“Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú estás conmigo…”

La verdadera persona que ame a Dios y tenga devoción a Nuestra Señora, siempre tendrá en su corazón escrita la palabra: confianza

Con ésta simple frase, del conocido salmo 22, podríamos escribir verdaderos tratados de confianza.

Cuántas veces, hemos oído en diferentes oportunidades “El Señor es mi pastor, nada me falta”….

Dice la oración compuesta de San Bernardo, La Salve Regina, que estamos en un valle de lágrimas; partiendo por ahí, nos será mucho más fácil, meditar el trecho de éste salmo que consideramos, y recordar que la felicidad no está en éste mundo, pues siempre tendremos sufrimientos y adversidades que vencer.

“Aunque camine por cañadas oscuras”. Ubiquémonos en ésta situación; estamos caminando solos, al filo de un desfiladero o de una quebrada en plena noche y oscuridad; como es de noche y está oscuro no sabemos si el paso que vamos a da será en falso y con ellos podemos resbalar y caer o aún peor no sabemos si en el siguiente paso será el precipicio y el fin de nuestro camino. Desde luego sería una situación desconcertante, sin pensar en el peligro externo, de que de pronto pueda aparecer alguien para hacernos algún daño, que empeore ésta situación.

Nuestra Señora de la Confianza

    Nuestra Señora de la Confianza

Pues bien. Ubicados en ésta situación, el salmo continua diciendo, “nada temo, porque Tú estás conmigo”. Que maravilloso tener la plena seguridad, la completa confianza de que es Nuestro Señor, es el que está conmigo; por tanto, tengo la certeza de la victoria, la certeza que llegaré a buen fin; pues Él conduce mis pasos, Él me sirve de guía y más aún Él está a mi lado siendo mi compañero.

No cabe lugar la palabra: duda. La verdadera persona que ame a Dios y tenga devoción a Nuestra Señora, siempre tendrá en su corazón escrita la palabra: confianza. Dudar es el peor insulto que podemos hacer a Nuestro Señor. Hay un dicho que nos puede ayudar a reflexionar, “no le digas a Dios que grande es tu problema, sino dile a tu problema que grande es Dios”.

Entonces, cuándo nos veamos en un momento de angustia y aflicción recordemos ésta frase: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú estás conmigo”.

Efectos de los Sacramentales

Jesucristo instituyó la Iglesia para conferirnos la gracia necesaria para nuestra salvación y santificación. Los principales canales de gracia son la Santa Misa, los sacramentos, la oración.

Los sacramentales son “signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la glesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida” -Catecismo #1667; Cf. Ley Canónica (Canon 1166).

Los sacramentales santifican una gran variedad de momentos en la vida de las familias, personas y comunidades. Se pueden celebrar cada vez que hay necesidad de la oración de la Iglesia y la bendición de DiosPara saber más.

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 Los efectos que producen los sacramentales [p.ej. Bendiciones, uso de agua bendita] son “principalmente espirituales” (Código de Derecho Canónico, 1166). Los que normalmente invoca la Iglesia son en forma de gracias actuales para auxilio en el ejercicio de la virtud, muy especialmente en orden a las virtudes teologales infusas – fe, esperanza y caridad -, a perdonar los pecados veniales, a la mejor preparación para la recepción de los sacramentos y a la protección contra los demonios sea por medio de exorcismos o de bendiciones.

Incluso las indulgencias, por ejemplo, son sacramentales por los cuales es obtenida – por obra de la Iglesia administradora como ministra de la Redención del tesoro de los méritos de Cristo y los santos – la remisión de la pena temporal debida a Dios por los pecados y que debería ser satisfecha en el Purgatorio. Del mismo modo, en el caso de las bendiciones constitutivas las cuales consagran de manera permanente para el servicio de Dios una cosa o una persona, su eficacia, es también de carácter infalible.

Pero quien dice efectos “principalmente espirituales” está admitiendo implícitamente la posibilidad de obtener gracias materiales desde que éstas cooperen para la obtención de un bien espiritual mayor en el orden amoroso y sumamente sapiencial de la Providencia. Tales pedidos podrán ser, por ejemplo, el alivio de nuestros sufrimientos, el alejamiento de los castigos divinos, la cura de enfermedades, una abundante colecta o un viaje exitoso, etc., siempre desde que sean conforme la voluntad de nuestro Padre Celestial e, insistimos, para la mayor santificación del alma y con vistas a la vida eterna.

