¿Cuál es la intención del Sr. Andrea Tornielli al atacar a los Heraldos del Evangelio? ¿Crear un cisma en la Iglesia?

Recientemente el Sr. Tornielli publicó un artículo polémico en el blog Vatican Insider, del diario La Stampa: «La doctrina secreta de los “Heraldos”: “Plinio Correa incentiva la muerte del Papa”»

Quien lee los artículos y libros del prestigioso vaticanista, Sr. Andrea Tornielli, puede recrearse pensando en la pintoresca imagen de un camaleón. Y es que sus publicaciones denotan una astuta capacidad para adaptarse al entorno en el que se encuentra y llevar a cabo sus actividades: supo sonreírle a Juan Pablo II, acariciar el pontificado de Benedicto XVI y, al mismo tiempo, ir poniéndolo discretamente de lado, cuando ya andaba cogido de la mano de Francisco…

Recientemente, el señor Tornielli ha publicado un polémico artículo en el blog Vatican Insider, del diario La Stampa: «La doctrina secreta de los “Heraldos”: “Plinio Correa incentiva la muerte del Papa”». Teniendo en cuenta el conocido carácter camaleónico del articulista, surgen dos preguntas en relación con esta publicación: ¿qué es lo que pretende? ¿Para qué ambiente está ya anticipando una nueva adaptación?

Es interesante notar que el autor resucita, en el artículo mencionado, denuncias antiguas, muy antiguas, contra el profesor Plinio Corrêa de Oliveira, sobre la veneración que muchos le tenían en vida, y la devoción privada a su madre, Dña. Lucilia. Ahora, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio, es el blanco de los mismos ataques. Son acusaciones ya obsoletas, que fueron todas ellas contestadas y debidamente refutadas según los dictámenes de la más estricta doctrina católica.

Mons. João S. Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio.

Timeo hominem unius libri. Esto es precisamente lo que los lectores de la prensa católica pueden concluir actualmente viendo el grado de conocimiento que tiene el Sr. Tornielli del tema que trata en su artículo: temo al hombre de un solo libro. Y esto no queda nada bien para un articulista de su porte… Vamos a ver por qué.

En primer lugar, podríamos sugerirle al Sr. Tornielli que volviera un poco al pasado de la institución que con tanta vehemencia ataca, y prestase algo de atención en una obra publicada en 1985 –Servitudo ex Caritate– con el parecer del eminente teólogo P. Victorino Rodríguez y Rodríguez, OP. En este trabajo, que nunca fue refutado, el asunto de la Sagrada Esclavitud a Jesús por las manos de María, así como el de los vínculos espirituales entre el Prof. Plinio y sus discípulos -tema que menciona en su artículo-, fueron completamente aclarados para el pasado, para el presente y para el futuro.

¿Y por qué no leer también el libro Doña Lucilia, de 1995, que contiene un elogioso prólogo del P. Antonio Royo Marín, OP, y ha sido reeditado en colaboración con la Libreria Editrice Vaticana en 2013, también en italiano? Su lectura habría sido suficiente para entender que los fundamentos de la devoción a esta gran dama brasileña se basan en su vida, de una virtud impecable, y en la costumbre doblemente milenaria de la Santa Iglesia. Permita que le digamos, Sr. Tornielli, que puede serle conveniente una revisión de sus apuntes de cuando estudió el catecismo, puesto que antes incluso de que alguien sea canonizado, la Santa Madre Iglesia pide que sea reconocida su fama de santidad.

¿Y sobre la devoción al Dr. Plinio? Si al Sr. Tornielli le interesan datos más actualizados, le invitamos a que haga un estudio serio de una obra muy reciente, de 2016, publicada en cinco volúmenes, también por la Libreria Editrice Vaticana, con más de cien mil colecciones impresas, cuyo título es El don de la sabiduría en la mente, vida y obra de Plinio Corrêa de Oliveira. En ese trabajo está detallada la historia del origen, y la fundamentación teológica del tema, que en su artículo trata de manera tan tendenciosa.

