Santa Teresita del Niño Jesús

En su corta existencia llegó a un elevado grado de santidad. Por sus inmensos deseos y su vida de sacrificios, fue misionera sin salir del convento y se convirtió en Patrona de las Misiones. Inauguró una nueva senda espiritual y fue proclamada Doctora de la Iglesia.

Era un 30 de septiembre de 1897. Cerca de las 16 horas, la comunidad del Carmelo de Lisieux, en Francia, se reunió en torno al lecho de una religiosa que, con tan sólo 24 años de edad, parecía entrar en agonía. A la hora del Ángelus, miró largamente a la Virgen de la Sonrisa, que siempre la había protegido en su breve existencia.

Sujetaba con firmeza el crucifijo. Notando que la enferma parecía tardar un poco más en esta tierra, la superiora dispensó a la comunidad. Pero enseguida sonó la campana de la enfermería y las religiosas regresaron a toda prisa, a tiempo para presenciar una sublime escena.

Con los ojos puestos en el crucifijo, la agonizante pronunció esta breve frase: “Dios mío… yo… ¡Te amo!”. Su semblante se iluminó, parecía estar en éxtasis. Durante algunos instantes, su mirada se posó un poco por debajo de la imagen de María que tenía en la cabecera. Después cerró los ojos y, con una sonrisa en los labios, entregó su alma al Creador.

Sublime compendio de la Creación

Ofrecemos a nuestros lectores un pequeño trecho del Pequeño Oficio de la Inmaculada, Comentado“, de autoria de Nuestro Fundador, Mons. Juan Clá Dias

Comentando el capítulo de los Proverbios (VIII,22-31) usado por la Liturgia en la celebración de la Natividad de Nuestra Señora, San Juan Eudes escribe:

“[María] estuvo presente con el Creador del universo, cuando Él asentaba los cielos, regulaba el movimiento de los astros, y cuando cercaba los abismos; cuando formaba el aire y los vientos y daba consistencia a las nubes en lo alto; cuando ponía límites al mar, para que las aguas no sobrepasasen sus confines; cuando asentaba los cimientos de la tierra.

¿Cómo se entiende esto?. ¿De qué modo esta sagrada Virgen estaba con Dios en la Creación del mundo, y de qué manera hizo todo con Él?

Estaba con Dios porque Él la llevaba siempre en su espíritu y en su corazón, y consideraba cuidadosamente todas las perfecciones naturales y sobrenaturales diferentemente repartidas entre todas las criaturas, para recogerlas un día y reunirlas todas en Aquella que había sido destinada para ser la Soberana del universo. Por esta razón, San Epifanio La llama: «Misterio del Cielo y de la tierra», porque Dios puso en esta maravillosa Virgen como en un resumen y compendio, todo lo que hay de más hermoso en el Cielo y en la tierra”.

En ese mismo sentido, el Pe. Jourdain transcribe este comentario de un piadoso autor: “Dios se confirma en la creación de los Ángeles, de los Arcángeles, de los Querubines y de los Serafines; se confirma en la creación del cielo material, de los astros, del sol, de la tierra y de las criaturas que la contienen. Creando todos esos seres, Dios prenunciaba su obra maestra por excelencia, la creación de María, que ella misma sería el preludio de la creación de la humanidad del Salvador. Todo se aplicaba a Jesús y a María, todo les representaba, todo preparaba su venida a la tierra para el rescate de los hombres y la glorificación de Dios”.

“Señor, ¿son pocos los que se salvan?”

“Señor, ¿son pocos los que se salvan?”. Pregunta hecha a Jesús con escaso interés de perfección. Sin embargo, pocos serán los desinteresados en oír la respuesta del Divino Maestro. Escuchémosla con claridad y profundidad.

