que evitar lo bello porque sea más costoso y optar por lo feo si da menos gastos. Argumento bastante discutible.

En otros tiempos – en los cuales la imprenta aún no existía – el arte, las imágenes, los vitrales, etc., en las iglesias, eran como un libro donde aprendían los fieles las verdades de la fe. Lo indicaba Pablo VI: “el arte es un medio de incomparable eficacia para la evangelización” (22-10-1974).

La Iglesia incentiva se favorezca “un arte auténticamente sacro”, y que se excluyan “aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana y ofendan el sentido auténticamente religioso, ya sea por la depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte” (S.C., 124).

El arte y la belleza tienen el cometido de despertar a la humanidad y llevarla a redescubrir la profundidad de esa dimensión espiritual, porque la alianza establecida desde siempre entre el Evangelio y el arte es una invitación a adentrarse en el misterio del Dios encarnado.

Así como Dios se manifiesta en la Creación, las obras del hombre honesto reflejan el encanto de la virtud. Esta íntima relación entre la belleza material y la moral es el fundamento de la llamada “via pulchritudinis”: usar la belleza para llevar las almas hacia Dios. El mundo que vivimos, “tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza”, decía Pablo VI (8-12-65). El arte sacro, con su esplendor e inigualable función evangelizadora, expresándose través de signos, será un itinerario rumbo a Dios.

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Consagración de sí mismo por las manos de María

consagracion_familias_13_octubre_074El 13 de octubre, día que se conmemora la última apaición de la Virgen en Fátima, en la Casa de los Heraldos del Evangelio se vivieron momentos de mucha alegría y unción ya que un grupo de jóvenes, papás y amigos de los Heraldos del Evangelio, se han consagrado a Jesús por las manos de María, según el conocidísimo método de San Luis María Grignon de Monfort. En la solemne Eucaristía, celebrada por el P. Fernando Gioia EP, tuvo lugar dicha consagración.

 Después de un profundo estudio del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, de San Luis, y de haber cumplido con las prescripciones de las oraciones y meditaciones durante los 33 días de preparación, se escogió esta fecha mariana para realizar la tan esperada consagración y con esto servir a Dios de una manera más perfecta, es decir, haciéndose todo dependientes de Aquella que es la Medianera de todas las Gracias.

el Santo Rosario y la intervención de la Santísima Virgen en la historia de la humanidad

Numerosas muestras dio la Madre de Dios de predilección por el Santo Rosario, y una de ellas definió la supervivencia de la religión católica.

La Iglesia Católica dedica especialmente el mes de octubre a la promoción del rezo del Santo Rosario y celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario el día 07 como conmemoración de uno de los grandes favores que la Santísima Virgen otorgó a la Iglesia en 1571. Pero la devota práctica de la repetición del saludo del Arcángel Gabriel a la Madre de Dios tiene mucha más historia. Cuando las cuentas del Rosario se deslicen entre sus dedos durante este mes (y ojalá frecuentemente), puede estar seguro de que los siglos de la historia de la Iglesia, pasados y venideros, se escriben entre esas avemarías.

Una breve historia del Santo Rosario

santo domingoLos antecedentes del Santo Rosario se rastrean comúnmente a la recitación de los 150 Salmos del Rey David, una devota y antigua práctica que era accesible sólo a las personas instruidas, capaces de poseer y leer los textos. Muchos otros fieles conmutaban la oración por la repetición del saludo del Arcángel a la Santísima Virgen, a lo que se llamó el “Salterio de la Virgen”. Esta humilde oración reveló con el tiempo una especialísima predilección de la Madre de Dios, quien procuró elevarla a la devoción mariana más recomendada por los Pontífices en la historia.

En el Siglo XII, cuando el “Salterio de la Virgen” no tenía aún su forma actual, Santo Domingo de Guzmán recibió una revelación de enorme importancia. Habiendo hecho enormes penitencias por la difícil conversión de los albigenses, la Santísima Virgen le aconsejó su salterio como un arma mucho más eficaz que el flagelo con el cual se disciplinaba. El Santo se dirigió a la Catedral de Tours y convocó a los fieles para predicarles, pero se desató una terrible tormenta que sólo amainó con el rezo del salterio. Con esta señal sobrenatural comenzó un intenso apostolado para promover la devoción.

La labor apostólica de Santo Domingo obtuvo gran éxito de manos de la Santísima Virgen a través de esta oración, y su práctica se mantuvo en auge durante un siglo, hasta que fue paulatinamente cayendo en el olvido.

En 1349, en medio de la tragedia de la epidemia de la “muerte negra”, otro dominico, el P. Alan de la Roche vio una aparición de Nuestra Señora, quien le pidió personalmente restaurar la devoción del salterio. El religiosos, junto con los frailes de su comunidad comenzaron una nueva campaña de fomento de la práctica, esta vez dándole su forma actual con la autorización de la Iglesia.