Los sacramentales ofrecen, pues, a los fieles bien dispuestos la posibilidad de santificar casi todos los eventos de su vida por medio de la gracia divina que, como vimos, fluye de los méritos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y, en este caso, es administrada por la Santa Iglesia. En este sentido preparan para recibir con fruto los sacramentos.

Pero es preciso considerar que, si bien que sus efectos no dependen principalmente de la disposición moral del ministro o el sujeto, puede esta concurrir a una eficacia mayor, pues Dios otorga sus dones en cantidad y calidad mayor en virtud del mérito y disposiciones que concurren en quien los administra, confiere o recibe. Incluso sucede con la oración. Serán más eficaces en la medida en que nos identifiquemos, por nuestra religiosidad profunda, con la Iglesia que opera a través de ellos y con su intención. Se puede decir en este sentido – y es tal la tesis defendida por muchos teólogos – que los sacramentales operan casi ex opere operato (REGATILLO apud MARTÍN, 2002: 1647), o sea que ellos no tienen el poder natural, como los sacramentos, de obrar la gracia, pero sí de obtenerla de la misericordia y bondad de Dios. Son ayudas poderosas con las cuales se recibe, por eso mismo, protección contra las tentaciones, gracias y ayudas según el caso, así como capacidad operativa y gracias actuales para corresponder a la voluntad de Dios según la vocación y carisma propios.

Entretanto, se debe siempre llevar en consideración que la oración de la Iglesia, Esposa Mística de Nuestro Señor Jesucristo, no puede dejar de ser plenamente aceptada por la Divinidad y, por tanto, si bien que lo sacramental no es totalmente infalible como el sacramento (desde que debidamente recibido) sino que sigue, como vimos, las reglas habituales de la oración, y aunque opera más por vía de misericordia que de justicia, no deja de ser evidente que su eficacia supera de lejos la de una obra buena hecha sin ser sacramental, tanto cuanto puede tener de aceptado y sumamente agradable a la Divina Majestad la oración de la Esposa amantísima, indefectiblemente santa, castísima y fidelísima de Jesucristo. Esto más se aplicará, si cabe, cuanto la principal finalidad es contribuir para la santificación de los fieles.

Por P. Ignacio Montojo, EP.

 

San Luis Gonzaga

Altísimo fue el grado de santidad que había alcanzado en la vía de la inocencia. No le atraía nada terrenal, vivía en contemplación y todas sus acciones eran plenamente conformes con los designios divinos.

Vínole a visitar el Padre Provincial, y luego que le vio exclamó como transportado:

– Marchamos, Padre mío, y marchamos con alegría.

– ¿A dónde, Luis?

– ¡Al Cielo…! Si mis pecados no me lo impidieran, espero ir allí, por la misericordia de Dios.

Ésta era la excelente disposición de alma de ese joven novicio de la Compañía de Jesús que había interrumpido sus estudios de Teología al haber contraído una grave enfermedad, por la cual yacía en cama desde hacía ya tres meses. Ocho días antes había predicho que éstos serían los últimos para él.

Rectitud desde la infancia

Nació el 9 de marzo de 1568, en el castillo de Castiglione, Italia. Fue el primer hijo de don Ferrante Gonzaga, Marqués de Castiglione delle Stivieri y príncipe del Sacro Imperio, y de doña Marta Tana de Santena, dama de la reina Isabel de Valois.

Mucho agradaba a la marquesa ver cómo asimilaba bien, desde pequeño, sus maternales instrucciones de piedad. Sin embargo, a su padre esto le inquietaba, pues temía que tanta devoción lo desviara de la carrera de las armas a la que se destinaban los primogénitos.

Cuando Luis tenía cinco años, su padre fue llamado a que participara en la expedición española contra Túnez y, para que se acostumbrara al gusto por las armas, el marqués lo llevó consigo hasta la ciudad de Casalmaggiore, en donde se ejercitaban unos tres mil hombres en preparación de la campaña militar. El niño estuvo algunos meses conviviendo con los soldados y, entre otras cosas, aprendió algunas palabras groseras e indecorosas, que pasó a repetir sin saber su significado.