Ofrecemos a nuestros lectores un trecho de la meditación que hace Mons. Juan Clá Dias, fundador de los Heraldos, del Evangelio del domingo XXI del Tiempo Ordinario.(Lucas 13,22-30)

Él les dijo: Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

El consejo de Jesús es imperativo: “esfuércense”, indicándonos hasta dónde no es cosa de “tratar de entrar” a última hora. Pero infelizmente, asusta el número de personas que a lo largo de la vida se despreocupan de saber lo que les pasará después de la muerte. Muchos están dispuestos a cambiar el Cielo por el fugaz placer de un momento, y actúan tal como Judas Iscariote frente a las engañosas delicias de este mundo: “¿Cuánto me quieren dar y yo les entrego a Jesús?” (Mt 26,15). No son pocos los que prefieren a Barrabás antes que a Jesús, entregándose a las pasiones y pecados en detrimento de la convivencia sin fin con Dios. San Basilio describe el modo como toman esa opción insensata:

“En efecto, el alma vacila siempre: cuando reflexiona sobre la eternidad se decide por la virtud. Pero cuando mira el presente, prefiere los placeres de la vida. Aquí se ve la languidez y los deleites de la carne; allá, la dependencia, la servidumbre y el cautiverio de la misma. Aquí la embriaguez, allá la sobriedad. Aquí los riesgos disolutos, allá la abundancia de lágrimas. Aquí las danzas, allá la oración. Aquí el canto, allá el llanto. Aquí la lujuria, allá la castidad” (S. Basilio: in Psalm. 1).

Pero, ¿cuál es esa puerta estrecha? Jesús nos la indica: “No todos los que dicen: «Señor, Señor», entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.” (Mt 7,21)

Esfuércense en entrar por la puerta estrecha

Esfuércense en entrar por la puerta estrecha

Por lo tanto, consiste en nuestra obligación de abatir el orgullo, controlar nuestra mirada, pensamientos y deseos, guardar nuestro corazón de los afectos desordenados, vivir de la fe y de la esperanza en la práctica de la verdadera caridad, etc.

Una vez que el padre de familia se levante y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y comenzarán a golpear la puerta diciendo: ¡Señor, ábrenos! Y les responderá: No sé de dónde son ustedes.

Los Evangelistas suelen relatar las aproximaciones que el Divino Maestro hacía entre el Reino de los Cielos y un banquete. Según las costumbres de la época, por medidas de seguridad, además de otras razones, al llegar el último invitado el anfitrión atrancaba las puertas. Y así, para hacer aún más clara la alegoría de la puerta estrecha para entrar al Cielo, Jesús presenta la parábola del padre de familia que se reúne con sus hijos y amigos en su casa, a puertas cerradas. Los que se quedaron afuera pedirán que se los deje entrar, y recibirán la respuesta: “No sé de dónde son ustedes”. La razón de tal respuesta no es que no hubiera más lugar, sino por no haber querido entrar por la puerta estrecha.

Qué sorpresa para los que creían ser salvos gracias a la práctica de unas tantas y pocas obligaciones religiosas…

La escena descrita en este pasaje traduce en términos domésticos una profunda realidad eterna. La familia representada aquí es la divina, a la que pertenecen todos los bautizados que viven en la gracia de Dios y, muriendo en ella, gozarán de la felicidad perpetua participativa en la convivencia de la Santísima Trinidad. Fuera de esa intimidad se quedarán todos los que murieran impenitentes de sus pecados. El Padre los tratará como a extraños desconocidos.

Entonces comenzarán ustedes a decir: Comimos y bebimos contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas.

Es muy cierto. Cuántas veces nos acercamos a la mesa de la Comunión y nos beneficiamos con los demás Sacramentos, escuchamos buenas predicaciones sobre el Evangelio, además de los consejos en particular, en el seno de la Iglesia fundada por el Redentor. No obstante, ¿qué provecho sacamos de todos esos privilegios? Se nos dan para cumplir mejor los Mandamientos. Insensatos son los que se entregan a una vida de pecado hasta la hora de la muerte, arriesgándose a oír de los labios de Jesús la sentencia irrevocable de eterna reprobación. Solamente entonces entenderán las palabras del Divino Maestro: “Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?” (Mt 16,26).

