San José, el hombre a quien Dios le llamaba padre

Dios siempre elige lo más hermoso

Dios Todopoderoso –para el que “nada es imposible” (Lc 1, 37) y que todo lo gobierna con sabiduría infinita– posee lo que pudiéramos llamar “su única limitante”: al crear no puede hacer nada que no sea bello y perfecto, o que no se destine a su gloria. Cuando determinó la Encarnación del Verbo desde la eternidad, el Padre quiso que la llegada de su Hijo al mundo estuviera revestida con la suprema pulcritud que conviene a Dios, no obstante los aspectos de pobreza y humildad a través de los cuales habría de mostrarse. Dispuso que naciera de una Virgen, concebida a su vez sin pecado original y reuniendo en sí misma las alegrías de la maternidad y la flor de la virginidad. Pero, para completar el cuadro, se imponía la presencia de alguien capaz de proyectar en la tierra la “sombra del Padre”. Fue la misión que Dios destinó a san José, el que bien merece las palabras dichas por la Escritura sobre su ancestro David: “El Señor se ha buscado un hombre según su corazón” (1 Sam13, 14).

Varón justo por excelencia

Tomando en cuenta el axioma latino nemo summus fit repente (“nada grande se hacede repente”) y aquella certera frase de Napoleón, “la educación de un niño empieza cien años antes de nacer”, es probable que en vista de su misión y de su rol como educador del Niño Dios, José haya sido santificado en el claustro materno al igual que san Juan Bautista en el vientre de santa Isabel; una tesis defendida por muchos autores y que puede sintetizarse en las palabras de san Bernardino de Siena: “Siempre que la gracia divina elige a alguien para un favor especial o para algún estado elevado, le concede todos los dones necesarios para su misión; dones que lo adornan abundantemente”.

El Evangelio traza la alabanza de José en una sola y breve frase: era justo. Tal elogio, a primera vista de un laconismo desconcertante, no es nada mediocre. El adjetivo “justo”, en lenguaje bíblico, designa la reunión de todas las virtudes. El Antiguo Testamento llama justo al mismo que la Iglesia concede el título de santo: justicia y santidad expresan la misma realidad.

El mismo silencio de las Escrituras a su respecto revela una faceta primordial de su perfección: la contemplación. San José es el modelo del alma contemplativa, más ansiosa de pensar que de actuar, aunque su oficio de carpintero le hiciera consagrar bastante tiempo al trabajo. Vemos realizada en él la enseñanza de santo Tomás: la contemplación es superior a la acción, pero más perfecta es la unión de una y otra en una misma persona.

Al serrar la madera, fabricar un mueble o un arado, José conservaba siempre su espíritu orientado al aspecto más sublime de las cosas, considerándolo todo bajo el prisma de Dios. Sus gestos reflejaban la seriedad y la altísima intención con que siempre actuaba, y esto contribuía a la excelencia de los trabajos ejecutados.

Su humilde condición de trabajador manual no le quitaba su nobleza, antes bien, reunía admirablemente ambas clases sociales. Como legítimo heredero del trono de David, mostraba en su porte y semblante la distinción y donaire propios de un príncipe, pero a ellos añadía una alegre sencillez decarácter. Más que la nobleza de la sangre, le importaba aquella otra que se alcanza con el brillo de la virtud; y esta última la poseía ampliamente.

Sin embargo, la Providencia lo destinaba al honor más alto que pueda recibir una criatura concebida en pecado original, colocándole en desproporción con el resto de los hombres. San Gregorio Nacianceno dice:“El Señor conjugó en José, como en un sol, todo cuanto los demás santos reunidos tienen de luz y esplendor”.

Todas las glorias se acumulaban en este varón incomparable,cuya existencia terrena avanzó en una sublimidad ignorada por sus conocidos y compatriotas, en silencio y oscuridad casi totales. Leer más…

Fuente: Revista Heraldos del Evangelio, Marzo/2007, n. 63, p. 18 a 25

 

Habemus Papam, Francisco

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 13-03-2013, Gaudium Press) Con el nombre de Francisco I, el Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio ha sido escogido por el Colegio de electores como el sucesor de Benedicto XVI.

 En un gesto de digna humildad, el nuevo Papa ha pedido a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, antes de dar la bendición protocolar, que ellos imploren la bendición del cielo para él. Luego sí, según el ritual solemne, leído en latín, dio la bendición a los presentes en la Plaza de San Pedro y al mundo. Después ha retirado su estola pontifical y con serenidad y rostro de bondad recibió las aclamaciones y los saludos del pueblo.

Card. Bergoglio, hoy ya, Papa Francisco I

“Mañana voy a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma, buenas noches y buen reposo” ha dicho el Papa Francisco I despidiéndose de la multitud.

Biografía del Papa Francisco I

A continuación algunos rasgos biográficos del nuevo Papa, fundamentados en perfil realizado por la Agencia Zenit.

El cardenal Jorge Bergoglio, 76 años, nació en el barrio argentino de Flores en el Gran Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Tras estudiar como técnico químico eligió el sacerdocio y entró en la Compañía de Jesús.

Estudio filosofía y teología en ambas facultades del Colegio Máximo San José. Fue maestro de novicios y profesor universitario en teología, provincial de los Jesuitas en su país y presidente de la Conferencia episcopal del 2005 al 2011. El 13 diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote. Cumplió un postgrado en la Universidad de Alcalá de Henares y en 1986 concluyó su tesis doctoral en Alemania. Juan Pablo II lo creó cardenal en el 2001.

Tiene una fuerte experiencia pastoral, y ha sido reconocido como un hombre de carácter. Su pagina en Facebook cuenta más de 37.000 ‘me gusta’ . Viaja normalmente en subterráneo, metro o medios públicos.

Se ha caracterizado como un firme defensor del derecho a la vida, y de la esencia familiar.

Es conocida también su sensibilidad por las clases menos favorecidas. A los religiosos les ha pedido “salir a dar testimonio e interesarse por el hermano” porque la cultura del encuentro “nos hace hermanos, nos hace hijos, y no socios de una ONG o prosélitos de una multinacional”.

En diversas oportunidades criticó fuertemente la corrupción y la trata de personas con imágenes fuertes: “Se cuida mejor a un perro que a estos esclavos nuestros”. O “la esclavitud está a la orden del día, hay chicos en situación de calle desde hace años, no sé si más o menos, pero hay muchos”. Sus palabras han sido también fuertes con relación a la degradación de menores.

Ha criticado fuertemente el “limitar y eliminar el valor supremo de la vida e ignorar los derechos de los niños por nacer”. Y aseveró: “el aborto nunca es una solución”. Se opuso a la liberalización de drogas y exhortó a los jóvenes a no creerles a “los mercaderes de la muerte”.

Ha advertido contra la falta de “humildad” de los gobernantes y la “veleidad” como un desvalor “que carece de toda propuesta”.

Sobre Aparecida indicó que “la inspiración del Espíritu es la gran luz que hubo ahí. Sombras son las mil y una cositas que trababan y tuvimos que superar”. “Todo fue un complejo de luces y sombras y que ganó la luz”.

Siempre se mostró reacio a obtener encargos de un cierto peso en la Curia Romana, si bien fue nombrado consultor de la Pontificia Comisión de América Latina; miembro de las Congregaciones para el Culto Divino y la disciplina de los sacramentos; del Clero; de los Institutos de Vida Consagrada, del Consejo postsinodal, y de la presidencia del Pontificio Consejo para la Familia.

La fuerza de la Iglesia -indicó el entonces purpurado en el sínodo sobre la nueva evangelización- está en la comunión y su debilidad en la división y en la contraposición.