De regreso a Castiglione, su tutor le reprendió ese rudo y vulgar vocabulario. No sólo no dijo nunca más esas palabras, sino que manifestaba gran enojo cuando oía a alguien pronunciarlas. Muy avergonzado estuvo siempre por esa falta y acostumbraba a contar esa anécdota, ya de religioso, para “demostrar” cómo había sido un niño malo. 

Devoción a María y virtudes ejemplares

Al cumplir los nueve años, don Ferrante lo llevó junto con su hermano Rodolfo a la corte del Gran Duque de Toscana. La Providencia Divina se valió de esos dos años de estancia en Florencia para hacerlo progresar en los caminos de la santidad. La lectura de un libro sobre los misterios del Rosario hizo que brotara en su alma el fervor a la Virgen María. También contribuyó a ello la devoción a Nuestra Señora de la Anunciación, cuadro que se venera en la Basílica della Santissima Annunziata de aquella ciudad. Y tanto se le había inflamado su corazón por Ella que en esta misma iglesia se ofreció al Señor e hizo su voto de virginidad por intercesión de la Madre de Dios.

Las virtudes ya se habían cimentado en él porque había adquirido una completa guarda de los sentidos y una obediencia total a sus superiores, además de un profundo recogimiento y de elevación de espíritu.

Dios estaba construyendo la hermosa catedral del alma de Luis que, con la candidez de un niño, se dejaba guiar por el Padre celestial. Cuando se trasladaron a la corte del Duque de Mantua, no sólo conservó el hábito de la oración, sino que los sublimó con prácticas de mortificación. Al verse obligado por los médicos a seguir un régimen alimenticio a causa de una enfermedad renal que había contraído, le tomó tal gusto a la penitencia que, sobrepasando las recetas indicadas, se entregó a rigurosos ayunos. Consideraba haber hecho una opulenta comida ¡cuando se comía un huevo entero!

Intensa vida sobrenatural

De regreso a la casa paterna, fue colmado de gracias místicas extraordinarias. Cuando se ponía a considerar los atributos divinos, experimentaba tan gran consolación que derramaba lágrimas suficientes como para empapar varios pañuelos. En algunas ocasiones se quedaba tan arrebatado que perdía por completo los sentidos exteriores. Su mente estaba toda ocupada en lo sobrenatural y sus palabras versaban sólo sobre las cosas de Dios.

En 1580 llegaba a Castiglione el Cardenal Carlos Borromeo, Visitador Apostólico del Papa Gregorio XIII. Seadmiró tanto Su Eminencia al ver cómo aquel pequeño “ángel” discurría sobre los temas de la Religión que, al final de las dos horas de conversación que mantuvo con él, decidió darle por primera vez la Sagrada Eucaristía.

San Carlos Borromeo

San Carlos Borromeo

A los trece años ya había decidido hacerse religioso, pero por ser aún muy joven no les comunicó nada a sus padres y redobló sus austeridades. Eliminó el uso de la chimenea de su cuarto, incluso en los días del riguroso invierno lombardo. Se levantaba de madrugada y, de rodillas, rezaba durante largo tiempo, aun cuando hiciera demasiado frío.

A don Ferrante le dieron, en 1581, la misión de formar parte del séquito de la ex emperatriz María de Habsburgo en su viaje de Bohemia a España. El marqués, cada vez más inquieto por los progresos de su hijo en las vías de la piedad, decidió que su familia le acompañara a Madrid, a ver si con eso lo distraía. Luis fue designado paje de don Diego, hijo del rey Felipe II; sin embargo, con el alma anclada en Dios, permaneció firme y resuelto en sus propósitos, en medio de los placeres y las honras de la corte.

Conquista del permiso paterno

“¿A qué orden religiosa estaré llamado?”, se preguntaba el joven doncel. Optó por la Compañía de Jesús. Además de la noble función de la enseñanza a la cual se dedicaba ésta, su elección se vio motivada por el hecho de que los jesuitas tenían prohibido, por la regla, ascender a cualquier cargo, a no ser que fuera por orden directa del Papa. De esta manera, renunciaría para siempre a las honras, no sólo del mundo, sino también las eclesiásticas.

