“Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú estás conmigo…”

La verdadera persona que ame a Dios y tenga devoción a Nuestra Señora, siempre tendrá en su corazón escrita la palabra: confianza

Con ésta simple frase, del conocido salmo 22, podríamos escribir verdaderos tratados de confianza.

Cuántas veces, hemos oído en diferentes oportunidades “El Señor es mi pastor, nada me falta”….

Dice la oración compuesta de San Bernardo, La Salve Regina, que estamos en un valle de lágrimas; partiendo por ahí, nos será mucho más fácil, meditar el trecho de éste salmo que consideramos, y recordar que la felicidad no está en éste mundo, pues siempre tendremos sufrimientos y adversidades que vencer.

“Aunque camine por cañadas oscuras”. Ubiquémonos en ésta situación; estamos caminando solos, al filo de un desfiladero o de una quebrada en plena noche y oscuridad; como es de noche y está oscuro no sabemos si el paso que vamos a da será en falso y con ellos podemos resbalar y caer o aún peor no sabemos si en el siguiente paso será el precipicio y el fin de nuestro camino. Desde luego sería una situación desconcertante, sin pensar en el peligro externo, de que de pronto pueda aparecer alguien para hacernos algún daño, que empeore ésta situación.

Nuestra Señora de la Confianza

    Nuestra Señora de la Confianza

Pues bien. Ubicados en ésta situación, el salmo continua diciendo, “nada temo, porque Tú estás conmigo”. Que maravilloso tener la plena seguridad, la completa confianza de que es Nuestro Señor, es el que está conmigo; por tanto, tengo la certeza de la victoria, la certeza que llegaré a buen fin; pues Él conduce mis pasos, Él me sirve de guía y más aún Él está a mi lado siendo mi compañero.

No cabe lugar la palabra: duda. La verdadera persona que ame a Dios y tenga devoción a Nuestra Señora, siempre tendrá en su corazón escrita la palabra: confianza. Dudar es el peor insulto que podemos hacer a Nuestro Señor. Hay un dicho que nos puede ayudar a reflexionar, “no le digas a Dios que grande es tu problema, sino dile a tu problema que grande es Dios”.

Entonces, cuándo nos veamos en un momento de angustia y aflicción recordemos ésta frase: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú estás conmigo”.