Es verdad, sin embargo, que ante el Sr. Tornielli apareció de repente, una inusitada y gran novedad: un vídeo privado, divulgado fuera de contexto y superado por el tiempo, puesto que es de hace un año y medio. Aunque el uso del vídeo está restringido a la institución, fue obtenido ilegalmente por un hombre exaltado en su aversión a la TFP y los Heraldos -siendo él mismo un exmiembro de la TFP-, casado con una señora que es exmiembro del Opus Dei, y que ambos dedican buena parte de su tiempo a atacar a las entidades a las que pertenecían. Y a esta fuente acudió el influyente Sr. Tornielli para buscar su imparcial información…

Se trata del registro de una reunión privada de clérigos, que no implicó en cambio alguno de orientación en los Heraldos del Evangelio, ya sea en su relación con la Sagrada Jerarquía y la sociedad civil, ya sea en su labor con la inmensa cantidad de seguidores del movimiento. El objetivo de la reunión registrada fue simplemente el intercambio de impresiones sobre ciertos fenómenos preternaturales, en un ambiente familiar ameno y distendido. A pesar de ello, unas manos criminales, todavía desconocidas, decidieron maliciosa e inconsecuentemente dar a conocer su contenido a un público que, en su gran mayoría, no tiene conocimientos teológicos suficientes para formarse un juicio adecuado sobre su contenido. No fue difícil, por tanto, crear confusión en sus mentes. Por otra parte, a esas mismas manos no les interesó, por supuesto, divulgar las conclusiones de estos análisis.

Pero ¿por qué el Sr. Tornielli no buscó a los Heraldos para aclarar el asunto? Bien podríamos decir: timeo hominem unius factionis, temo al hombre de las medias verdades, al hombre parcial, al que no sabe y no quiere oír ambas partes.

¿Estará actuando el Sr. Andrea Tornielli solo? No lo sabemos…

Pero podemos afirmar, analizando el artículo del renombrado vaticanista y las circunstancias mencionadas, que está contribuyendo ciegamente a la destrucción de la tan soñada unidad que los Padres del Concilio Vaticano II quisieron llevar a cabo y que tres grandes hombres concretizaron: san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Mons. João Clá. Aquí está una manera de arrasar con la doctrina de un Concilio Ecuménico y con la dedicada labor de dos papas -uno de ellos todavía vivo entre nosotros- y un fundador, con quien, según un prefecto de la Congregación para los Religiosos, el cardenal Franc Rodé, ¡la Iglesia está en deuda!

Cui prodest? ¿Quién se beneficia de esta actitud? Ciertamente el mundo católico está desconcertado: esta vez, el tono que muestra el camaleón es tan surrealista, que, hechas las debidas ponderaciones, sigue levantando preguntas en relación con sus diferentes y nuevos tintes:

– ¿A quién representa el Sr. Andrea Tornielli?

– ¿Tiene la intención de causar un cisma en la Iglesia?

– ¿Con qué objetivo?

Por último, aclaradas las falsedades y distorsiones, le hacemos una invitación a que vuelva a un periodismo culto, serio y ético. Los Heraldos del Evangelio consagran a San José, patrono de la Iglesia, su propia defensa, con la certeza de que no van a ser desamparados por el padre virginal de Jesús y esposo castísimo de María. Sin perjuicio de los propios derechos, están dispuestos siempre a acoger con benevolencia la retractación de los calumniadores y a perdonarlos sinceramente, pues no guardan ningún resentimiento.

Autor : Gaudium Press

Un mandamiento Nuevo

“Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jo 15,12-13).

Ofrecemos a nuestros lectores un interesante comentario de este trecho del Evangelio de   San Juan, hecho por el Fundador de los Heraldos del Evangelio, Mons. Juan S. Clá Dias.