Gritos de cólera y amenazas de azotes fue la respuesta del marqués a la petición de su hijo de entregarse a Dios en la orden fundada por San Ignacio. Usó su influencia para conseguir que algunas dignidades eclesiásticas intentasen disuadirlo de su vocación o, por lo menos, que entrara por un camino que le pudiera conducir a los posibles honores del cardenalato. No sirvieron de nada, como el choque de las furiosas olas del mar contra las rocas. Entonces don Ferrante le pidió que esperase a volver a Italia para que se decidiera. No podía conformarse con perder a aquel hijo tan dotado, en el que había puesto todas las esperanzas de la principesca casa de los Gonzaga.

Empezó de este modo un largo período de dos arduos años de lucha para conquistar el permiso paterno de abandonar todo y seguir a Cristo. Fue la fase más dura de su vida, pero quizá la más gloriosa. Este combate terminó con un episodio conmovedor: cierto día el marqués estaba mirando por el ojo de la cerradura de la habitación de su hijo y lo vio arrodillado y flagelándose. Fue así como se doblegó y le concedió la tan anhelada autorización.

La alegría de entrar en la casa del Señor

“¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!” (Sl 121, 1). Obtenida la respectiva aprobación del emperador —dada la importancia estratégica del marquesado de Castiglione— de la renuncia pública a sus derechos como primogénito, Luis entraba en el noviciado de la Compañía de Jesús, en Roma. Por todos los lugares por donde pasaba, el noble religioso iba dejando detrás de sí el suave aroma de sus virtudes. Se despojó de todo cuanto podría recordarle su antigua condición, buscando humillaciones y el último sitio. Llegaba a enrojecerse de vergüenza cuando oía elogios a la nobleza de su familia.

Los novicios se disputaban el lugar para estar a su lado en las horas de recreación, por el placer de participar en sus elevadas conversaciones. Y consideraban sus objetos personales como auténticas reliquias. En el estudio de Filosofía y Teología se había mostrado tan sabio que defendió una tesis, muy aplaudida, ante tres cardenales y otras autoridades. Al ver sus superiores el valor de la joya que tenían en sus manos y, a su vez, la fragilidad de su salud multiplicaron los desvelos por él. Recurrieron en vano a un cambio de aires, con la esperanza de que le haría bien. A la vista de lo infructuoso de esta terapia, el Padre Rector le ordenó que, durante un tiempo, no se detuviera en pensamientos elevados, por si acaso éstos le estuviesen perjudicando…

Víctima de la caridad

En 1591, su caridad para con el prójimo encontró una excelente ocasión para expandirse hasta el heroísmo: atender a las pobres víctimas de la peste que asolaba la Ciudad Eterna. Sin embargo, poco tardó para que él mismo fuera contagiado. Pero Dios, que había decidido coger tan temprano a este lozano lirio, no quiso llevárselo antes de que esparciera sus últimas fragancias. Tres meses con una fiebre ardiente, aceptada con absoluta abnegación, encerraban los 23 años de su permanencia en esta Tierra.

Su confesor, San Roberto Belarmino, afirmó que había llevado una vida perfecta y había sido confirmado en gracia. Más tarde, Santa Magdalena de Pazzi, a propósito de una visión que había tenido de la gloria inmensa que gozaba en el Cielo este hijo de San Ignacio de Loyola, declararía: “Mientras vivió, Luis mantuvo su mirada siempre atenta en dirección al Verbo, y por ello que es tan grande. […] ¡Oh, cuánto amó en la Tierra! Es por eso que hoy en el Cielo posee a Dios en una soberana plenitud de amor”. Luis Gonzaga fue beatificado por Pablo V en 1605 y canonizado el 13 de diciembre de 1726 por Benedicto XIII, que lo declaró patrono de la juventud.

Modelo de santidad en el amor

“Al atardecer de esta vida, te examinarán en el amor”. Es a este amor, en una total entrega, al que Dios nos llama desde nuestra juventud, tal como lo hizo con el joven rico del Evangelio: “Ven y sígueme” (Mt 19, 21). Que la juventud actual —tan carente de modelos a seguir y tan confundida acerca del amor— no tome la actitud del joven rico, que se entristeció por tener que desapegarse de las cosas de este mundo, sino que se encuentre con el ejemplo de su patrono, San Luis Gonzaga.

