Monte Thabor, Monte Calvario

Son dos Montes, sumamente diferentes; lejanos entre sí, y cercanos al mismo tiempo por los acontecimientos que se realizaron en la vida de Nuestro Señor.

Con esta reflexión queremos que cada lector, saque su propia conclusión de cuánto distan ambos montes el uno del otro.

El Monte Thabor  nos evoca realeza, majestad, triunfo y el Monte Calvario, nos evoca sufrimiento, dolor, sacrificio. En el Monte Thabor, aparecen junto a Nuestro Señor dos grandes santos Moisés y Elías; en el Monte Calvario, dos pecadores condenados a muerte. En el Monte Thabor, los discípulos querían quedarse eternamente ahí, en el Monte Calvario sólo un discípulo fue fiel. En el Monte Thabor se abrieron los cielos, con luz resplandeciente; en el monte Calvario se cerraron los cielos y hubo oscuridad.

Noten la lejanía y diferencia que hay entre uno y el otro; pero al mismo tiempo verán la consonancia y necesidad del uno y el otro.

Si sólo hubiese habido un Thabor, con ello Nuestro Señor mostraba su Divinidad y Realeza; y si sólo hubiese habido un Calvario, mostraba su Humanidad y Humildad. Por tanto Nuestro Señor quiere mostrarnos que Él es Dios y Hombre verdadero; que sabe unificar su Realeza con su Humildad, uniendo simbólicamente ambos Montes.

Con la Transfiguración en el Monte Thabor, adelanta la gloria de su Resurrección, antes de padecer y morir por nosotros en el Monte Calvario.

Nuestro Señor nos da además una enseñanza, que debemos aplicar en nuestras vidas.

Cuando llegue el momento de dolor, de sufrimiento, de la oscuridad, por decir así, nuestro Calvario, debemos mantenernos fieles recordando que un día brilló en nosotros un monte Thabor; en donde Nuestro Señor nos mostró su gracia, su bendición y su luz más sensible a nuestros sentidos.

Para que ese calvario sea más llevadero, y perseveremos en él, es necesario recordar las gracias pasadas, y amar por encima del sentimiento.

Nuestro Señor, siendo Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios, dice San Agustín. Por tanto, hay un intercambio de naturalezas. En la que Dios nos quiere divinizar (con “d” minúscula); por medio de la aceptación a nuestra cruz, nuestra fidelidad en los momentos de dificultad y sufrimiento; sustentados por las gracias y bendiciones que nos ha derramado a lo largo de nuestras vidas. Y con ello podemos sacar nuestra propia conclusión, de cuánta distancia hay entre el Monte Thabor y el Calvario.

“Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú estás conmigo…”

La verdadera persona que ame a Dios y tenga devoción a Nuestra Señora, siempre tendrá en su corazón escrita la palabra: confianza

Con ésta simple frase, del conocido salmo 22, podríamos escribir verdaderos tratados de confianza.

Cuántas veces, hemos oído en diferentes oportunidades “El Señor es mi pastor, nada me falta”….

Dice la oración compuesta de San Bernardo, La Salve Regina, que estamos en un valle de lágrimas; partiendo por ahí, nos será mucho más fácil, meditar el trecho de éste salmo que consideramos, y recordar que la felicidad no está en éste mundo, pues siempre tendremos sufrimientos y adversidades que vencer.

“Aunque camine por cañadas oscuras”. Ubiquémonos en ésta situación; estamos caminando solos, al filo de un desfiladero o de una quebrada en plena noche y oscuridad; como es de noche y está oscuro no sabemos si el paso que vamos a da será en falso y con ellos podemos resbalar y caer o aún peor no sabemos si en el siguiente paso será el precipicio y el fin de nuestro camino. Desde luego sería una situación desconcertante, sin pensar en el peligro externo, de que de pronto pueda aparecer alguien para hacernos algún daño, que empeore ésta situación.

Nuestra Señora de la Confianza

    Nuestra Señora de la Confianza

Pues bien. Ubicados en ésta situación, el salmo continua diciendo, “nada temo, porque Tú estás conmigo”. Que maravilloso tener la plena seguridad, la completa confianza de que es Nuestro Señor, es el que está conmigo; por tanto, tengo la certeza de la victoria, la certeza que llegaré a buen fin; pues Él conduce mis pasos, Él me sirve de guía y más aún Él está a mi lado siendo mi compañero.

No cabe lugar la palabra: duda. La verdadera persona que ame a Dios y tenga devoción a Nuestra Señora, siempre tendrá en su corazón escrita la palabra: confianza. Dudar es el peor insulto que podemos hacer a Nuestro Señor. Hay un dicho que nos puede ayudar a reflexionar, “no le digas a Dios que grande es tu problema, sino dile a tu problema que grande es Dios”.

Entonces, cuándo nos veamos en un momento de angustia y aflicción recordemos ésta frase: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú estás conmigo”.