Pero él les dirá: No sé de dónde son ustedes; apártense de mí todos los que obran la iniquidad.

Esta respuesta contiene dos afirmaciones:

1. “No sé de dónde son ustedes…”. No debemos pensar que solamente los no-bautizados serán objeto del rechazo de Jesús. También se nos podrá aplicar a nosotros, bautizados, si no cumplimos con nuestros deberes. En este caso, Jesús se dirigirá a nosotros de manera aún más explícita: “A ustedes Yo los arranqué de las tinieblas del pecado y los redimí a costa de mi propia sangre, elevándolos a la dignidad de hijos de la Iglesia. Pero ustedes quisieron las sendas del orgullo y, siguiendo el consejo de Satanás, obedecer a la ley del mundo y entregarse a las pasiones. No escucharon la voz de la gracia ni la de mis Ministros…”

2. “… apártense de mí todos los que obran la iniquidad”.

Ser repelido por Dios es el más terrible de los tormentos eternos, según nos enseña la Teología. Hemos sido creados en vista de la felicidad eterna, o sea, para conocer a Dios cara a cara y amarlo como Él mismo se ama, guardando siempre las debidas proporciones. Nuestra alma tiene sed de esa convivencia con Dios y solamente reposaremos en Él. Ahora bien, vernos expulsados por Quien es la única Causa de nuestra alegría, significaría para nosotros un tormento sin comparación. Qué terrible palabra: “Apártense de mí…”

María Puerta del Cielo

Pues hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.

Sorprendente será esa inversión de valores, por eso jamás debemos sentirnos seguros debido a nuestras cualidades, ni por las gracias recibidas, ni menos aún por la riqueza que pueda estar en nuestras manos. Es necesario servir a Dios con ardor y entusiasmo, entrando “por la puerta estrecha” que bien podrá ser María Santísima. No sin razón se le dio el título de Puerta del Cielo. Estrecha, porque nos exige una confianza robusta en su protección maternal. Invoquémosla en todas las tentaciones y dificultades, a fin de comprobar la irrefutable realidad de que “jamás se oyó decir que alguno de los que han recurrido a su protección maternal, implorado su asistencia o reclamado su socorro, fuera por Ella desamparado”. Y cuando lleguemos al Cielo, rindamos eternas gracias a los méritos infinitos de Jesús y a las poderosas súplicas de María.

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Santa Rosa de Lima, la primera rosa del continente americano

América ha visto florecer los frutos de la santidad desde los comienzos de su evangelización. Este es el caso de Santa Rosa de Lima (1586-1617), « la primera flor de santidad en el Nuevo Mundo »… Después de ella, el santoral americano se ha ido incrementando hasta alcanzar su amplitud actual… S.S. Juan Pablo II (Ecclesia in America , n.15)

Rosa de Santa María, conocida en la Iglesia Universal como Santa Rosa de Lima, nace en la capital de Perú, el 30 de Abril de 1586 y fallece en la misma el 24 de agosto de 1617.

“Es la primera santa que antes de ser canonizada – sólo 54 años después de su muerte, en 167l- sería proclamada – cosa excepcional- patrona del Perú (1669), del Nuevo Mundo y de Filipinas (1670)”.

Ella es pues, la primera rosa que el continente americano ofrecía al Altísimo. En Lima se vivía la denominada “época dorada de la santidad”. Una constelación de santos tuvieron como escenario de vida esta ciudad: Rosa conoció a san Martín de Porres, fue confirmada en 1597 en Quives, por el segundo arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo y escuchó las predicaciones de san Francisco Solano y san Juan Masías.

Su nombre ¿Rosa o Isabel?

