El Sagrado Corazón y los nueve primeros viernes

En las páginas sagradas de los Evangelios brota la devoción al Sagrado Corazón de Jesús abierto por la lanza de Longinos del cual brotó sangre y agua (cf. Jn 19, 34). También de este Corazón cruelmente traspasado nace, en un derramarse de amor por la humanidad, la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana.co

Los años vieron esta devoción expandirse por todo el mundo. En la segunda mitad del siglo XVII, más precisamente en el año 1670, San Juan Eudes introdujo por primera vez una fiesta pública al Sagrado Corazón de Jesús. Apenas tres años después, en el monasterio de Paray-le-Monial, Francia, Santa Margarita María Alacoque pasó a recibir una serie de apariciones de nuestro Señor Jesucristo indicándole la devoción a Su Corazón Sagrado.

Santa Margarita María de Alacoque y el Sagrado Corazón de Jesús

En la octava de la fiesta de Corpus Christi de 1675 el Corazón de Jesús reveló a Santa Margarita: “He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres, que nada guardó, hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Como reconocimiento no recibo de la mayoría de ellos sino ingratitud, por sus irreverencias y sus sacrilegios, y por la frialdad y desprecio que tienen por mí en este sacramento de amor. Pero lo que me es más sensible es que son corazones consagrados que proceden así. Por eso yo te pido que el primer viernes, después de la octava del Santísimo Sacramento, sea dedicado a una fiesta particular, para honrar mi Corazón, comulgando, en este día, y haciéndole reparación de honra, por un pedido de disculpas, para reparar las indignidades que él recibió, durante el tiempo en que quedó expuesto en los altares. Te prometo también que mi Corazón se dilatará para esparcir, en abundancia, las influencias de su divino amor sobre los que le prestaren esta honra, y que consigan que ésta le sea dada” [1].

A lo largo de las apariciones el divino Corazón prometió a sus devotos; conceder su bendición sobre las casas donde su imagen sea expuesta y venerada; dar gracias especiales; la paz en las familias; la consolación en las aflicciones; ser el refugio durante la vida y principalmente en el momento de la muerte; bendecir todos sus trabajos y emprendimientos; ser una fuente inagotable de misericordia para los pecadores; perfeccionar las almas fervorosas; a los sacerdotes el poder de tocar las almas más empedernidas. Prometió también que aquellos que propaguen la devoción a Él tendrán sus nombres inscritos en su Corazón.

Los primeros Viernes

Durante la Acción de Gracias después de recibir la comunión, Santa Margarita recibe este importante comunicado del Corazón de Jesús: “Te prometo, por la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente obtendrá para todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes del mes consecutivos, la gracia de la penitencia final, que no morirán en mi enemistad, sin recibir los sacramentos y que mi divino Corazón será su refugio asegurado en la última hora. Nada temas, Yo reinaré a pesar de mis enemigos y de todos aquellos que buscarán oponerse”.

A partir de entonces el culto al Corazón de Jesús pasó a ser estimulado con enorme empeño por el Magisterio de la Iglesia. San Claudio la Colombière, sacerdote jesuita, quedó conocido como el apóstol del Sagrado Corazón de Jesús.

El Beato Pío IX, en el año 1856, extendió su fiesta por todo el orbe. León XIII consagró el mundo al Corazón de Jesús en 1899. La encíclica de Pío XII, Haurietis aquas, publicada el 15 de mayo de 1956 es una demostración más de cuánto los Romanos Pontífices han buscado difundir el amor a este Corazón que nos es presentado por el propio Jesús como fuente de paz y reparación: “Venid a mí, todos os que estáis afligidos bajo la carga, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón y encontrareis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga es leve”. (Mt 11, 28-30)

[1] DUFOUR, Gerard. Rezar 15 dias com Margarida Maria. São Paulo, Loyola, 01996. p. 55

Fuente: Gaudium Press

Las Promesas del Sagrado Corazón de Jesús

En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:

* Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.

* Les daré paz a sus familias.

* Las consolaré en todas sus penas.

* Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.

* Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.

* Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.

* Las almas tibias se volverán fervorosas.

* Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.

* Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.

* Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.

* Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.

* Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.

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No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Amén.

Con estos dos pedidos, termina la oración por excelencia, compuesta por Nuestro Señor Jesucristo: El Padre Nuestro.

Para empezar a comentar estas peticiones, es de notar el sentido plural de ambas frases.  Es decir que al rezarlo, aunque sea de forma individual, hacemos el pedido para todos los miembros de la Santa Iglesia.

Es preciso destacar, que en el pedido “no nos dejes caer en tentación”, es un pedido en que le pedimos fuerzas a Dios, para que no permita el pecado en nuestras almas, muy diferente en pedirle “no nos tientes”. Por tanto consideremos que la tentación y el pecado son cosas diferentes; una nos aleja de Dios y otra, si no caemos, nos acerca y nos torna dignos ante  Dios.

