La palabra de Dios en música

En contraste con otros estilos musicales, en los cuales un compás regular y ritmado puede ser luego percibido, el gregoriano es caracterizado por su ritmo libre, pareciendo fluctuar en el aire, liberado del tiempo en un movimiento ascendente y descendente

Inmersos en la agitación del mundo actual, siempre absorbidos por la prisa, la velocidad y el ruido, tal vez no nos sea tan fácil concebir un ambiente diferente. Entretanto, invitamos al lector a parar un poco ahora, e imaginar…

Imaginar un monasterio, con un claustro austero, silencioso, acogedor y elevado, por donde circulan algunos monjes, sin prisa y recogidos, dirigiéndose a una capilla iluminada apenas por la luz tamizada por unos bellos vitrales coloridos.

Estos valientes hombres, habiendo abandonado todo para el servicio de la Religión, dedican su vida al trabajo, al estudio y a la oración. Y como forma de exteriorizar el amor desbordante de sus corazones, habitados por la gracia, se unen en una sola voz para dirigirse a Dios. En unísono, entonan himnos y cánticos que llenan el templo sagrado de melodías suaves y tranquilizantes…

Ya estará nuestro lector con el estado de espíritu listo para comprender cuál es este estilo de canto y sus orígenes, para admirar la misteriosa riqueza y la elevada calidad que hicieron de él el cántico sacro por excelencia.

El canto gregoriano

El canto gregoriano es una forma de música diferente de cualquier otra ejecutada, hoy, en Occidente. Distinto de la polifonía, él es unísono y su perfección es alcanzada cuando una única voz se hace oír, incluso siendo grande el conjunto que lo entona.

En contraste con otros estilos musicales, en los cuales un compás regular y ritmado puede ser luego percibido, el canto gregoriano es caracterizado por su ritmo libre, pareciendo fluctuar en el aire, liberado del tiempo, en un movimiento ascendente y descendente que convergieron rumbo a la perfección asemejado a las olas del mar.

Mientras la música común y corriente, de modo general, está compuesta en una escala mayor o menor, dándole características distintas de tristeza o alegría, los ocho modos del gregoriano transmiten una gama más sutil de expresión, en un equilibrio perfecto, pareciendo siempre evitar los extremos emocionales dramáticos.

Estas son apenas algunas de las razones por las cuales, para oídos poco acostumbrados a él, el canto gregoriano puede dar, a primera vista, la impresión de ser monótono. Con todo, al dejarse llevar por su armonía, la persona es tocada por la fuerza singular de una forma de canto que trae consigo siglos de sabiduría y refleja generaciones de talentos religiosos que convergieron rumbo a la perfección de sus melodías – sus “inspiradas modulaciones”, 1 en la expresión del Papa Juan Pablo II.

Así, a pesar de una apariencia simple, carga dentro de sí, como observa el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, una formidable riqueza, “una potencialidad casi inagotable de generar civilizaciones y maravillas en cualquier parte del mundo. Es la fuerza de la inocencia aliada a la gracia, que transformó, por ejemplo, los pantanos y valles mefíticos de la antigua Europa en jardines salpicados de vida y de color, donde, entre matorrales y lagos lindísimos, sobresalen grandiosas abadías, imponentes castillos y majestuosas catedrales. Una Europa ‘gregorianizada’ “. 2

Poder de mover las almas

Uno de los más ilustrativos ejemplos del poder transformador de este canto lo tenemos en la conversión de los anglos. La iniciativa del Papa San Gregorio I, el Magno, de penetrar en la isla dominada por estos bárbaros fue marcada por las siguientes palabras: “la alabanza de Dios Creador debe ser cantada en aquellas tierras”. 3 Bajo su dirección, San Agustín de Canterbury entró a Gran Bretaña, en cortejo con 40 otros benedictinos, entonando las “solemnes y emocionantes melodías que les había enseñado Gregorio, su padre espiritual y padre de la música religiosa”. 4 El celestial canto de los recién llegados fue decisivo para la conversión del pueblo, en poco tiempo.

Tal episodio, uno entre tantos en el proceso de “gregorianización” de Europa Occidental, muestra que el Papa -cuyo nombre dio origen a la denominación de este estilo musical- poseía una profunda comprensión de cómo la música puede mover las almas con más eficacia de lo que consiguen las simples palabras. Aquellos cantos eran la más sobrenaturalizada de las músicas y, entretanto, fueron capaces de cautivar bárbaros y campesinos completamente ignorantes en cosas espirituales y no habituados a refinados sonidos.