¿Por qué octubre?

lepantoA pesar de que los milagros obrados por la intercesión de la Santísima Virgen son incontables, uno en especial mereció la institución del Día de la Virgen del Rosario el día siete de octubre. En el año de 1571, la civilización cristiana sintió que su supervivencia dependería de una batalla. La poderosa fuerza naval del Imperio Otomano desafió a la llamada Liga Santa: una armada formada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. El enfrentamiento tenía tal importancia que Miguel de Cervantes, quien luchó aquel día, no dudó en llamarla “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”.

Durante la batalla, los católicos rezaron el Santo Rosario por solicitud del Papa San Pío V y, a pesar de las dificultades, las fuerzas cristianas consiguieron hacerse con la victoria. Por este motivo, se ordenó el toque de las campanas y una solemne procesión, adjudicando a la Santísima Virgen el triunfo e instituyendo la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias en la fecha de la confrontación: el 07 de octubre. El Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la solemnidad al de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

El Santo Rosario en nuestros días

Nuestra Señora de Fátima insistió en sus apariciones sobre la importancia del rezo del Santo Rosario.

Nuestra Señora de Fátima insistió en sus apariciones sobre la importancia del rezo del Santo Rosario.

En el mensaje de Fátima, en 1917, la Santísima Virgen actualiza para nuestra época el llamado a la oración del Santo Rosario y promete una vez más su intervención en la historia de la humanidad, dando origen a una renovada devoción. El Beato Juan Pablo II dedicó una Carta Apostólica a esta oración, en la que “el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor”. El propio Pontífice señaló que esta oración tuvo gran importancia en todos los momentos de su vida, de la que afirmó: “El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad”.

“El Santo Rosario no es una práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los que se podría pensar con nostalgia”, afirmó por su parte en 2009 Benedicto XVI. “Al contrario, el rosario está experimentando una nueva primavera”. Siguiendo la reflexión del Beato Juan Pablo II, el Pontífice también renovó su invitación en 2012: ” invito a rezar el Rosario personalmente, en familia y en comunidad, colocándonos en la escuela de María, que nos conduce a Cristo, centro vivo de nuestra fe”.

Por estos motivos, y en unión a la riquísima tradición de amor a la Santísima Virgen, ninguna invitación puede ser mejor en este mes de octubre que honrar la piadosa costumbre de rezar devotamente el Santo Rosario. En el día de hoy, tal como en 1571 y en tantas otras oportunidades, la historia de los hombres y de la Iglesia de Cristo pende de la cadenilla y las cuentas de la más arraigada muestra de oración sincera a la Madre de Dios.

Fuente: Gaudium Press / Miguel Farías.

Ángel de la guarda

12143347_1008295822523765_7000748839764599158_nEn la S. Biblia la palabra Ángel significa “Mensajero”. Un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, y cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos.
Ya en el siglo II el gran sabio Orígenes decía: “Los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja”.

Y se basa esta creencia en la frase del Salmo 90: “A sus ángeles ha dado órdenes Dios, para que te guarden en tus caminos”. Y en aquella otra frase tan famosa de Jesús: “Cuidad de no escandalizar a ninguno de estos pequeñuelos, porque sus ángeles están siempre contemplando el rostro de mi Padre Celestial”. Y Judit en la Biblia al ser recibida como libertadora de Betulia exclamaba: “El ángel del Señor me acompañó en el viaje de ida, en mi estadía allá , y en el viaje de venida”.

Nuestro Señor ¿tenía ángel de la guarda? Sepa la respuesta en este vídeo.

Ángeles de la guarda

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La santidad al alcance de las personas comunes

santa teresitaLa misma santa Teresita, en los Manuscritos Autobiográficos, explica en qué consiste su “pequeña vía” de santidad: “Siempre quise ser santa, pero –¡pobre de mí!– siempre comprobé, al compararme con los santos, que entre ellos y yo existe la misma diferencia que entre una montaña cuya cumbre se pierde en los cielos y el oscuro grano de arena pisado por los transeúntes. Lejos de desanimar, me dije a mí misma: ‘El buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables. Luego, pese a mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Hacerme grande es imposible; debo, pues, soportarme tal como soy, con todas mis imperfecciones, pero quiero buscar un medio de ir al Cielo por una pequeña vía muy recta, muy corta, una pequeña vía enteramente nueva’.”

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Por ese entonces, el recién inventado ascensor generaba un gran revuelo, evitando a las personas el esfuerzo de subir escaleras. Sor Teresita sintió un gran deseo de “encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la ruda escala de la perfección” . Se puso a buscar entonces en los Libros Sagrados y encontró este pensamiento: “Si alguno es simple, venga acá” (Prov 9,4). Continuando su búsqueda encontró esta afirmación: “Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré […] En brazos seréis llevados” (Is 66, 12-13). Y concluyó llena de gozo: “¡Ah! El elevador que debe levantarme al Cielo son tus brazos, oh Jesús!”

La lectura atenta y amorosa de los santos Evangelios arrojó más luz: “Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3). “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios” (Mc 10, 14).