Nuestra santa fue bautizada con el nombre de Isabel Flores de Oliva, pero un día cuando su nana la estaba meciéndola en la cuna, la descubrió para ver si dormía y vio su rostro tan hermoso, que llamó a unas niñas para que la viesen. Su mama admirada por lo que pasaba se acercó a la bebe y la vio tan linda y hermosa, parecía que todo su rostro estaba hecha una rosa muy linda y en medio de ella veía las facciones de sus ojos, boca, nariz y orejas como si hubiese puesto su cabecita en una rosa grande de un color muy encendido.

La mamá quedó admirada de ver aquel prodigioso suceso; la tomó en las manos y contenta le dijo: “Yo te prometo, hija y alma mía, que mientras viviré, de mi boca no has de oír otro nombre sino Rosa”…

¿Laica o monja?

Santa Rosa fue laica (no fue monja de clausura como a veces se cree). Vivió en casa de sus padres como terciaria dominica (usando el hábito dominico).

¿Cómo era su vida diaria?

Vivió pues su anhelo de ser toda de Dios en la vida ordinaria. Ya en vida tuvo fama de santidad debido a su incansable labor para con los menesterosos y olvidados de Lima y a la limpieza de su alma que irradiaba en todo el que le conocía.

Si Rosa llegó a la perfección en la caridad hacia el prójimo fue porque su vida espiritual fue muy intensa: la otra mitad de su jornada estaba destinaba a la vida de piedad, llegando por gracia de Dios a las cumbres de la contemplación y unión con Dios (matrimonio espiritual) dejándonos un legado de vida espiritual. Su escala espiritual la podemos apreciar en sus escritos.

Sus penitencias, ayunos y mortificaciones continuadas aún hoy siguen asombrando al mundo pues nos preguntamos cómo una doncella tan frágil pudo tomar para si tales ofrecimientos, y nos respondemos que ella fue llevada por el encendido amor a Dios que le impulsaba a pedir perdón por sus hermanos.

Su Amor a la Virgen

Rosa fue favorecida con repetidas visitas de la Reina de los ángeles. Tan familiar fue su trato con ella que como buena madre la despertaba en la mañana para ir a la oración.

Deseaba adornar a nuestra madre ofreciéndole preciosas prendas pero realizó un regalo mayor al componer a la Madre de Dios unos “vestidos espirituales” consistentes en un ofrecimiento de decenas de rosarios, oraciones y visitas al Santísimo Sacramento y otras prácticas de piedad. El amor de Rosa bien puede decirse era originalmente delicado.

Su gloriosa muerte

Al saberse la noticia de su muerte, toda Lima se conmocionó y quería ver a la que ya aclamaban como “su santa”. Transcurrieron días sin poder sepultar el sagrado cuerpo como consecuencia de las interminables visitas de toda la población, y su cuerpo, lejos de manifestar señales de corrupción permanecía lozano y sereno como en el mismo instante de su partida al cielo.

Según consta en los archivos de su proceso de canonización, se sucedieron incontables curaciones milagrosas al sólo contacto con su bendito cuerpo o con sólo invocar su nombre. Milagros de todo tipo se sucedieron. Era la canonización anticipada.

Recién el día 4 de setiembre se pudieron realizar las honras. Al coincidir este día con el de santa rosa de Viterbo, la gente se admiró y tomó este gesto como señal divina y anticipada de su elevación a los altares.

Sobre el pozo de Santa Rosa

Se encuentra en la que fuera su hogar, hoy Santuario de nuestra santa (Centro de Lima). Esta imagen nos remite al momento en que Rosa arrojó en el pozo la llave del candado de una cadena que se puso en la cintura a modo de silicio, para hacer perpetua penitencia por los pecadores.

Poco después de fallecida, al crecer el número de milagros y gracias que la gente obtenía por su intercesión, un número cada vez más grande de personas empezó a echar cartas en dicho pozo, confiando en que su protectora recibiría la celestial correspondencia, cosa que se ha verificado con el transcurso de los siglos.