Es lo que quedó registrado en la Historia: Gregorio I “compuso con gran trabajo y destreza musical los cantos que son cantados en nuestra Iglesia y por todas partes. Por este medio, él influenciaba más efectivamente los corazones de los hombres, elevándolos y animándolos; y, en verdad, el sonido de sus dulces melodías condujo no apenas hombres espirituales a la Iglesia, sino hasta incluso los rudos e insensibles”. 5

Fuente: GaudiumPress

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1 BEATO JUAN PABLO II. Lettera agli artisti, 04/04/1999, n.7.

2 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Cântico da alma inocente. In: Dr. Plinio. São Paulo. Ano V. N.57 (Dez., 2002); p.34.

3 SAN BEDA. Historiam Ecclesiasticam Gentis Anglorum. L.II, c.1. In: Opera Historica. London: Oxford University, 1896, p.80.

4 CONDE DE MONTALEMBERT. Les moines d’Occident depuis saint Benoît jusq’à Saint Bernard. Paris: J. Lecoffre, 1866, v.III, p.363.

5 LEÓN IV. Letter to the Abbot Honoratus. Collectio Britannica, apud BÄUMER, OSB, Suitbert. Histoire du Bréviare.Paris: Letouzey et ané, 1905, t.I, p.345, nota.

Santa Inés, aquella que se mantiene pura

Siendo aún adolescente, ofreció en Roma el supremo testimonio de la fe, consagrando con el martirio el título de la castidad. Obtuvo victoria sobre su edad y sobre el tirano, suscitó una gran admiración ante el pueblo y adquirió una mayor gloria ante el Señor. Su nombre es de origen griego y significa aquella que mantiene pura. Hoy se celebra el día de su sepultura. S III/IV

Hay muy buenos documentos sobre la existencia de esta mártir que vivió a comienzos del siglo IV y que fue martirizada a los doce años, durante la feroz persecución de Diocleciano.

Alrededor de su imagen de pureza y de constancia en la fe, la leyenda ha tejido un acontecimiento que tiene el mismo origen de la historia de otras jóvenes mártires: Agata, Lucia, Cecilia, que también encuentran lugar en el Canon Romano de la Misa. Según la leyenda popular, fue el mismo hijo del prefecto de Roma el que atentó contra la pureza de Inés. Al ser rechazado, él la denunció como cristiana, y el prefecto Sinfronio la hizo exponer en una casa de mala vida por haberse negado a rendirle culto a la diosa Vesta. Pero Inés salió prodigiosamente intacta de esa difamante condena, porque el único hombre que se atrevió a acercarse a ella cayó muerto a sus pies.

No tenía edad para ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria

ofrecemos a nuestros lectores Del tratado de san Ambrosio, obispo, sobre las vírgenes que se lee hoy en la segunda lectura del Oficio Divino.

“Celebramos hoy el nacimiento para el cielo de una virgen, imitemos su integridad; se trata también de una mártir, ofrezcamos el sacrificio. Es el día natalicio de santa Inés. Sabemos por tradición que murió mártir a los doce años de edad. Destaca en su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tan tierna; por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio en la persona de una jovencita.

¿Es que en aquel cuerpo tan pequeño cabía herida alguna? Y, con todo, aunque en ella no encontraba la espada donde descargar su golpe, fue ella capaz de vencer a la espada. Y eso que a esta edad las niñas no pueden soportar ni la severidad del rostro de sus padres, y si distraídamente se pican con una aguja, se ponen a llorar como si se tratara de una herida.

Pero ella, impávida entre las sangrientas manos del verdugo, inalterable al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas, ofrece todo su cuerpo a la espada del enfurecido soldado, ignorante aún de lo que es la muerte, pero dispuesta a sufrirla; al ser arrastrada por la fuerza al altar idolátrico, entre las llamas tendía hacia Cristo sus manos, y así, en medio de la sacrílega hoguera, significaba con esta posición el estandarte triunfal de la victoria del Señor; intentaban aherrojar su cuello y sus manos con grilletes de hierro, pero sus miembros resultaban demasiado pequeños para quedar encerrados en ellos.

¿Una nueva clase de martirio? No tenía aún edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria; la lucha se presentaba difícil, la corona fácil; lo que parecía imposible por su poca edad lo hizo posible su virtud consumada. Una recién casada no iría al tálamo nupcial con la alegría con que iba esta doncella al lugar del suplicio, con prisa y contenta de su suerte, adornada su cabeza no con rizos, sino con el mismo Cristo, coronada no de flores, sino de virtudes.

Todos lloraban, menos ella. Todos se admiraban de que con tanta generosidad entregara una vida de la que aún no había comenzado a gozar, como si ya la hubiese vivido plenamente. Todos se asombraban de que fuera ya testigo de Cristo una niña que, por su edad, no podía aún dar testimonio de sí misma. Resultó así que fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una niña que era incapaz legalmente de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales.