Santa Teresita en la cama, bajo los arcos del Claustro del Carmelo de Lisieux, aproximadamente un mes antes de fallecer

Santa Teresita en la cama, bajo los arcos del Claustro del Carmelo de Lisieux, aproximadamente un mes antes de fallecer

Quedaba explícito el significado de la “pequeña vía”, el camino de la infancia espiritual. En ella, lo importante no está en las grandes mortificaciones corporales, sino en aceptar con humildad la propia pequeñez, las propias limitaciones, hasta las propias imperfecciones, y tener un amor y una confianza ilimitados en la bondad de Dios; y, como fruto de ese amor, tener deseos inmensos de realizar con perfección los pequeños actos de la vida diaria.

Con su doctrina, y sobre todo con su ejemplo, la dulce carmelita de Lisieux demostró que la santidad es accesible a todos. “Vivió la santidad pura y simple, con todo el encanto y seducción del alma moderna, muy humana y muy cercana a nosotros” , afirma uno de sus más insignes biógrafos.

Al canonizarla –más todavía al proclamarla Doctora de la Iglesia– la Santa Iglesia oficializó su “pequeña vía” como un auténtico camino de santidad; algo que afirmó claramente el Papa Benedicto XV en un discurso del 14 de agosto de 1921: “En el camino de la infancia espiritual está el secreto de la santidad para los fieles del mundo entero”. Y la bula de canonización señala que Dios, por medio de santa Teresita, propone a los hombres un nuevo modelo de santidad, no sólo al alcance de sacerdotes y monjas, sino también de los laicos de todas las edades y condiciones sociales.

Fuente: Revista Heraldos del Evangelio, Octubre/2005, n. 21, pag. 22 – 25

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La familia es como una “iglesia”, pero doméstica

Los padres fueron constituidos en autoridad para predicar con sus enseñanzas, pero principalmente para “predicar” con su testimonio de vida, dado que la familia es “una escuela del más rico humanismo” (Gaudium et spes, 52).

P. Fernando Gioia, EP.

Al principio el hombre estaba solo, y Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle a alguien como él, que le ayude” (Gén, 2, 18), hacerle una ayuda semejante a él que lo complete. Y así se dio, que, por su mujer, dejará a su padre y a su madre, se unirá a ella, serán dos en una sola carne.

sagradafamiliaNacía allí, en el orden natural, la más pequeña de las comunidades humanas: la familia. Surgía posteriormente la sociedad, formada por el conjunto de familias, como un cuerpo se constituye de sus miembros. Vemos así cómo la institución de la familia es anterior a la sociedad humana, pues el hombre primero es miembro de una familia antes de ser ciudadano de una nación. Lógicamente, bien común de una sociedad, nacerá del mutuo relacionamiento entre las familias, dependiendo este, a su vez, del bien común de las familias.

Pero, muchos se preguntan: ¿Cómo lograr el “bien común” de la familia? Momentos difíciles está pasando esta institución. Rodeada de múltiples adversidades y peligros, navega la familia en mares revueltos, y esto repercute en la sociedad que nos rodea. Bien afirmaba el documento conciliar Gaudium et spes (47): “El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar”.

Con la intención de ayudar ante estas circunstancias, dando un aporte simple pero que considero de profundidad, me recordaba que –en viejos tiempos de estudios sobre el tema– había guardado un esquema sobre la familia de Profesores de la Orden de Santo Domingo en Salamanca. Si bien es de hace cuarenta años atrás, mantiene su actualidad y, principalmente, se destaca en la belleza de su argumentación y comparación.

Era la consideración de la institución de la familia –como la calificara posteriormente en 1981 San Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica “Familiaris consortio” (21)– como una “iglesia doméstica”. Esto, siempre y cuando el relacionamiento mutuo se realice con base en el amor de Dios, dando lugar, en el convivio familiar, a que el amor pase por encima de todo.

Con relación al hogar, a la vida de familia, aquella compilación de ideas de estos sabios sacerdotes de Salamanca, nos hablaba de que podríamos considerar tres aspectos: el hogar material, el hogar espiritual y el hogar templo. Creo que pocas veces, queridos lectores, hemos pensado en esta clasificación tan singular y decidora.

Cuando pensamos en los aposentos que conforman nuestros hogares, podrán ellos ser mejor o peor acondicionados, pero es donde se reúne la familia, donde pasa –al menos lo era en otros tiempos– la mayor parte de la vida. Protegidos son de las inclemencias del tiempo y de los extraños. Realmente podremos decir que la casa es donde nos encontramos con nuestros seres más queridos, es el rincón del mundo más deseado del corazón humano.

murillo-sagrada_familiaPero un hogar puede estar bien construido y amueblado, al ser este el “hogar material”, será el cuerpo pero no el alma. El alma de la casa, el “hogar espiritual”, es constituido por los momentos familiares. Circunstancias de alegría, períodos de tristeza, tiempos de dificultad.

Estos aspectos serían materia muy aprovechable para numerosos artículos periodísticos de opinión. Sin embargo, mi intención es sobresaltar el aspecto de la familia, el hogar, la casa, como una “iglesia doméstica”, como “hogar templo”.