Millones de personas dan fe de las gracias, tanto espirituales como materiales que Rosa brinda, si ésta está en los planes de la Providencia divina.

Viaje a Costa 2013

Un grupo de jóvenes participantes de las actividades de los fines de semana de los Heraldos del Evangelio, en las Fiestas Agostinas han aprovechado para hacer un viaje cultural a Costa Rica.

 San José, capital del país. El Teatro Nacional, donde asistieron a un concierto de canto del Maestro Agustín Lara, la Catedral, plazas y calles fueron la gran atracción del paseo capitalino. El Rosario de luces rezado en la plaza de la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Costa Rica, el Parque natural del Volcán Irazú, las Ruinas de Ujarrás, el Canpy en Arenales, El parque de las Cataratas de la Paz, el Museo del Niño, fueron lugares, entre otros, que sin lugar a duda han marcado como una experiencia positiva en los corazones de todos los participantes.

Agradecemos de todo corazón a los Heraldos del Evangelio de Costa Rica por la excelente recepción que nos han brindado y pedimos a la Santísima Virgen de los Ángeles que continúe bendiciendo todo el labor en pro de la juventud que realizan en tierras Ticas y también le pedimos a Ella de ser fieles a todas las gracias que derramó durante estos días inolvidables pasados juntos.

Consagración a Nuestra Señora

En la Solemnidad de La Asunción de María a los Cielos un grupo de amigos y papás de jóvenes que frecuentan las actividades de los Heraldos del Evangelio, se han consagrado a Jesús por las manos de María, según el conocidísimo método de San Luis María Grignon de Monfort. En la solemne Eucaristía, celebrada por el P. Alvaro Mejía EP, tuvo lugar dicha consagración.

 Después de un profundo estudio del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, de San Luis, y de haber cumplido con las prescripciones de las oraciones y meditaciones durante los 33 días de preparación, se escogió esta fecha mariana para realizar la tan esperada consagración y con esto servir a Dios de una manera más perfecta, es decir, haciéndose todo dependientes de Aquella que es la Medianera de todas las Gracias.

Solemnidad de la Asunción de María a los Cielos

En la Solemnidad de la Asunción de la Virgen a los Cielos, queremos dar a nuestros lectores un trecho de la la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus” de Su Santidad Pío XII, en la cual se declara el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos en cuerpo y  alma.

44. “Por tanto, después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para acrecentar la gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste”.

45. Por eso, si alguno, lo que Dios no quiera, osase negar o poner en duda voluntariamente lo que por Nos ha sido definido, sepa que ha caído de la fe divina y católica.

46. Para que nuestra definición de la Asunción corporal de María Virgen al cielo sea llevada a conocimiento de la Iglesia universal, hemos querido que conste para perpetua memoria esta nuestra carta apostólica; mandando que a sus copias y ejemplares, aun impresos, firmados por la mano de cualquier notario público y adornados del sello de cualquier persona constituida en dignidad eclesiástica, se preste absolutamente por todos la misma fe que se prestaría a la presente si fuese exhibida o mostrada.

Pío XII

                                      Pío XII

47. A ninguno, pues, sea lícito infringir esta nuestra declaración, proclamación y definición u oponerse o contravenir a ella. Si alguno se atreviere a intentarlo, sepa que incurrirá en la indignación de Dios omnipotente y de sus santos apóstoles Pedro y Pablo.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el año del máximo Jubileo de mil novecientos cincuenta, el día primero del mes de noviembre, fiesta de Todos los Santos, el año duodécimo de nuestro pontificado.

Yo PÍO, Obispo de la Iglesia católica, definiéndolo así, lo hemos suscrito.

fuente: Gudium Press en el siguiente enlace: http://es.gaudiumpress.org/content/49788#ixzz2c3tbN4yc

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He aquí, yo estoy a la puerta y llamo

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. (Apocalipsis 3, 20)

 De las frases más conmovedoras y que  llenan espiritualmente, se encuentra en el capítulo 3 versículo 20 del libro del Apocalipsis.