A eso incentivó el recordado Papa Juan Pablo II, al dirigirse a los jóvenes de Mantua: “San Luis es sin duda un santo a ser re descubierto en su alta estatura cristiana. Es un modelo indicado también para la juventud de nuestro tiempo, un maestro de la perfección y un experimentado guía hacia la santidad. ‘El Dios que me llama es Amor —se lee en uno de sus apuntes—, ¿cómo puedo circunscribir este amor, cuando para hacerlo sería demasiado pequeño el mundo entero?’”.

 (Revista Heraldos del Evangelio, Junio/2010, n. 102, pag. 34 a 37)

Gran Peregrinación a la Diócesis de San Vicente

El pasado 26 de mayo, Solemnidad de la Santísima Trinidad, tuvo lugar la gran Peregrinación de la imagen Peregrina del Inmaculado Corazón de María de Fátima, en la Diócesis de San Vicente, donde era esperada por Mons. José Elías Rauda, OFM, Obispo de dicha diócesis,  junto con un numeroso números de  fieles  que prestaban honores a la Augusta visita con sus cantos y oraciones.

La procesión se dirigió  hacia la Iglesia Catedral dedicada a María Auxiliadora, pasando por las calles de San Vicente al son de la Banda Municipal que acompañaba las alabanza de la población. Durante el trayecto se rezó el Santo Rosario hasta las puertas de la Catedral. Ya en el Templo, al pie del altar, la imagen fue solemnemente coronada por el Señor Obispo ante los aplausos de los presentes. Inmediatamente después fue la celebración de la Santa Misa, en la cual Mons. José Elías en su homilía recalcó la importancia de la devoción a Nuestra Señora, Hija Predilecta de Dios Padre, Madre Admirable de Dios Hijos y Esposa Fidelísima de Dios Espíritu Santo.

La imagen permaneció todo el día en la Catedral para la veneración de los fieles que se han turnado durante la jornada para manifestarle su amor filial con diferentes actos de piedad principalmente el rezo del Santo Rosario y cantos de alabanza. También hubo una charla mariana sobre la Coronación de la Santísima Virgen por parte de la Santísima Trinidad, dada por un Heraldo del Evangelio y a seguir la misa de clausura, presidida por Mons. José Elías Rauda, de esta magnífica Peregrinación.  Antes de la bendición final se hizo, dentro del Templo, una procesión con candelas al son del Ave de Fátima, recordando coºmo se hace en el Santuario a Ella dedicado en  Portugal.

Queremos agradecer al Pastor de San Vicente, Mons. José Elías, por la manifestaciones, repetidas veces, de su amor filial a María Santísima y por haber hecho posible este día inolvidable en los corazones de todos los que pudieron participar de este día tan especial.

Corpus Christi

Corpus ChristiMás que la Encarnación o la muerte en la Cruz, el amor de Dios para con los hombres manifestado en la Eucaristía ultrapasa nuestra capacidad de comprensión.

Corría el año de 1264. El Papa Urbano IV ordenó que se convocara una selecta asamblea que reuniese a los más famosos maestros de teología de aquel tiempo. Entre ellos se encontraban dos varones conocidos no sólo por el brillo de la inteligencia y pureza de su doctrina, sino por la heroicidad, sobre todo, de sus virtudes: Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura.

La razón de la convocatoria se relacionaba con una reciente bula pontificia en la que se instituía una fiesta anual en honor al Santísimo Cuerpo de Cristo.

Origen de la fiesta de “Corpus Christi”

Varios motivos condujeron a que la Sede Apostólica diese este nuevo impulso al fervor eucarístico, haciendo extensiva a toda la Iglesia una devoción que ya se venía practicando en ciertas regiones de Bélgica, Alemania y Polonia. El primero de ellos se remonta a la época en que Urbano IV, entonces miembro del clero belga de Liège, examinó cuidadosamente el contenido de las revelaciones con las que el Señor se dignó favorecer a una joven religiosa del monasterio agustino de Mont-Cornillón, cercano a aquella ciudad.