Un Mandamiento nuevo

Nuestro Señor nos dio un mandamiento nuevo que será una de las principales columnas de la Nueva Alianza: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. En la Antigüedad, también existía amor –por ejemplo, entre los miembros de una familia- pero este amor aún era imperfecto. Sin embargo, si Cristo no se hubiese encarnado, jamás podría la humanidad haber conocido este amor que infunde bondad y transforma. Jesús trajo para la Tierra una nueva y riquísima forma de amor, nos la enseñó con su vida, palabras y ejemplo, y nos benefició con su gracia, sin la cual nos sería imposible practicarla. Así es como Él quiere que nos amemos: tomando la iniciativa de estimar a los otros, sin esperar de ellos retribución, y estando dispuestos a dar todo por el prójimo, hasta la propia vida, a fin de ayudarlo a alcanzar la perfección. El gran drama de los días de hoy es causado justamente por la falta de este amor. Y para dejar bien claro hasta dónde este amor debe ser llevado, Nuestro Señor da un ejemplo pre anunciador de su holocausto en la Cruz, sacrificio supremo que, bajo un prisma meramente humano, podría ser calificado como una locura. Jamás en la Historia alguien había amado a sus amigos a punto de entregarse por ellos como víctima expiatoria. Ahora, si Cristo, siendo Dios,  así se inmoló por nosotros, ¿cuál debe ser nuestra retribución?

En qué consiste la verdadera amistad

Amigo: palabra sui generis, cuyo profundo significado fue, sin embargo, manchado a lo largo de los siglos.  Por encima de la mera consonancia o simpatía, hay en la verdadera amistad un elemento capital: desear el bien a quien se estima. Y, por esto, ella sólo puede estar fundada en Dios, viendo  que no es posible ambicionar nada mejor para el otro que su salvación eterna.

Al encarnarse y revelarnos las maravillas del a Buena Nueva, Jesús no se reservó para sí aquello que oyó del Padre, sino que lo transmitió en una medida proporcionada a nuestra naturaleza. Conociéndolo, amándolo y cumpliendo los Mandamientos, nos transformamos en verdaderos amigos suyo, porque amigo es aquel que conoce la voluntad del otro y la pone en práctica.

El verdadero sentido de la palabra amor

El Evangelio sitúa la palabra “amor” en una perspectiva enteramente diferente a la que estamos acostumbrados, invitándonos para la más elevada relación que sea posible alcanzar en esta tierra: la amistad con Jesús.

Si en los principios de nuestra era los paganos, al referirse a los cristianos decían “vean como ellos se aman” ( TERTULIANO. Apologeticum. c.39: ML 1, 584.), en nuestros días, tan tristemente paganizado, este afecto debe brillar de modo a atraer a aquellos que se alejaron de la Iglesia. Y para esto, necesitamos sacar de nuestras almas todo sentimentalismo, romanticismo o egoísmos que puedan existir en ellas.

“Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”, exhorta el Apóstol San Juan (I Jo 4, 7). Quien ama con verdadero amor no busca se adorado por el otro, ni exige reciprocidad. Busca, por el contrario, ser educado, cuidadoso y celoso con todos, sin hacer acepción de personas, visando reflejar de algún modo en el convivio del día a día el afecto indecible que Cristo manifestó por cada uno de nosotros durante su Pasión.

Inmaculado Corazón de María

“Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace le prometo la salvación; y serán amadas de Dios estas almas, como flores puestas por mí para adornar su trono” (2ª aparición, 13 de junio de 1917).

Hoy se mira al corazón como símbolo del amor sentimental. Pero no fue siempre así. Desde tiempos remotos, la humanidad acostumbro simbolizar distintas disposiciones o potencias del alma con órganos del cuerpo. La ciencia legitimó ese hábito ancestral, al comprobar una efectiva y misteriosa relación entre algunos órganos y varias de estas disposiciones o potencias. Por ejemplo, la inteligencia tiene un íntimo lazo con el cerebro; la ira, con el hígado. El corazón, a su vez, era tenido por símbolo del ánimo del hombre, es decir, receptáculo de lo relacionado a la voluntad. Por eso se lo consideraba también el núcleo de la bondad y del amor, partes integrantes del ánimo. Existen múltiples pasajes en la Sagrada Escritura en este sentido.