Nuestro Señor Jesucristo, se presenta diciendo “he aquí, yo estoy a la puerta y llamo”. Nuestro Señor es el que toma la iniciativa, para hablarnos de un “llamado”. Dios tiene un llamado diferente para cada uno. Para algunos será la vida de religioso, otros la vida matrimonial. A unos les estará llamando para abandonar una mala vida, un pecado, un vicio. A otros les llama, para decirles que tengan confianza en Él. A otros les llamará para que vuelvan a la vida sacramental, a la confesión. A todos nos llama para que nos dejemos amar por Él.

“Si alguno oye mi voz”. Es ahí el problema. Pues Dios llama a cada uno en particular. El problema que podemos encontrar, es que por el exceso de ruido que hay en nuestras almas no oigamos, o simplemente oímos y por comodidad preferimos no abrir, con el pretexto de decir mañana te abriré; alegamos mil pretextos para que la entrada de Nuestro Señor Jesucristo sea más tardía. Además podemos encontrar otro problema, y está en que no conocemos de Quién proviene la voz; a veces nos encontramos perdidos, en busca de algo que nos llene, que nos conforte, buscamos en el mundo, en el placer, en el dinero, en la comodidad y nunca encontramos. Si supiéramos que la respuesta que buscamos está tocando a la puerta de nuestro corazón; y Ésa persona es Nuestro Señor Jesucristo.

 “Y abre la puerta”. No basta con sólo oír. Se cumplen las palabras de Nuestro Señor, – no sólo el que dice Señor, Señor se salvará -, por tanto el abrir la puerta significa expulsar primero lo que en nuestras vidas nos ata al pecado, nos tenga amarrados a una vida de mediocridad y tibieza. Y después de expulsar eso de nuestras almas, es dar el espacio de entrada a nuestro Redentor y Salvador.  No podemos servir a dos señores. Llevar una doble vida, en la que decimos creo en Dios y no hago mal a nadie, y llevamos una vida de pecado, caemos en hipocresía, pues no estamos siendo consecuentes con nuestra fe; pues no puedo amar a Dios si no cumplo los 10 mandamientos, y no puedo amar al prójimo sino no busco primero la salvación de mi propia alma.

Algunas estampas devotas, muestran a Nuestro Señor Jesucristo tocando una puerta; y es curioso ver un detalle que tiene un significado grande; en la puerta no hay cerrojo por fuera, sólo por dentro; con ellos comprendemos la libertad que Dios nos concede, nosotros somos los únicos que tenemos la llave para dejar entrar o dejar fuera a Nuestro Señor; es la educación de Dios. 

Pobre de nosotros si cerramos nuestra puerta a Dios, pues con ese acto nosotros mismos nos estamos también cerrando las puertas del cielo. Y el día de nuestro juicio, Dios nos juzgará no por si sólo oímos su voz, pues evidente que en algún momento de nuestra vida la oímos; nos juzgará por si respondimos a ese llamado que nos hizo y le abrimos la puerta.

“Entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Esta es la dulce recompensa de dejar entrar a este Divino transeúnte, que busca no solo entrar en nuestras vidas sino compartir. El momento más tierno e importante para una familia, es el reunirse en torno a la mesa a compartir los alimentos, por eso Nuestro Señor habla de cenar, en esta Divina comunión: Él conmigo y yo con Él.

No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Amén.

Con estos dos pedidos, termina la oración por excelencia, compuesta por Nuestro Señor Jesucristo: El Padre Nuestro.

Para empezar a comentar estas peticiones, es de notar el sentido plural de ambas frases.  Es decir que al rezarlo, aunque sea de forma individual, hacemos el pedido para todos los miembros de la Santa Iglesia.