Y no considere algún profano que es una exageración de nuestra parte considerar a la familia así. El hogar es un lugar sagrado, no lo podrán negar, es el espacio en que Dios hace sentir su presencia. Veamos.

En el centro de las iglesias hay un “altar” hacia donde se concentran las atenciones de los fieles, altar en donde se renueva el sacramento de la Cruz. En las familias hay también altares, son los corazones de los que la forman. En ese “altar”, en nuestra cotidianidad, se ofrecen cada día sacrificios en el cumplimiento del deber de cada uno: la mutua comprensión, la tolerancia con los defectos del otro, la exigencia del cuidado y la educación de los hijos, la obediencia de parte de los hijos para con sus padres, el esfuerzo cotidiano del trabajo doméstico, etcétera.

Bueno, pero, ¿y qué más padre nos va a introducir en nuestros hogares, además del “altar”? Pues… los “confesionarios”. Por más que tengamos buen carácter, buena voluntad, seamos bien portados, a veces, ofendemos no solo a Dios sino al prójimo. Aparecerá en nuestras familias siempre alguna ofensa, algo que sea desagradable para los demás. Si somos sinceros, si quedamos arrepentidos, deberá haber perdón y olvido generoso, como lo tiene Dios Nuestro Señor para con nosotros.

Y por qué no recordar que también en el hogar hay “predicación”. Los padres fueron constituidos en autoridad para predicar con sus enseñanzas, pero principalmente para “predicar” con su testimonio de vida, dado que la familia es “una escuela del más rico humanismo” (Gaudium et spes, 52).

Si volvemos nuestras miradas a la Sagrada Familia –Jesús, José y María– en Nazaret, aprenderemos de esa vida doméstica lo que es la vida de familia. Que “su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología”, decía Pablo VI, en 1964, en su visita a Tierra Santa.

Rodeada de la ruidosa vida moderna, presionada por los factores de deterioro moral y social que nos envuelven, no dejemos de considerar la belleza de esta “iglesia doméstica”; de esta “primera escuela de oración”, en el decir de Benedicto XVI (28-12-2011); pilar fundamental de una sociedad bien ordenada y constituida; “escuela de virtudes humanas y cristianas” (Catecismo, 350).

Que los esposos, compenetrados de que conforman una institución sagrada –bendecida por Dios– renueven a todo momento el amor mutuo, sean de corazón generoso, acompañen las dificultades con espíritu de sacrificio, sean hombres y mujeres de oración. Desafiando así el hedonismo tan difundido que “banaliza las relaciones humanas y las vacía de su genuino valor y belleza” (Benedicto XVI, 5-6-2006). Y al mismo tiempo, los padres, sean para con sus hijos, “los primeros predicadores, mediante la palabra y el ejemplo” (Lumen Gentium, 11).

Nacimiento de la Virgen

(Trechos Homilía del Cardenal J. Ratzinger – SS. Benedicto XVI) 

El nacimiento de María Santísima trae al mundo el anuncio jubiloso de una buena nueva: la madre del Salvador ya está entre nosotros. Es el amanecer que anuncia nuestra salvación, el inicio histórico de la obra de la Redención.

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Y “¿cómo celebraremos el nacimiento de María?”

Esta pregunta, hecha por San Pedro Damián en su “Segundo Sermón sobre la Natividad de Nuestra Señora”, todavía surge cuando se trata de conmemorar esa solemnidad. El acontecimiento es demasiado grandioso. Y de esta forma, el santo justificó su perplejidad:

Virgen Niña, venerada en al Básilica de Guadalupe, México

Virgen Niña, venerada en al Básilica de Guadalupe, México

“Las tinieblas del paganismo y la falta de fe de los judíos, representadas por el templo de Salomón, sucede al día luminoso en el templo de María”. Es justo, por lo tanto, cantar en este día y a Aquella que en él nació. Pero, ¿cómo podríamos celebrarlo dignamente? Podemos narrar las hazañas heroicas de un mártir o las virtudes de un santo porque son humanas. Pero, ¿cómo podrían las palabras mortales, pasajeras y transitorias, exaltar a Aquella que dio a luz la Palabra que permanece? ¿Cómo decir que el Creador nace de una criatura?”

Una fiesta de Alegría

Está enteramente de acuerdo con el espíritu de la Iglesia festejar con alegría la Fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María. Su conmemoración es realizada el día 8 de Septiembre. “La celebración de hoy es para nosotros el comienzo de todas las fiestas”, afirma el Calendario Litúrgico Bizantino. El nacimiento de María Santísima trae al mundo el anuncio jubiloso de una buena nueva: la madre del Salvador ya está entre nosotros. Es el amanecer que anuncia nuestra salvación, el inicio histórico de la obra de la Redención.