La tentación, para nuestra vida espiritual y conquistar el cielo, es necesaria, pues así ganamos méritos y gracias; además que reconocemos nuestro nada y miseria y por otro lado nos lleva a admirar la bondad, y misericordia infinita de Nuestro Señor.

Al pedirle a Dios, en esta oración – líbranos del mal, estamos pidiendo que nos libre de nuestros enemigos, que no son necesariamente personas con la que no tengamos buen relacionamiento, sino, nuestros tres enemigos del alma: el demonio, el mundo y la carne.

El mayor triunfo del demonio en nuestros días, es hacer pensar a las personas que él no existe, por lo tanto advirtamos que él existe y que busca nuestra condenación eterna. El mundo, es un enemigo para nosotros, pues si nos apegamos a él, será nuestra perdición, si buscamos en él la felicidad será nuestra ruina. Y el peor enemigo, la carne, ósea uno mismo. Todos tenemos defectos, vicios que si no los combatimos nos irán esclavizando y alejándonos de Dios.

¿Cuál es la mejor solución para no caer en tentación? Nuestro Señor Jesucristo nos responde en el monte de los Olivos, “vigilad y orad, para no caer en tentación”.

Y la mejor forma de librarnos del mal, es la devoción ardorosa a la Santísima Virgen, pues ella es el mayor enemigo del demonio. Se estudia en teología, que con solo decir el nombre de Ave María Purísima el infierno tiembla; no olvidemos que el demonio es un ser cobarde, que sólo con pronunciar el nombre de Nuestra Señora, huye lleno de espanto y de terror.

Un mandamiento Nuevo

“Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jo 15,12-13).

Ofrecemos a nuestros lectores un interesante comentario de este trecho del Evangelio de   San Juan, hecho por el Fundador de los Heraldos del Evangelio, Mons. Juan S. Clá Dias.

Un Mandamiento nuevo

Nuestro Señor nos dio un mandamiento nuevo que será una de las principales columnas de la Nueva Alianza: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. En la Antigüedad, también existía amor –por ejemplo, entre los miembros de una familia- pero este amor aún era imperfecto. Sin embargo, si Cristo no se hubiese encarnado, jamás podría la humanidad haber conocido este amor que infunde bondad y transforma. Jesús trajo para la Tierra una nueva y riquísima forma de amor, nos la enseñó con su vida, palabras y ejemplo, y nos benefició con su gracia, sin la cual nos sería imposible practicarla. Así es como Él quiere que nos amemos: tomando la iniciativa de estimar a los otros, sin esperar de ellos retribución, y estando dispuestos a dar todo por el prójimo, hasta la propia vida, a fin de ayudarlo a alcanzar la perfección. El gran drama de los días de hoy es causado justamente por la falta de este amor. Y para dejar bien claro hasta dónde este amor debe ser llevado, Nuestro Señor da un ejemplo pre anunciador de su holocausto en la Cruz, sacrificio supremo que, bajo un prisma meramente humano, podría ser calificado como una locura. Jamás en la Historia alguien había amado a sus amigos a punto de entregarse por ellos como víctima expiatoria. Ahora, si Cristo, siendo Dios,  así se inmoló por nosotros, ¿cuál debe ser nuestra retribución?

En qué consiste la verdadera amistad

Amigo: palabra sui generis, cuyo profundo significado fue, sin embargo, manchado a lo largo de los siglos.  Por encima de la mera consonancia o simpatía, hay en la verdadera amistad un elemento capital: desear el bien a quien se estima. Y, por esto, ella sólo puede estar fundada en Dios, viendo  que no es posible ambicionar nada mejor para el otro que su salvación eterna.

Al encarnarse y revelarnos las maravillas del a Buena Nueva, Jesús no se reservó para sí aquello que oyó del Padre, sino que lo transmitió en una medida proporcionada a nuestra naturaleza. Conociéndolo, amándolo y cumpliendo los Mandamientos, nos transformamos en verdaderos amigos suyo, porque amigo es aquel que conoce la voluntad del otro y la pone en práctica.

El verdadero sentido de la palabra amor

El Evangelio sitúa la palabra “amor” en una perspectiva enteramente diferente a la que estamos acostumbrados, invitándonos para la más elevada relación que sea posible alcanzar en esta tierra: la amistad con Jesús.

Si en los principios de nuestra era los paganos, al referirse a los cristianos decían “vean como ellos se aman” ( TERTULIANO. Apologeticum. c.39: ML 1, 584.), en nuestros días, tan tristemente paganizado, este afecto debe brillar de modo a atraer a aquellos que se alejaron de la Iglesia. Y para esto, necesitamos sacar de nuestras almas todo sentimentalismo, romanticismo o egoísmos que puedan existir en ellas.

“Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”, exhorta el Apóstol San Juan (I Jo 4, 7). Quien ama con verdadero amor no busca se adorado por el otro, ni exige reciprocidad. Busca, por el contrario, ser educado, cuidadoso y celoso con todos, sin hacer acepción de personas, visando reflejar de algún modo en el convivio del día a día el afecto indecible que Cristo manifestó por cada uno de nosotros durante su Pasión.

Sagrado Corazón de Jesús

Presentamos a nuestros lectores una breve historia de la devoción al Corazón de Cristo, y de la devoción de los 9 primeros viernes en su honra

En las páginas sagradas de los Evangelios brota la devoción al Sagrado Corazón de Jesús abierto por la lanza de Longinos del cual brotó sangre y agua (cf. Jn 19, 34). También de este Corazón cruelmente traspasado nace, en un derramarse de amor por la humanidad, la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana.

Los años vieron esta devoción expandirse por todo el mundo. En la segunda mitad del siglo XVII, más precisamente en el año 1670, San Juan Eudes introdujo por primera vez una fiesta pública al Sagrado Corazón de Jesús. Apenas tres años después, en el monasterio de Paray-le-Monial, Francia, Santa Margarita María Alacoque pasó a recibir una serie de apariciones de nuestro Señor Jesucristo indicándole la devoción a Su Corazón Sagrado.

Santa Margarita María de Alacoque y el Sagrado Corazón de Jesús

En la octava de la fiesta de Corpus Christi de 1675 el Corazón de Jesús reveló a Santa Margarita: “He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres, que nada guardó, hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Como reconocimiento no recibo de la mayoría de ellos sino ingratitud, por sus irreverencias y sus sacrilegios, y por la frialdad y desprecio que tienen por mí en este sacramento de amor. Pero lo que me es más sensible es que son corazones consagrados que proceden así. Por eso yo te pido que el primer viernes, después de la octava del Santísimo Sacramento, sea dedicado a una fiesta particular, para honrar mi Corazón, comulgando, en este día, y haciéndole reparación de honra, por un pedido de disculpas, para reparar las indignidades que él recibió, durante el tiempo en que quedó expuesto en los altares. Te prometo también que mi Corazón se dilatará para esparcir, en abundancia, las influencias de su divino amor sobre los que le prestaren esta honra, y que consigan que ésta le sea dada” (DUFOUR, Gerard. Rezar 15 dias com Margarida Maria. São Paulo, Loyola, 01996. p. 55.).

Santa Margarita María de Alacoque

Santa Margarita María de Alacoque

A lo largo de las apariciones el divino Corazón prometió a sus devotos; conceder su bendición sobre las casas donde su imagen sea expuesta y venerada; dar gracias especiales; la paz en las familias; la consolación en las aflicciones; ser el refugio durante la vida y principalmente en el momento de la muerte; bendecir todos sus trabajos y emprendimientos; ser una fuente inagotable de misericordia para los pecadores; perfeccionar las almas fervorosas; a los sacerdotes el poder de tocar las almas más empedernidas. Prometió también que aquellos que propaguen la devoción a Él tendrán sus nombres inscritos en su Corazón.

Los primeros Viernes

Durante la Acción de Gracias después de recibir la comunión, Santa Margarita recibe este importante comunicado del Corazón de Jesús: “Te prometo, por la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente obtendrá para todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes del mes consecutivos, la gracia de la penitencia final, que no morirán en mi enemistad, sin recibir los sacramentos y que mi divino Corazón será su refugio asegurado en la última hora. Nada temas, Yo reinaré a pesar de mis enemigos y de todos aquellos que buscarán oponerse”.

A partir de entonces el culto al Corazón de Jesús pasó a ser estimulado con enorme empeño por el Magisterio de la Iglesia. San Claudio la Colombière, sacerdote jesuita, quedó conocido como el apóstol del Sagrado Corazón de Jesús.

Beato Pío IX

El Beato Pío IX, en el año 1856, extendió su fiesta por todo el orbe. León XIII consagró el mundo al Corazón de Jesús en 1899. La encíclica de Pío XII, Haurietis aquas, publicada el 15 de mayo de 1956 es una demostración más de cuánto los Romanos Pontífices han buscado difundir el amor a este Corazón que nos es presentado por el propio Jesús como fuente de paz y reparación: “Venid a mí, todos os que estáis afligidos bajo la carga, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón y encontrareis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga es leve”. (Mt 11, 28-30)

Fuente: Gaudium Press

También lea: El Corazón que nos amó hasta el final de Mons. Joao Cla Dias

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Ofrecemos a nuestros lectores las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús

 Letanía del Sagrado Corazón de Jesús

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesús, óyenos.
Jesús, escúchanos.
Dios, Padre celestial, ten piedad de nosotros
Dios, Hijo Redentor del Mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, un solo Dios.
Corazón de Jesús, Hijo del eterno Padre,
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre,
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, majestad infinita,
Corazón de Jesús, templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, sagrario de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza,
Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, donde se encuentran todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, donde habita la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en quien el Padre se ha complacido,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de las colinas eternas,
Corazón de Jesús, paciente y de inmensa misericordia,
Corazón de Jesús, magnánimo para todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, saturado de oprobios,
Corazón de Jesús, lacerado por nuestras culpas,
Corazón de Jesús, obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, atravesado por la lanza,
Corazón de Jesús, fuente de toda consolación,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores,
Corazón de Jesús, salvación de los que esperan en ti,
Corazón de Jesús, esperanza de los que mueren en ti,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, óyenos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.

V. Jesús, manso y humilde de corazón.
RHaz mi corazón semejante al tuyo.

Oremos:

Oh Dios, que en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, nos concedes infinitos tesoros de amor y misericordia; te pedimos que, al rendirle el devoto homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos también el de una digna reparación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Santísimo Nombre de Jesús

En nombre del Divino Salvador la Iglesia reza, cura a los enfermos, evangeliza a los pueblos, expulsa a los demonios y, en fin, realiza su obra de salvación de las almas.

Es su nombre: Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz” (Is 9,5).

¡Qué extraordinario, rico y simbólico es este nombre, que según el profeta Isaías significa “Dios con nosotros”! ¡Qué maravillada debió quedar la Santísima Virgen –que ponderaba todas las cosas en su corazón– cuando el arcángel Gabriel le dijo en el momento de la Anunciación: “Y le pondrás por nombre Jesús”! (Lc 1, 31).

Estas palabras, que quedaron grabadas indeleblemente en el Inmaculado Corazón de María, llegan hasta los oídos de los fieles de todos los tiempos, en el orbe entero, fecundando los buenos afectos de todo hombre bautizado. A lo largo de los siglos, diversas almas monásticas y contemplativas fueron inspiradas por ellas, al punto que innumerables composiciones de canto gregoriano versan sobre el suave nombre del Hijo de Dios.

Existe una relación misteriosa e insondable entre el nombre de Jesús y el Verbo Encarnado, pues resulta imposible concebir otro más apropiado.

Es el más suave y santo de los nombres; es un símbolo sacratísimo del Hijo de Dios, sumamente eficaz para atraer sobre nosotros las gracias y favores celestiales. El mismo Señor prometió: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo concederá” (Jn 15, 6). ¡Magnífica invitación para repetirlo sin cesar y con ilimitada confianza!

 ¡Invoque este nombre poderosísimo! 

La Santa Iglesia, madre próvida y solícita, concede indulgencias a quien lo invoque con reverencia; incluso pone a disposición de sus hijos la Letanía del Santísimo Nombre de Jesús, para incentivarlos a rezar con frecuencia.

En el siglo XIII, el Papa Gregorio X exhortó a los obispos del mundo y sus sacerdotes a pronunciar muchas veces el nombre de Jesús e incentivar al pueblo cristiano a colocar toda su confianza en este nombre todopoderoso, como un remedio contra los males que amenazaban la sociedad de entonces. El Papa confió particularmente a los dominicos la tarea de predicar las maravillas del Santo Nombre, obra que realizaron con celo, logrando grandes éxitos y victorias para la Santa Iglesia.

Un vigoroso ejemplo de la eficacia del Santo Nombre de Jesús se verificó con motivo de la devastadora epidemia que azotó a Lisboa (Portugal) en 1432. Todos los que podían se fugaban de la ciudad aterrorizados, llevando así la enfermedad a todos los rincones del país. Murieron miles de personas. Entre los heroicos miembros del clero que daban asistencia a los agonizantes estaba un venerable obispo dominico, Mons. Andrés Diaz, que incentivaba a la población a invocar el Santo Nombre de Jesús.

Recorría incansablemente el país, recomendándoles a todos, hasta a los que se habían librado de la terrible enfermedad, que repitieran: Jesús, Jesús. “Escriban este nombre en letreros y guárdenlos sobre sus cuerpos; por la noche pónganlos bajo la almohada; cuélguenlos en sus puertas; pero sobre todo invoquen continuamente, con sus labios y en sus corazones, este nombre poderosísimo”.

¡Maravilla! En un plazo increíblemente breve el país fue liberado por completo de la epidemia, y las personas siguieron confiando agradecidas y con amor en el Santo Nombre de nuestro Salvador. Tal confianza se extendió desde Portugal hasta España, Francia y el resto del mundo.

(Revista Heraldos del Evangelio, Enero/2005, n. 37, pag. 22-25)

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