Es preciso destacar, que en el pedido “no nos dejes caer en tentación”, es un pedido en que le pedimos fuerzas a Dios, para que no permita el pecado en nuestras almas, muy diferente en pedirle “no nos tientes”. Por tanto consideremos que la tentación y el pecado son cosas diferentes; una nos aleja de Dios y otra, si no caemos, nos acerca y nos torna dignos ante  Dios.

La tentación, para nuestra vida espiritual y conquistar el cielo, es necesaria, pues así ganamos méritos y gracias; además que reconocemos nuestro nada y miseria y por otro lado nos lleva a admirar la bondad, y misericordia infinita de Nuestro Señor.

Al pedirle a Dios, en esta oración – líbranos del mal, estamos pidiendo que nos libre de nuestros enemigos, que no son necesariamente personas con la que no tengamos buen relacionamiento, sino, nuestros tres enemigos del alma: el demonio, el mundo y la carne.

El mayor triunfo del demonio en nuestros días, es hacer pensar a las personas que él no existe, por lo tanto advirtamos que él existe y que busca nuestra condenación eterna. El mundo, es un enemigo para nosotros, pues si nos apegamos a él, será nuestra perdición, si buscamos en él la felicidad será nuestra ruina. Y el peor enemigo, la carne, ósea uno mismo. Todos tenemos defectos, vicios que si no los combatimos nos irán esclavizando y alejándonos de Dios.

¿Cuál es la mejor solución para no caer en tentación? Nuestro Señor Jesucristo nos responde en el monte de los Olivos, “vigilad y orad, para no caer en tentación”.

Y la mejor forma de librarnos del mal, es la devoción ardorosa a la Santísima Virgen, pues ella es el mayor enemigo del demonio. Se estudia en teología, que con solo decir el nombre de Ave María Purísima el infierno tiembla; no olvidemos que el demonio es un ser cobarde, que sólo con pronunciar el nombre de Nuestra Señora, huye lleno de espanto y de terror.

San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Nuestro Señor

Joaquín y Ana -los dos pertenecientes a la tribu de Judá- llevaban 20 años de matrimonio, pero no habían podido tener un hijo. Joaquín, con gran dolor en su corazón -puesto que la esterilidad era considerada para los hebreos un castigo del cielo-, decide retirarse al desierto y con ayuno, oración y penitencia le pide a Dios la bendición de la paternidad. Ana, por su parte, intensifica sus oraciones implorándole al dueño de la vida que le conceda un hijo. Dios no demora en escuchar sus ruegos y, aunque los esposos ya eran unos ancianos, bendice el matrimonio con una especial y única descendencia: la inmaculada Virgen María.

Hoy, la Iglesia conmemora a los abuelos de Jesús, como se llaman cariñosamente Santa Ana y San Joaquín. Aunque poco se sabe de ellos, una tradición antigua, que viene del siglo II, atribuye los nombres de Joaquín y Ana como los padres de María.

Entre esas tradiciones, está la que proviene del protovangelio de Santiago, un texto apócrifo -es decir, extracanónico- que fue escrito aproximadamente en el año 150, en el que se hace referencia a la concepción milagrosa de María -la escogida desde la eternidad para ser la Madre del Hijo de Dios-, de su infancia, y en el que se menciona a Joaquín y Ana como sus padres.

Otros textos apócrifos, que hacen referencia a los padres de la Santa Madre de Dios, son el Evangelio apócrifo de Mateo y el Evangelio de la Natividad de María, el cual data aproximadamente del siglo IX.

Sobre la devoción a Santa Ana, se afirma que ésta fue introducida en la Iglesia oriental durante el siglo VI, la cual pasó a la occidental durante el siglo X. De San Joaquín se dice que fue venerado antiguamente por los griegos. La fiesta de los abuelos de Jesús antes era celebrada por separado, pero con la reforma del Calendario Litúrgico, realizada tras el Concilio Vaticano II, la celebración de los padres de María quedó establecida para el 26 de Julio, catalogándolos como los patronos de los abuelos.