San Pedro Damián afirma en su homilía para esta fiesta: “Dios omnipotente, antes que el hombre cayese, previno su caída y decidió, antes de los siglos, la redención humana. Decidió Él encarnar en María.” “Hoy es el día en que Dios comienza a poner en práctica su plan eterno, pues era necesario que se construyese la casa, antes que el Rey descendiese para habitarla. Casa hermosa, pues, si la Sabiduría construyó una casa con siete columnas trabajadas, este palacio de María está conectado a la tierra en los siete dones del Espíritu Santo. Salomón celebró de modo solemne la inauguración de un templo de piedra. ¿Cómo celebraremos el nacimiento de María, templo del Verbo encarnado? En aquel día la gloria de Dios descendió sobre el templo de Jerusalén bajo la forma de una nube, que los oscureció.

El Señor que hace brillar al sol en los cielos, para su morada entre nosotros escogió la oscuridad (1Rs 8,10-12), dice Salomón en su oración a Dios. Este mismo templo estará repleto por el propio Dios, que viene para ser la luz de los pueblos.”

Alegría hasta para los Ángeles

La alegría en las conmemoraciones de la fiesta litúrgica del nacimiento de Nuestra Señora alienta a todos, incluso a los ángeles:

Presentación de la Virgen en el Templo

        Presentación de la Virgen en el Templo

“Alégrense los Patriarcas del Antiguo Testamento que, en María, reconocieron la figura de la Madre del Mesías. Ellos y los justos de la Antigua Ley esperaban hace siglos, ser admitidos en la gloria celestial por la aplicación en la fe de los méritos de Cristo, el bendito fruto de la Virgen María.

Alégrense todos los hombres porque el nacimiento de la Virgen vino a traer la aurora del gran día de la liberación que esperan todos los pueblos. Alégrense todos los ángeles porque en este día les fue permitido por primera vez la oportunidad de reverenciar a su futura Reina.” (Lehmann, P. JB. Na luz Perpétua, 1959 p.268)

Sólo en el Cielo hubo Fiesta

Aunque siendo María la “Virgen bella y Gloriosa” que Dios amó con predilección desde toda la eternidad, desde toda la Creación como su obra prima, enriquecida de las gracias más sublimes y elevada a la excelsa dignidad de Madre de Dios, (Patriarca Fócio, Homilía sobre a la Natividad, PG 43) visiblemente, ningún acontecimiento extraordinario acompañó el nacimiento de María.

Los Evangelios no dicen nada sobre su nacimiento. Ningún relato de profecías, ni apariciones de ángeles, ni señales extraordinarias son narrados por los evangelistas. Sólo en el Cielo hubo Fiesta, pues el Hijo de Dios vio a nacer a su Madre.

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El Escapulario de la Virgen del Carmen

El 16 de julio se festeja la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, devoción bien arraigada en la Familia de los Heraldos del Evangelio, queremos ofrecer a nuestros lectores este interesante artículo

El Escapulario, una de las vestimentas más eficaces

En 1251, la Virgen Santísima se apareció a san Simón Stock, sexto ge­neral de la Orden del Carmen, entre­gándole un escapulario y prometien­do a todos quienes lo usaran, que se verían libres de la condenación eter­na. Décadas más tarde (1322) el Papa Juan XXII concedió a los carmelitas el privilegio sabatino, esto es, que to­dos los que muriesen usando el esca­pulario se verían libres del fuego del Purgatorio al sábado siguiente de su fallecimiento.

He aquí, pues, una de las vesti­mentas más eficaces, aparte de ser un magnífico símbolo de alianza, protec­ción y salvación.

Es verdad que Nuestra Señora no puso condición alguna al hacer su promesa. Simplemente afirma: “Quien muera con el Escapulario no padecerá el fuego del infierno”. No obstante, para beneficiarse de este privilegio, es necesario usar el Escapulario con recta intención. En este caso, si en la hora de la muerte la persona estuviera en estado de pecado, Nuestra Señora providenciará, de alguna forma, que ella se arrepienta y reciba los sacramentos. ¡Es en esto que la misericordia de la Madre de Dios se muestra verdaderamente insondable!

Papas enaltecen el uso del Escapulario

En 1951, con motivo de la celebra­ción del 700º aniversario de la entre­ga del escapulario, el Papa Pío XII dijo en carta a los Superiores Gene­rales de las dos órdenes carmelita­nas: “Porque el Santo Escapulario, que puede ser llamado Hábito o Traje de María, es un signo y prenda de protec­ción de la Madre de Dios”.

Exactamente 50 años después, el Papa Juan Pablo II afirmó: “El esca­pulario es esencialmente un ‘hábito’. Quien lo recibe es agregado o asocia­do en un grado más o menos íntimo a la Orden del Carmen, dedicada al ser­vicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia. […] Dos verdades evoca el signo del escapulario: por un lado, la continua protección de la Santísima Virgen, no tan sólo a lo largo del cami­no de la vida, sino también al momen­to de pasar a la plenitud de la gloria eterna; por otro, la conciencia de que la devoción a María no puede limitarse a oraciones y tributos en su honor rea­lizados en algunas ocasiones, sino que debe tornarse en ‘hábito’”.