Sin embargo, en el siglo XIX el movimiento romántico -expresado mediante las artes plásticas, la música y la literatura- desfiguró ese concepto tradicional poniendo en boga la idea del corazón como símbolo de un amor meloso, indolente e incluso sensual, sin consistencia ni fiabilidad; por lo mismo, sin auténtica generosidad ni bondad.

Es evidente que para comprender y practicar bien la devoción al Inmaculado Corazón de María, no podemos usar el prisma viciado del romanticismo.

Una devoción impulsada por los santos

“Y su Madre conservaba todas estas cosas en su corazón”, dice el Evangelista san Lucas, quien menciona en dos lugares al Corazón de María, presentándolo como un relicario en donde María guardaba las palabras y los episodios ocurridos con su Hijo.

Desde la época de san Bernardo, el culto al Corazón de María se fue intensificando gracias al impulso de numerosos santos, entre los cuales destacan santa Matilde, santa Gertrudis, santa Brígida, san Bernardino de Siena, san Francisco de Sales y san Antonio María Claret, este último fundador, en el siglo pasado, de la Congregación de los Hijos del Corazón de María.

San Juan Eudes

San Juan Eudes

El gran florecimiento se produjo en el siglo XVII, con san Juan Eudes, el gran apóstol de la doble devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. A sólo ocho días de fallecer terminó su última obra, El Corazón admirable de la Santísima Madre de Dios, de más de mil páginas.

Este desarrollo histórico culminó en las apariciones de Fátima, cuando la propia Santísima Virgen comunicó a los pastorcitos que Dios quiere establecer la devoción al Inmaculado Corazón de María, y mediante ella salvar a muchas almas.

Un culto a las virtudes y a los dones de María

Al venerar el Inmaculado Corazón de María honramos sus afectos, virtudes y méritos, su constante fortaleza, su eximia e inigualable santidad, y sobre todo a su ardoroso amor a Dios y a su Hijo Jesús, junto a su bondad materna para con los hombres redimidos por la sangre divina.

En la piedad católica existe una larga serie de invocaciones a la Virgen. Cada una manifiesta un momento psicológico, un don, una virtud o una disposición de la Virgen. Al honrar el Corazón Inmaculado de María lo abarcamos todo, puesto que es el templo de la Trinidad, receptáculo de paz, tierra de esperanza, cáliz de amargura y dolor, consuelo de los afligidos, abogado lleno de compasión y misericordia para con los hombres, sede de la sabiduría, etc.

La simbología católica representa al Corazón de María con el color rojo, lo mismo que el Sagrado Corazón de Jesús, y traspasado por una espada. Del corazón brota una llama, su ardiente amor a Dios.

Corazón inmaculado y sapiencial

Todos heredamos de Adán y Eva la mancha del pecado original. Todos, excepto María. Ella no fue tocada por el pecado de nuestros primeros padres.

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Pero tampoco hay en Ella absolutamente ninguna otra mancha causada por cualquier infidelidad o imperfección posterior. En todos los momentos de su vida respondió íntegramente a las gracias asombrosas que Dios le concedió, alcanzando un incalculable pináculo de virtudes. Así, Ella es Inmaculada en todos los sentidos.

El concepto de inmaculada trae consigo el de virginidad. María fue madre de Jesucristo, pero se mantuvo perfectamente virgen; una razón más para glorificarla como Inmaculada.

Otra característica del Corazón de María que conviene destacar es su sabiduría, una virtud referente no sólo a la inteligencia sino también a la voluntad. La Letanía de la Virgen, más conocida como Lauretana, reza: “Sede de la Sabiduría, ruega por nosotros”. Tan excelsa es la sabiduría de la Virgen, que excede la de ángeles y hombres sumados. Puede decirse que el Corazón Sapiencial de María es el que ama todo de acuerdo a la fe, la recta razón y el sentido común.