Santa Juana de Mont-Cornillón

Santa Juliana de Mont-Cornillón

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En 1208, cuando tenía sólo 16 años, Juliana fue objeto de una singular visión: un refulgente disco blanco, semejante a la luna llena, que tenía uno de sus lados oscurecido por una mancha. Tras algunos años de oración, le fue revelado el significado de aquella luminosa “luna incompleta”: simbolizaba la Liturgia de la Iglesia, a la cual le faltaba una solemnidad en alabanza al Santísimo Sacramento. Santa Juliana de Mont-Cornillón había sido elegida por Dios para comunicar al mundo ese deseo celestial.

Pasaron más de veinte años hasta que la piadosa monja, dominando la repugnancia que procedía de su profunda humildad, se decidiera a cumplir su misión y relatara el mensaje que había recibido. A pedido suyo, fueron consultados varios teólogos, entre ellos el P. Jacques Pantaleón —futuro Obispo de Verdún y Patriarca de Jerusalén—, que se mostró entusiasmado con las revelaciones de Juliana.

Algunas décadas más tarde, y ya habiendo fallecido la santa vidente, quiso la Divina Providencia que el ilustre prelado fuese elevado al Solio Pontificio en 1261, escogiendo el nombre de Urbano IV.

Se encontraba este Papa en Orvieto, en el verano de 1264, cuando llegó la noticia de que, a poca distancia de allí, en la ciudad de Bolsena, durante una Misa en la iglesia de Santa Cristina, el celebrante —que sentía probaciones en relación a la presencia real de Cristo en la Eucaristía— había visto como la Hostia Sagrada se transformaba en sus propias manos en un pedazo de carne, que derramaba abundante sangre sobre los corporales.

La crónica del milagro se difundió rápidamente en la región. El Papa, informado de todos los detalles, pidió que llevaran las reliquias a Orvieto, con la debida reverencia y solemnidad. Él mismo, acompañado por numerosos cardenales y obispos, salió al encuentro de la procesión que se había organizado para trasladarlas a la catedral.

Milagro de Bolsena

Milagro de Bolsena

Poco después, el 11 de agosto del mismo año, Urbano IV emitía la bula Transiturus de hoc mundo, por la que se determinaba la solemne celebración de la fiesta de Corpus Christi en toda la Iglesia. Una afirmación contenida en el texto del documento dejaba entrever un tercer motivo que contribuiría a la promulgación de la mencionada festividad en el calendario litúrgico: “Aunque renovemos todos los días en la Misa la memoria de la institución de este Sacramento, aún estimamos conveniente que sea celebrada más solemnemente, por lo menos una vez al año, para confundir particularmente a los herejes; pues en el Jueves Santo la Iglesia se ocupa de la reconciliación de los penitentes, la consagración del santo crisma, el lavatorio de los pies y otras muchas funciones que le impiden dedicarse plenamente a la veneración de este misterio”.

Catedral de Orvieto

Catedral de Orvieto

Así, la solemnidad del Santísimo Cuerpo de Cristo nacía también para contrarrestar la perjudicial influencia de ciertas ideas heréticas que se propagaban entre el pueblo en detrimento de la verdadera Fe. Conocer más.

Fuente: (Revista Heraldos del Evangelio, Junio/2009, n. 90, p. 24 a 31)

96º Aniversario de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima

Mons. León Kalenga, Nuncio Apostólico de El Salvador, Corona la imagen de Nuestra Señora de Fátima

Mons. León Kalenga, Nuncio Apostólico de El Salvador, Corona la imagen de Nuestra                               Señora de Fátima

Nadie de los fieles en El Salvador dudaba que, en la ceremonia en honor a la Virgen de Fátima, celebraríamos, en la Parroquia Corazón de María, una firme, intensa, emocionante, fervorosa y especial conmemoración, que vendría a corroborar una vez más que su Inmaculado Corazón triunfa  por doquiera  que vaya en un pueblo deseoso de la protección  materna y divina.

Pasadas las 5 de la tarde hacía su entrada solemne la imagen del Inmaculado Corazón de María en andas al son de las trompetas anunciaban melodiosamente la relevancia del evento.