Ambos Pontífices confirman, así, las muestras de aprecio que el esca­pulario ha recibido por parte de va­rios antecesores, tales como Bene­dicto XIII, Clemente VII, Benedicto XIV, León XIII, san Pío X y Benedic­to XV. Benedicto XIII extendió a to­da la Iglesia la celebración de la fies­ta de Nuestra Señora del Carmen el 16 de julio.

Como recibir y usar el Escapulario

1 – Cualquier sacerdote tiene poder para bendecir e imponer el Escapulario.

2 – Esa bendición e imposición valen para toda la vida, por lo tanto, basta recibirlo una vez.
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3 – Cuando el Escapulario se desgaste, basta sustituirlo por uno nuevo.

4 – Aún cuando alguien tenga la infelicidad de dejar de usarlo durante algún tiempo, puede simplemente retomar su uso, no es necesaria otra bendición.

5 – Una vez recibido, el debe ser usado siempre, de preferencia en el cuello, en todas las ocasiones, aún mientras la persona duerme.

6 – En casos de necesidad extrema, como enfermos en hospitales, si el Escapulario le fuere retirado, el fiel no pierde los beneficios de la promesa a Nuestra Señora.

7 – En casos de peligro de muerte, aún un laico puede imponer el Escapulario. Basta recitar una oración a Nuestra Señora y colocar en la persona un escapulario ya bendecido por algún sacerdote.

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8 – El Papa San Pío X autorizó sustituir el Escapulario por una medalla que tenga de un lado el Sagrado Corazón de Jesús y del otro una imagen de Nuestra Señora. Pero la recepción debe ser hecha con el escapulario de tela.

 

 

Ver tammbién: El Manto del Carmen

Ver más: Nuetra Señora del Carmen

 

El Sagrado Corazón y los nueve primeros viernes

En las páginas sagradas de los Evangelios brota la devoción al Sagrado Corazón de Jesús abierto por la lanza de Longinos del cual brotó sangre y agua (cf. Jn 19, 34). También de este Corazón cruelmente traspasado nace, en un derramarse de amor por la humanidad, la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana.co

Los años vieron esta devoción expandirse por todo el mundo. En la segunda mitad del siglo XVII, más precisamente en el año 1670, San Juan Eudes introdujo por primera vez una fiesta pública al Sagrado Corazón de Jesús. Apenas tres años después, en el monasterio de Paray-le-Monial, Francia, Santa Margarita María Alacoque pasó a recibir una serie de apariciones de nuestro Señor Jesucristo indicándole la devoción a Su Corazón Sagrado.

Santa Margarita María de Alacoque y el Sagrado Corazón de Jesús

En la octava de la fiesta de Corpus Christi de 1675 el Corazón de Jesús reveló a Santa Margarita: “He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres, que nada guardó, hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Como reconocimiento no recibo de la mayoría de ellos sino ingratitud, por sus irreverencias y sus sacrilegios, y por la frialdad y desprecio que tienen por mí en este sacramento de amor. Pero lo que me es más sensible es que son corazones consagrados que proceden así. Por eso yo te pido que el primer viernes, después de la octava del Santísimo Sacramento, sea dedicado a una fiesta particular, para honrar mi Corazón, comulgando, en este día, y haciéndole reparación de honra, por un pedido de disculpas, para reparar las indignidades que él recibió, durante el tiempo en que quedó expuesto en los altares. Te prometo también que mi Corazón se dilatará para esparcir, en abundancia, las influencias de su divino amor sobre los que le prestaren esta honra, y que consigan que ésta le sea dada” [1].

A lo largo de las apariciones el divino Corazón prometió a sus devotos; conceder su bendición sobre las casas donde su imagen sea expuesta y venerada; dar gracias especiales; la paz en las familias; la consolación en las aflicciones; ser el refugio durante la vida y principalmente en el momento de la muerte; bendecir todos sus trabajos y emprendimientos; ser una fuente inagotable de misericordia para los pecadores; perfeccionar las almas fervorosas; a los sacerdotes el poder de tocar las almas más empedernidas. Prometió también que aquellos que propaguen la devoción a Él tendrán sus nombres inscritos en su Corazón.

Los primeros Viernes

Durante la Acción de Gracias después de recibir la comunión, Santa Margarita recibe este importante comunicado del Corazón de Jesús: “Te prometo, por la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente obtendrá para todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes del mes consecutivos, la gracia de la penitencia final, que no morirán en mi enemistad, sin recibir los sacramentos y que mi divino Corazón será su refugio asegurado en la última hora. Nada temas, Yo reinaré a pesar de mis enemigos y de todos aquellos que buscarán oponerse”.

A partir de entonces el culto al Corazón de Jesús pasó a ser estimulado con enorme empeño por el Magisterio de la Iglesia. San Claudio la Colombière, sacerdote jesuita, quedó conocido como el apóstol del Sagrado Corazón de Jesús.