El verdugo hizo lo posible para aterrorizarla, para atraerla con halagos, muchos desearon casarse con ella. Pero ella dijo:

«Sería una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; él me ha elegido primero, él me tendrá. ¿A qué esperas, verdugo, para asestar el golpe? Perezca el cuerpo que puede ser amado con unos ojos a los que yo no quiero».

Se detuvo, oró, doblegó la cerviz. Hubieras visto cómo temblaba el verdugo, como si fuese él el condenado; como temblaba su diestra al ir a dar el golpe, cómo palidecían los rostros al ver lo que le iba a suceder a la niña, mientras ella se mantenía serena. En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneció virgen y obtuvo la gloria del martirio”.

Algo quizás olvidado, el Pudor

Una mirada atenta sobre la Historia certifica que incluso las civilizaciones de la antigüedad cultivaban el vestuario no solo como mera necesidad de cubrir el cuerpo de las intemperies. Las vestimentas expresan algo de la propia auto-concepción que un individuo tiene de sí mismo. El traje es un lenguaje no verbal por el cual el hombre sociable presenta a los demás algo de su mentalidad. ¿Qué papel juega el pudor en la mentalidad de las personas?

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La modestia

Nos dice el Padre Manuel Sabino,Fundador de los Siervos del Buen Pastor: “El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad y Él es el “Señor que da la vida y que procede del Padre y del Hijo y con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado. Fue Él, el que habló por los profetas.” El Espíritu Santo es dador de todos los dones y carismas extraordinarios; todos los frutos espirituales provienen de Él”. Uno de esos frutos es la Modestia. “La Modestia, continúa el P. Manuel, se relaciona con ser discreto. La modestia es contra la ostentación y la exhibición. La modestia es el pudor que debe acompañar a todo cristiano pues en él habita Dios. Como tal, debemos respetar nuestro propio cuerpo, no exponiéndolo como un muestrario. Alertad a aquellas personas que se visten con mini-faldas, escotes exagerados, blusas trasparentes, pantalones exageradamente apretados, presentando los contornos del cuerpo. Podemos usar ropas bonitas y arregladas con el debido pudor y respeto por el cuerpo“.

Catecismo de la Iglesia Católica

Nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica que el noveno mandamiento exige vencer la concupiscencia carnal en los pensamientos y en los deseos. La lucha contra esta concupiscencia supone la purificación del corazón y la práctica de la virtud de la templanza.

¿Cómo se llega a la pureza del corazón?

El bautizado, con la gracia de Dios y luchando contra los deseos desordenados, alcanza la pureza del corazón mediante la virtud y el don de la castidad, la pureza de intención, la pureza de la mirada exterior e interior, la disciplina de los sentimientos y de la imaginación, y con la oración.

.¿Qué otras cosas exige la pureza?

La pureza exige el pudor, que, preservando la intimidad de la persona, expresa la delicadeza de la castidad y regula las miradas y gestos, en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas. El pudor libera del difundido erotismo y mantiene alejado de cuanto favorece la curiosidad morbosa. Requiere también una purificación del ambiente social, mediante la lucha constante contra la permisividad de las costumbres, basada en un erróneo concepto de la libertad humana (Cfr.Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica – Preguntas 527 a 530).

Podemos también definir el pudor, de una forma más simple y para poder fijarla en nuestra memoria, con la siguiente fórmula: “Pudor: es la moderación y decoro en el vestir. Veamos algunos ejemplos de los santos.

Santa Juana de Chantal

San Francisco de Sales, vio una vez a Santa Juana de Chantal, un poco más adornada de lo normal. Sabiendo de su gran vocación, le dijo: “pues entonces os volveréis a casar, o por acaso es menester quitar la muestra”. La Santa comprendió y al día siguiente apareció con menos adornos, solamente con un encaje. San Francisco la vio y le dijo: “Señora, estarías siempre noblemente y decentemente vestida aun sin eso adornos”. La santa comprendió, y hasta retiró el encaje.

Ni después de la muerte

San José de Calazanz nunca permitió que partes de su cuerpo estuviera descubierta, a tal punto que ni a su madre ni as sus hermanos, les djaba cura una herida que tenía en el brazo. Esto porque de joven hizo voto de virginidad, tanto que a su muerte no pudieron cambiarle la ropa.

Pertenezco a otro esposo

La madre de Santa Rosa de Lima, pensaba que, como su hija era tan linda, la podría casar con un joven rico que le diera bienestar a l afamilia. Mandaba a du hija a vestir las mejores galas e ir a fiestas, pero ´Rosa lejos de faltar a su castidad, ponía clavos es sus diademas para no tenr miviimentos inapropiados. Un día se cortó la cabellera y, mostrándose a si madre que estaba enfurecida, le dice: “Pertenezco a otro esposo más noble que el que tú me quieres dar”.