La Santa Misa fue celebrada por el Nuncio Apostólico en El Salvador, Mons. León Kalenga  y concelebrada por  Mons.  Dieudonne Donato, encargado de Negocios de la Nunciatura Apostólica, el párroco de Corazón de María, P. Sentre CM., el P. Fernando Gioia EP. y el Padre Michael Carlson, EP.

Después de la homilía, la imagen del Inmaculado Corazón de María, fue solemnemente coronada por el Sr. Nuncio, tras la cual los fieles irrumpieron en un caluroso aplauso.

Momentos de mucha emoción, sin duda, de tan bella ceremonia dedicada a la Virgen Santísima, fue cuando finalizada la Santa Misa, una procesión con la imagen, recorrió los pasillos de una abarrotada iglesia a la luz de cientos y cientos de velas que los fieles subían y bajaban al ritmo cadencioso de un multitudinario canto del “13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría”.

Todo el mundo quería tomarle fotos o tocarle, a una Imagen resplandeciente que nos hacía sentir la madre de todos nosotros.

Semana Santa en Guatemala 2013

Una Vez más los jóvenes de los Heraldos del Evangelio de Costa Rica, Guatemala y El Salvador, se dieron cita para participar del 5º Campamento-Retiro en Semana Santa.

El tema del mismo fueron Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. En todas las palestras fueron ilustradas por numerosas e interesantes obras de teatros, que  fueron de gran subsidio para los jóvenes asistentes. La actividad comenzó con una solemne coronación de la imagen del Inmaculado Corazón de María, pidiendo, con este acto que la Santísima Virgen sea la Reina de nuestros corazones en todos estos días de retiro.

Tampoco faltó un tiempo de esparcimiento con entretenidos juegos.

 

Habemus Papam, Francisco

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 13-03-2013, Gaudium Press) Con el nombre de Francisco I, el Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio ha sido escogido por el Colegio de electores como el sucesor de Benedicto XVI.

 En un gesto de digna humildad, el nuevo Papa ha pedido a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, antes de dar la bendición protocolar, que ellos imploren la bendición del cielo para él. Luego sí, según el ritual solemne, leído en latín, dio la bendición a los presentes en la Plaza de San Pedro y al mundo. Después ha retirado su estola pontifical y con serenidad y rostro de bondad recibió las aclamaciones y los saludos del pueblo.

Card. Bergoglio, hoy ya, Papa Francisco I

“Mañana voy a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma, buenas noches y buen reposo” ha dicho el Papa Francisco I despidiéndose de la multitud.

Biografía del Papa Francisco I

A continuación algunos rasgos biográficos del nuevo Papa, fundamentados en perfil realizado por la Agencia Zenit.

El cardenal Jorge Bergoglio, 76 años, nació en el barrio argentino de Flores en el Gran Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Tras estudiar como técnico químico eligió el sacerdocio y entró en la Compañía de Jesús.

Estudio filosofía y teología en ambas facultades del Colegio Máximo San José. Fue maestro de novicios y profesor universitario en teología, provincial de los Jesuitas en su país y presidente de la Conferencia episcopal del 2005 al 2011. El 13 diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote. Cumplió un postgrado en la Universidad de Alcalá de Henares y en 1986 concluyó su tesis doctoral en Alemania. Juan Pablo II lo creó cardenal en el 2001.

Tiene una fuerte experiencia pastoral, y ha sido reconocido como un hombre de carácter. Su pagina en Facebook cuenta más de 37.000 ‘me gusta’ . Viaja normalmente en subterráneo, metro o medios públicos.

Se ha caracterizado como un firme defensor del derecho a la vida, y de la esencia familiar.

Es conocida también su sensibilidad por las clases menos favorecidas. A los religiosos les ha pedido “salir a dar testimonio e interesarse por el hermano” porque la cultura del encuentro “nos hace hermanos, nos hace hijos, y no socios de una ONG o prosélitos de una multinacional”.

En diversas oportunidades criticó fuertemente la corrupción y la trata de personas con imágenes fuertes: “Se cuida mejor a un perro que a estos esclavos nuestros”. O “la esclavitud está a la orden del día, hay chicos en situación de calle desde hace años, no sé si más o menos, pero hay muchos”. Sus palabras han sido también fuertes con relación a la degradación de menores.