El Beato Pío IX, en el año 1856, extendió su fiesta por todo el orbe. León XIII consagró el mundo al Corazón de Jesús en 1899. La encíclica de Pío XII, Haurietis aquas, publicada el 15 de mayo de 1956 es una demostración más de cuánto los Romanos Pontífices han buscado difundir el amor a este Corazón que nos es presentado por el propio Jesús como fuente de paz y reparación: “Venid a mí, todos os que estáis afligidos bajo la carga, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón y encontrareis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga es leve”. (Mt 11, 28-30)

[1] DUFOUR, Gerard. Rezar 15 dias com Margarida Maria. São Paulo, Loyola, 01996. p. 55

Fuente: Gaudium Press

LO INÉDITO SOBRE LOS EVANGELIOS – VOLUMEN III

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Lo inédito sobre los Evangelios de autoría de Mons. João Clá Dias, es una colección que le permitirá acompañar a Nuestro Señor Jesucristo a lo largo de todos los domingos del Año Litúrgico junto al fundador de los Heraldos del Evangelio.

La colección “Lo inédito sobre los Evangelios” ofrece al lector un auténtico tesoro: los comentarios de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, a los Evangelios de todos los domingos y solemnidades del ciclo litúrgico. Se trata de una publicación Internacional conjunta de la Librería Editrice Vaticana y los Heraldos del Evangelio.

Mons. João S. Clá Dias, EP, es Canónigo Honorario de la Basílica Pontificia Santa María la Mayor en Roma, y fundador de la Asociación Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio Heraldos del Evangelio, de la Sociedad Clerical de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli y de la Sociedad Femenina de Vida Apostólica Regina Virginum. Actualmente es el Superior General de Virgo Flos Carmeli y de los Heraldos del Evangelio.

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, natural de San Pablo, Brasil, nació el 15 de agosto de 1939, solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora. Sus padres, Antonio Clá Dias y Annitta Scognamiglo Clá Dias, constituían una familia de inmigrantes europeos (el padre era español, originario de Cádiz y la madre italiana es natural de Roma) en la cual la fe católica heredada de sus mayores era todavía muy viva.

Ese vigor de la fe se manifestó desde temprano en el joven João, quien desde los bancos escolares procuraba organizar con sus colegas un movimiento para dar a los jóvenes una orientación virtuosa a su existencia. Hizo parte activa de las Congregaciones Marianas e ingresó el 23 de mayo de 1956 en la Orden Tercera del Carmen de los Padres Carmelitas de la antigua observancia, en la misma ciudad de San Pablo, hecho que marcó su vida.

Hizo sus estudios secundarios en el Colegio Estatal Roosevelt y de Derecho en la tradicional Facultad del Largo de São Francisco de San Pablo. Durante el tiempo de sus estudios superiores se destacó como activo líder universitario católico en los convulsionados años que precedieron a la revolución de la Sorbonne en mayo de 1968.

Viendo que la música sería un eficaz medio de evangelización, perfeccionó sus conocimientos con el reconocido maestro Miguel Arqueróns, regente de la Coral Paulistana del Teatro Municipal de San Pablo.

Su intenso deseo de dedicar la vida al apostolado en la fidelidad al Magisterio de la Cátedra de San Pedro, sumado a la viva conciencia de la necesidad de un profundo conocimiento doctrinal, lo llevó a realizar estudios teológicos tomistas con grandes catedráticos de Salamanca (España) como el P. Arturo Alonso O.P., el P. Marcelino Cabreros de Anta C.M.F., el P. Victorino Rodríguez y Rodríguez O.P., el P. Esteban Gómez O.P., el P. Antonio Royo Marín O.P., el P. Teófilo Urdánoz O.P. y el P. Armando Bandera O.P. Como demostración de profundo agradecimiento con sus maestros, divulgó años después las biografías de varios de ellos con ediciones en España y los Estados Unidos:

“Antonio Royo Marín, maestro de espiritualidad, brillante predicador y famoso escritor”, “P. Cabreros de Anta CMF, firme pilar del Derecho Canónico en nuestro siglo”. Se formó en Filosofía y en Teología en el Centro Universitario Ítalo-Brasilero, de São Paulo; es licenciado en Humanidades por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de República Dominicana, doctor en Derecho Canónico por la Pontifica Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum) y doctor en Teología por la Universidad Pontifica Bolivariana, de Medellín, en Colombia.

Su anhelo de perfección lo condujo en 1970 a iniciar una experiencia de vida comunitaria en un antiguo inmueble benedictino de San Pablo. De sus primeros compañeros ninguno perseveró. Sin embargo, tras numerosas dificultades, aquella experiencia adquirió solidez, dando origen al movimiento de evangelización dirigido por Mons. João Clá. Se multiplicaron, a partir del foco originario, casas de vida comunitaria donde sus miembros se dedicaban a la oración y al estudio, como preparación para la acción evangelizadora.

Jurídicamente tomó la forma de una Asociación Privada de Fieles, Heraldos del Evangelio en la diócesis de Campo Limpo (Brasil). Y como consecuencia de su instalación en otros 20 países fue reconocida por el Pontificio Consejo de Laicos el 22 de febrero de 2001 como una Asociación Internacional de Derecho Pontificio, que hoy extiende sus actividades a cerca de 70 países en los cinco continentes. Mons. João Clá Dias es el fundador y actual Presidente General del los Heraldos del Evangelio.