Invitación a la confianza

Lo propio del corazón materno es rebosar de bondad, suavidad, generosidad, indulgencia. El Corazón Inmaculado de María representa todo ese afecto materno llevado a un extremo inimaginable. Y su bondad considera incluso a los pecadores, algo que traduce muy bien la oración de san Bernardo: “Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos.”

El Corazón de María invita a la confianza; tanto más que Ella, en palabras de san Luis Grignion de Montfort, tiene hacia cada uno de nosotros, incluso el más miserable, un afecto superior a la suma del cariño de todas las madres del mundo por un único hijo. Es un amor inagotable, ininterrumpido, siempre volcado hacia nosotros, un amor cuya intensidad y solicitud crecen a medida que aumentan nuestras dificultades y carencias.

Pongámonos, pues, con toda confianza en manos de esta Madre tiernísima. Al fin y al cabo, fue a nosotros que dirigió su mensaje en la Cova de Iría. Fue por todos nosotros -hasta por el más tibio y debilitado en la Fe, hasta por los que cayeron en los abismos a lo largo del camino- que la Virgen quiso bajar a la tierra, a fin de ofrecer la salvación eterna por medio de la devoción a su Inmaculado Corazón.

Mons. Joao Clá Dias

Fuente:  Gaudium Press

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Ofrecemos al lector las Letanías del Inmaculado Corazón de María

Letanías del Inmaculado Corazón de María

Señor, ten piedad de nosotros.

R/. Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, ten piedad de nosotros.
R/. Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
R/. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
R/. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
R/. Cristo, escúchanos.

Dios Padre celestial, R/. ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Trinidad Santa, un solo Dios,

Corazón de María, siempre inmaculado,  R/. ruega por nosotros.
Corazón de María, lleno de gracia,
Corazón de María, bendito entre todos los corazones,
Corazón de María, sagrario de la Santísima Trinidad,
Corazón de María, el más semejante al de Jesús,
Corazón de María, en quien tuvo Jesús sus complacencias,
Corazón de María, abismo de humildad,
Corazón de María, modelo de paciencia, y mansedumbre,
Corazón de María, asiento de la misericordia,
Corazón de María, incendio del divino amor,
Corazón de María, océano de bondad,
Corazón de María, milagro de pureza e inocencia,
Corazón de María, espejo de las Divinas perfecciones,
Corazón de María, donde se formó la sangre de Jesucristo Redentor,
Corazón de María, que aceleras con tus ansias la salvación del mundo,
Corazón de María, que alcanzas la conversión de los pecadores,
Corazón de María, que conservas fielmente las palabras y acciones de Jesús,
Corazón de María, traspasado con la espada de dolor,
Corazón de María, afligidísimo en la Pasión de Jesucristo,
Corazón de María, clavado con Jesús en la cruz,
Corazón de María, sepultado de tristeza con Jesucristo,
Corazón de María, renacido de gozo por la resurección de Jesús,
Corazón de María, lleno de inefable dulzura en la Ascensión,
Corazón de María, colmado de una nueva plenitud de gracias en la venida del Espíritu Santo,
Corazón de María, consolación de los afligidos,
Corazón de María, refugio de los justos y pecadores,
Corazón de María, esperanza y dulce sustentación de aquelos que Os veneran,
Corazón de María, auxilio de los moribundos,
Corazón de María, júbilo de los ángeles y santos,
Corazón de María, madre y amparo de la Iglesia,

V/. María Inmaculada, mansa y humilde de Corazón,
R/. Haz mi corazón conforme al de Jesús.
V/. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
R/. Perdónanos, Señor.
V/. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
R/. Escúchanos, Señor.
V/. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
R/. Ten misericordia de nosotros.

Oración: Clementísimo Dios, que para la salud de los pecadores y refugio de los miserables quisiste que fuera el Corazón Santísimo e Inmaculado de María el más semejante en caridad y misericordia al divino Corazón de su Hijo Jesucristo; concédenos que cuantos veneramos la memoria de este dulcísimo y amantísimo Corazón merezcamos por su intercesión y méritos ser hallados conformes con el de Jesús. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.