Ha criticado fuertemente el “limitar y eliminar el valor supremo de la vida e ignorar los derechos de los niños por nacer”. Y aseveró: “el aborto nunca es una solución”. Se opuso a la liberalización de drogas y exhortó a los jóvenes a no creerles a “los mercaderes de la muerte”.

Ha advertido contra la falta de “humildad” de los gobernantes y la “veleidad” como un desvalor “que carece de toda propuesta”.

Sobre Aparecida indicó que “la inspiración del Espíritu es la gran luz que hubo ahí. Sombras son las mil y una cositas que trababan y tuvimos que superar”. “Todo fue un complejo de luces y sombras y que ganó la luz”.

Siempre se mostró reacio a obtener encargos de un cierto peso en la Curia Romana, si bien fue nombrado consultor de la Pontificia Comisión de América Latina; miembro de las Congregaciones para el Culto Divino y la disciplina de los sacramentos; del Clero; de los Institutos de Vida Consagrada, del Consejo postsinodal, y de la presidencia del Pontificio Consejo para la Familia.

La fuerza de la Iglesia -indicó el entonces purpurado en el sínodo sobre la nueva evangelización- está en la comunión y su debilidad en la división y en la contraposición.

 

El amor al eslabón más débil de una cadena mística que une la Tierra con el Cielo

El primado de Pedro y su infalibilidad son las garantías de la invencibilidad de la Iglesia, de modo que se puede ver en el Papa la expresión de la unidad y verdad eclesiales. Pero, ¿la sujeción a la autoridad suprema de un hombre no representaría una humillación para todos los fieles?

A esta pregunta le da una luminosa repuesta un líder católico de proyección internacional, quien tuvo dos de sus numerosos libros elogiados por la Santa Sede: el brasileño Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995). El amor por su condición de súbdito del Papa, como católico, era uno de los principales rasgos de su personalidad, y no perdía una oportunidad para manifestarlo. Porque tal sumisión al Romano Pontífice, lejos de ser humillante, es motivo de elevación y alegría para todo el género humano.

Plinio Correa de Oliveira

Plinio Corrêa de Oliveira

En cierta ocasión afirmó este insigne intelectual que así como todos los relojes de la Tierra necesitan regirse por la hora solar, de la misma manera los católicos deben orientarse por otro “sol”: la infalibilidad pontificia, en la que pueden depositar toda su confianza.

De hecho, la razón humana —penetrada por el pecado original— está sujeta a todo tipo de incertidumbres y errores, de los que nacen el caos y la discordia. Por ello, concluía Plinio Corrêa de Oliveira, el Papa, infalible en virtud de la asistencia del Espíritu Santo y con el poder de jurisdicción in universo orbe, es el punto de referencia indispensable para guiar a la razón humana en función de la Fe.

Fuente: (P. Eduardo Caballero Baza, EPRevista Heraldos del Evangelio, Feb/2011, n. 110, pag. 18 a 25)

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Misión Mariana

Desde el domingo 20 de enero hasta el 3 de febrero, se ha realizado una Misión Mariana en el territorio de la Parroquia Corazón de María, en la colonia Escalón, de los PP. Claretianos.

La Misión Mariana consiste en visitar hogares, hospitales, consultorios, clínicas y comercios, con la imagen del Inmaculado Corazón de María de Fátima.

Esta gran Misión comenzó con la Santa Misa, celebrada por el Párroco, el P. Sentre,CM., el domingo 20 de enero y fue finalizada también, como broche de oro, con la Santa Misa celebrada por el mismo P. Sentre, que coronó solemnemente, en nombre de todos los fieles, la Imagen del Inmaculado Corazón de María, el domingo 3 de febrero.

Durante estos 15 días se han vivido momentos de mucha emoción y manifestación de amor hacia la Santísima Virgen por la celestial visita que ella hacía en todos los lugares. Eran muy frecuentes frases como: Gracias Madre por no olvidarte de nosotros; Madre de Jesucristo te entrego a mi familia; Madre bendita Convierte a mi hijo; No sé cómo agradecerles el que hayan venido hasta  este lugar… y así muchas más.

No cabe duda que Nuestro Señor y la Santísima Virgen han dejado una marca indeleble en los corazones de los que fueron agraciados por la presencia de la Imagen del Inmaculado Corazón de María de Fátima.