Organizó también la rama femenina de los Heraldos, a la cual aplicó -de manera semejante pero separada de la rama masculina- el ideal de vida comunitaria como medio para alcanzar la santidad y preparase mejor para la misión evangelizadora. De esta rama femenina de los Heraldos, nació más tarde la Sociedad de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Regina Virginum, reconocida como Sociedad de Vida Apostólica de Derecho Pontificio el 4 de Abril de 2009 por S. S. Benedicto XVI.

El deseo de una mayor entrega al Señor y a los hermanos, llevó a Mons. João Clá a prepararse para el ministerio sacerdotal junto con algunos de sus compañeros.

Siendo la Orden del Carmen uno de los remotos orígenes de los Heraldos del Evangelio, Mons. Lucio Angelo Renna, prelado carmelitano Obispo de Avezzano (Italia), fue en su momento quien acogió los primeros sacerdotes de esta Asociación.

Fueron ordenados presbíteros junto con Mons. João Clá el 15 de junio de 2005 en la Basílica del Carmen en San Pablo, donde 50 años atrás éste comenzara sus actividades al servicio de la Iglesia y de sus hermanos. La ceremonia de ordenación fue honrada con la presencia del Cardenal Claudio Hummes, siete obispos y setenta sacerdotes que concelebraron.

Mons. João Clá constituyó con estos primeros sacerdotes de los Heraldos del Evangelio la Sociedad Clerical de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Virgo Flos Carmeli, aprobada el 4 de Abril de 2009 por S. S. Benedicto XVI. Actualmente Mons. João Clá es su Superior General.

Ha escrito también obras de gran divulgación (algunas llegando a sobrepasar el millón de ejemplares) publicadas en portugués, español, inglés, italiano, francés, polaco y albanés: “Fátima, aurora del tercer milenio”, “Fátima, Por fin mi Inmaculado Corazón Triunfará”, “El Rosario, la oración de la paz”, “Sagrado Corazón de Jesús, tesoro de bondad y amor”, “Medalla Milagrosa, historia y celestial promesa”, “Viacrucis”, “Jacinta y Francisco, predilectos de María”, “Oraciones para el día-día”, “Madre del Buen Consejo”, “Doña Lucilia” y “Comentarios al Pequeño Oficio de la Inmaculada Concepción ”. La tesis doctoral en Derecho Canónico se titula “Génesis y desarrollo del Movimiento Heraldos del Evangelio y su reconocimiento canónico”, y la de Teología, “El don de sabiduría en la mente, vida y obra de Plinio Corrêa de Oliveira”.

Es fundador y columnista habitual de la revista Heraldos del Evangelio que se publica en portugués, español, italiano e inglés con un tiraje de algo más de 800.000 ejemplares y en la cual mantiene desde el 2002 su sección “Comentarios al Evangelio”. Mons. João Clá también estimuló y apoyó la publicación de la revista académica “Lumen Veritatis” de la Facultad de los Heraldos del Evangelio que salió a luz en octubre de 2007 y de la cual es igualmente columnista habitual.

Para la formación intelectual y doctrinal de los Heraldos del Evangelio Mons. João Clá fundó el Instituto Filosófico Aristotélico-Tomista (IFAT) y el Instituto Teológico Santo Tomás de Aquino, para la rama masculina, y el Instituto Filosófico-Teológico Santa Escolástica para la rama femenina. Para estimular el surgimiento de vocaciones entre los jóvenes promovió la apertura de escuelas secundarias siendo la primera el Colegio Heraldos del Evangelio Internacional, en el Gran San Pablo.

Para auxiliar obras de apostolado en necesidad Mons. João Clá creó dentro de la estructura de los Heraldos del Evangelio en Brasil el Fondo de Asistencia “Misericordia” que recolecta donaciones directas.

La construcción de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en el Seminario de los Heraldos del Evangelio, en Caieiras, Gran San Pablo, Brasil, ha sido hasta ahora su más reciente realización, y gracias a su iniciativa fue casi concluida la construcción del Monasterio del Monte Carmelo, Casa Madre de la Sociedad Femenina Regina Virginum.

Mons. João Clá es actualmente miembro de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino, de la Academia Mariana de Aparecida y de la Pontificia Academia de la Inmaculada Concepción. Fue condecorado por su actividad científica y cultural con la Medalla de Ciencias de México y distinguido con título Honoris Causa por el Centro Cultural Universitario Italo-Brasilero de San Pablo.

El 15 de Agosto de 2009 el Santo Padre Benedicto XVI, como un reconocimiento a Mons. João Clá por la obra desempeñada a favor de la  Iglesia, entregó -por manos del Cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y  Sociedades de Vida Apostólica- la medalla “Pro Ecclesia et Pontifice”, una de las honras más altas concedidas por el Santo Padre a aquellos que se distinguen por su actuación en favor de la Iglesia y del Papa. Mons. João Clá es Canónigo Honorario de la Basílica Pontificia Santa María la Mayor en Roma, y Protonotario Apostólico.